Las condiciones atípicamente calurosas y secas que se han dado en algunos lugares del hemisferio norte han desencadenado importantes incendios desde la zona del Mediterráneo hasta la región ártica, la cual se ha visto especialmente afectada. El cambio climático, caracterizado por un aumento de las temperaturas y cambios en los patrones de precipitación, está agravando el riesgo de incendios forestales y prolongando la temporada en la que estos se producen.
Desde principios de junio, el Servicio de Vigilancia de la Atmósfera del programa Copernicus (CAMS) ha registrado más de 100 incendios forestales de gran intensidad y de larga duración en el círculo polar ártico.
Solo en el mes de junio, estos incendios emitieron 50 megatoneladas de dióxido de carbono en la atmósfera, lo que equivale a las emisiones anuales totales de Suecia. Además, esta cifra es superior a la suma de las emisiones desprendidas por incendios árticos en los meses de junio del período 2010-2018.
Según Mark Parrington, científico principal del CAMS y experto en incendios forestales, aunque los incendios son habituales en el hemisferio norte entre mayo y octubre, la latitud y la intensidad de estos incendios, así como la cantidad de tiempo durante la que han estado ardiendo, han sido especialmente atípicas.
Los incendios árticos han sido más graves en Alaska y en Siberia, donde todavía siguen en activo. Algunos han alcanzado dimensiones equivalentes a las de 100 000 campos de fútbol o a las de toda Lanzarote. En Alberta (Canadá), se estima que uno de los incendios ha alcanzado un tamaño superior al de 300 000 campos de fútbol. Solo en Alaska, el CAMS ha registrado este año casi 400 incendios forestales y nuevos incendios todos los días.
La temperatura media en junio en las zonas de Siberia que se están viendo azotadas por los incendios forestales fue 10 °C más alta que la media del período 1981-2010. El día 4 de julio se registraron nuevos récords de temperatura en Alaska, donde se alcanzaron 90 °F (32 °C). El calor propició que se desencadenasen en el estado numerosos incendios, entre los que destacan los que se produjeron a lo largo del río Yukón y del círculo polar ártico. En el Canadá, los descomunales incendios forestales que estallaron cerca de Ontario están produciendo grandes cantidades de partículas en suspensión, lo que afecta a la calidad del aire. La ola de calor de finales de junio en Europa también provocó incendios forestales en varios países, incluidos Alemania, Grecia y España.
El CAMS, coordinado por el Centro Europeo de Predicción Meteorológica a Medio Plazo (CEPMMP) en nombre de la Unión Europea (UE), tiene por objeto vigilar los incendios y estimar la cantidad de contaminantes que emiten, e incorpora a su Sistema Mundial de Asimilación de Datos sobre Incendios (GFAS) las observaciones de incendios forestales de los instrumentos MODIS de los satélites Terra y Aqua de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA).
Según los datos del Sistema Mundial de Asimilación de Datos sobre Incendios (GFAS) del Servicio de Vigilancia de la Atmósfera del programa Copernicus (CAMS), los incendios que han azotado Siberia recientemente son un fenómeno “sin precedentes” en el mes de junio en los últimos 17 años.
El GFAS agrupa las observaciones relativas a la energía radiativa de incendios efectuadas a través de sensores en satélites para establecer estimaciones diarias de las emisiones derivadas de la combustión de biomasa. Este proceso forma parte de las mediciones detalladas efectuadas por numerosas estaciones del Programa de Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG). Las mediciones del programa son fundamentales para los pronósticos, la investigación sobre la composición de la atmósfera y el establecimiento de sistemas de alerta.
El cambio climático
El hemisferio norte se está calentando más rápido que el resto del planeta. Ese calor seca los bosques e incrementa el riesgo de incendio. Según un estudio reciente, los bosques boreales de la Tierra se están quemando a un ritmo sin precedentes desde hace al menos 10 000 años.
Los incendios forestales también emiten dióxido de carbono a la atmósfera, lo que contribuye al aumento del calentamiento global. Por ejemplo, los megaincendios de 2014 en el Canadá quemaron más de 2,8 millones de hectáreas de bosques, con la consiguiente emisión de más de 103 millones de toneladas de carbono a la atmósfera. Según un estudio de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA), esta cifra corresponde a la mitad de la cantidad total de carbono que suelen absorber los árboles y las plantas del país a lo largo de un año.
El inmaculado medioambiente ártico, que es particularmente sensible y frágil, experimenta un calentamiento más rápido que la mayoría de las regiones. Pueden depositarse partículas de humo sobre la nieve y el hielo, que absorben la luz solar que, en otras circunstancias, se reflejaría. Como resultado, se acelera el calentamiento en la región ártica. Los incendios en esa región también incrementan el riesgo de un mayor deshielo del permafrost, lo que libera metano, otro gas de efecto invernadero./ONU Medio Ambiente