Cinco años después de su liberación, Ingrid Betancourt no olvida el 2 de julio de 2008, cuando un helicóptero militar la rescató de la guerrilla de las Farc, pero esta exrehén, que se tomó un "tiempo para reconstruirse", aboga por el "perdón" como elemento clave para la paz en Colombia.
Lejos de la selva, donde pasó más de seis años encadenada, esta mujer franco-colombiana convertida en símbolo del conflicto que asola desde hace medio siglo a este país latinoamericano, recuerda ese momento como una resurrección.
"Hay una satisfacción por haber logrado sobrevivir, es bastante primario como sentimiento, pero es así", confiesa Betancourt en una entrevista exclusiva concedida a la AFP por videoconferencia, desde Londres, donde prepara un doctorado en teología, en la prestigiosa universidad de Oxford.
Recientemente, haciendo la limpieza de primavera, encontró en una caja los objetos que la acompañaron durante su cautiverio: su radio, un reloj "que siempre indica exactamente la hora de la selva", su uniforme, sus medias, su ropa interior.
"La sensación que me embargó al sacar esos recuerdos fue totalmente distinta a la que tuve cuando los guardé", rememora.
El recuerdo preciso de su rescate durante una operación de infiltración en la que el ejército engañó a las FARC, permanece intacto. "Todavía veo el movimiento de la hierba cuando el helicóptero se posó en un campo de coca".
Lo que cambió es su visión sobre sí misma luego de este episodio, del cual salió "más humana". El retorno a la libertad fue "muy violento", subraya, porque "uno encuentra un mundo al que ya no pertenece" y en el que desaparecieron "todas las certezas".
La excandidata ecologista a la presidencia colombiana, capturada por las FARC durante la campaña electoral, no tuvo la fuerza para volver a "la dura arena de la vida política".
Pero otras pruebas la esperaban. La incomprensión con los comités de apoyo en Francia y principalmente una violenta polémica en Colombia, donde muchos le criticaron su solicitud de indemnización al Estado, al que ella reprocha no haber asegurado su protección.
"Esta historia me afectó mucho, creo que fue muy injusto, lo sentí como una gran maldad", recuerda Betancourt, quien renunció a su demanda. "Eso prolongó el tiempo que precisé para recuperarme", agrega.
Mirando hacia adelante, la exrehén quiere creer en el éxito de las negociaciones de paz en curso entre el gobierno y las Farc, que se desarrollan desde hace seis meses en Cuba.
Según Betancourt, "evidentemente, el perdón es un elemento central, pero no un perdón dado como una limosna. En Colombia todos somos responsables de esta guerra atroz. Todos formamos parte de una generación que con el perdón debe asumir esta responsabilidad".
La eventualidad de una suspensión de penas para los guerrilleros arrepentidos, uno de los puntos cruciales de las negociaciones, no le molesta. Al contrario. "No podemos continuar con una justicia de venganza, la paz nos exigirá aceptar cierto grado de impunidad, es inevitable", afirma.
Su carcelero, uno de los comandantes de las FARC, que fue capturado cuando ella fue liberada, purga desde hace cinco años su pena de prisión. Betancourt recuerda su conducta particularmente agresiva. ¿Está dispuesta a perdonarlo?
"La vida le ha dado la posibilidad de comprender lo que nos ha hecho sufrir, porque ahora el está prisionero, como lo fuimos nosotros. Si lo tuviera delante mío, simplemente lo abrazaría", respondió.