La reunión de Mr. Kerry y las Farc | El Nuevo Siglo
Miércoles, 23 de Marzo de 2016

*El aplazamiento del 23 de marzo. 

*La incidencia electoral norteamericana        

 

Para nadie es secreto que en los Estados Unidos se libra una insólita y  árida campaña presidencial en la que la disputa entre republicanos y demócratas promete ser aún más incisiva de lo que ha podido constatarse en las primarias. La posibilidad de que la justa electoral de fondo se lleve a cabo entre Donald Trump y Hillary Clinton cobra cada día mayores probabilidades y eso significa un duro enfrentamiento entre dos conceptos completamente disímiles del liderazgo en los Estados Unidos y las nociones políticas establecidas.

 

Es en este escenario en el que, no sólo se ha dado la visita en curso del presidente saliente, Barack Obama, a Cuba y Argentina, sino la reunión del Secretario de Estado, John Kerry, en la Habana, con las Farc. Existe, pues, un trasfondo político donde el entramado internacional juega su papel en el proceloso debate interior norteamericano. En este caso, por supuesto, con la idea del partido demócrata de acercarse internamente al voto latino y de cumplir las promesas de Obama en el subcontinente hispano.

 

Es posible, claro está, que la fecha del 23 de marzo (hoy) señalada con bombos y platillos, hace seis mes, como el día estelar del fin del conflicto armado en Colombia quedara sujeta al propósito anterior. Como, desde luego, era un exabrupto presionar un proceso que todavía está en ciernes se decidió no fijar plazos fatales, precaver a Obama de la cita con las Farc y dejar que Kerry lo representara, con foto y mutismo del lado norteamericano.

 

La reunión del secretario de Estado corrobora el interés que ha tenido Obama por el proceso de paz, en el que por lo demás hay un delegado directo suyo. Las Farc celebraron con júbilo el hecho, sería por la beligerancia repentinamente reconocida por el denominado, por ellos, “imperio”. Con esto parecería haber quedado superada la gélida distancia que significó el asesinato de los indigenistas, que acabó con los acercamientos durante el proceso del Caguán y que llevó también a que el nombramiento del subsecretario de Estado de entonces, Pete Romero, fuera controvertido en el Congreso y aplazado infinidad de veces, luego de las reuniones con delegados norteamericanos y de la misma guerrilla en Costa Rica. No se sabe si ahora, en la cita de La Habana, se pidió perdón por el caso o si esto en algún momento será un hecho público.

 

No es dable, igualmente, cuando de los Estados Unidos se trata, cambiar de posiciones de la noche a la mañana. De modo que lo dicho recientemente por el mismo Kerry a raíz del aniversario del Plan Colombia, y que fue repetido por los líderes de ambos partidos en el Congreso, puede calificarse de vigente para ambas partes negociadoras: no a la impunidad en el acuerdo de justicia transicional. Lo mismo que no es secreta la gran preocupación que anima a los Estados Unidos por la espiral de los cultivos ilícitos que ha llevado a Colombia a una calamitosa regresión en la materia y cuyos datos han hecho públicos las agencias estadounidenses, entre otras.

 

Cuánto juegue el proceso de paz colombiano en la campaña política de los Estados Unidos, es difícil decirlo, sin que en todo caso sea motivo central alguno. Es, sin embargo, claro que la reunión de Kerry con las Farc pone, al menos marginalmente, el asunto dentro de la órbita electoral norteamericana. Lo que, a su vez, significa que la vocería de un gobierno saliente queda pendiente de lo que pueda ocurrir en las urnas: si continuismo o cambio. A ello, en buena medida, queda pues sujeta la reunión de ambas partes negociadoras con el secretario de Estado, John Kerry. Bien, entonces, puede ser una señal para apremiar el paso, bien para revisar la cuadratura del círculo.