DENTRO del proceso de negociación del gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Farc, es preciso que los medios de comunicación mantengan absoluta objetividad en la información y no se dejen llevar por las emociones. Es verdad, como se ha dicho mil veces que todos los colombianos queremos la paz, estamos por la paz, deseamos la paz, una paz con honor y que salvaguarde los derechos democráticos y el Estado de Derecho. Como en diversas oportunidades lo hemos dicho, por lo general en los procesos de paz los subversivos que se han alzado contra el Estado y que pretenden repetir la hazaña de la revolución cubana del comandante Fidel Castro de tomarse el poder por medio de las armas, se mueven en un concepto utópico de la historia y la política. Y dentro de esa metafísica marxista que manejan, para resolver la contradicción de la propia incapacidad de tomarse el poder por esa vía, han resuelto alargar en el tiempo el día del asalto final. Y ya llevamos varias generaciones de subversivos que en más de medio siglo han combatido contra las fuerzas del orden y cada día es claro que no tienen ninguna posibilidad de conseguir su objetivo por la fuerza.
Lo que sí es evidente es que los negocios ilícitos que manejan y los procedimientos extorsivos les permiten contar con montañas de dinero para vivir en la clandestinidad. Lo que no les garantiza la impunidad en cuanto las repetidas ofensivas de las tropas colombianas han determinado que varios de sus comandantes hayan tenido que huir del país y buscar refugio en naciones vecinas. Esa situación exótica y los bombardeos que han puesto final letal al desafío guerrerista de varios de los miembros del Secretariado de las Farc han debilitado a los subversivos, sin conseguir impedir que sus comandos sigan atacado por la espalda a nuestros soldados, lo mismo que apelando a dolorosos ataques contra la población civil en las zonas de su influencia y que conserven un gran número de civiles y militares secuestrados.
Lo anterior coincide con el hecho de que solamente en dos países de la región han conseguido llegar al poder por la fuerza los grupos alzados en armas neomarxistas, en Cuba y Nicaragua. En ambos países no había unas Fuerzas Armadas respetables, en ambos reinaba la corrupción por cuenta de satrapías dictatoriales, que constituían una befa para la población y que se habían convertido en una especie de fuerza de ocupación al servicio del déspota de turno. En Bolivia sucumbió el más audaz y famoso de los comandantes revolucionarios, que pretendía convertir las montañas andinas en otro Vietnam: el Che Guevara. Y entre los grupos subversivos no ha tenido Colombia un comandante subversivo que se le compare en cuanto el arte militar, conocimientos y liderazgo. Si bien, se estima que algunos de los jefes subversivos le ganan en astucia y capacidad de eternizar una guerra o negocio, que saben que no pueden ganar. Lo mismo que existe en toda la región el ejemplo de antiguos subversivos que han entrado en procesos de paz y de alguna manera han llegado directamente al poder por elecciones, aprovechando la generosidad y ceguedad de la democracia.
Así que se da un doble discurso de las Farc, dentro de la contradicción de pretender continuar una guerra perdida de antemano y la eventualidad de seguir el ejemplo de otros países de deponer las armas, negociar las sanciones penales por sus delitos y entrar a hacer política con posibilidades de financiar sus campañas, como lo han hecho con éxito los exguerrilleros que han llegado al poder por medio de elecciones. Y eso plantea otra contradicción, la de los subversivos del Secretariado en el exterior que quieren negociar y hacer política, frente a los duros de las zonas de combate que manejan directamente los negocios ilícitos.
En tales condiciones la apuesta de las Farc de ir a un cese el fuego unilateral, pareciera jugar a favor de los que quieren fortalecer los frentes subversivos y extender sus zonas de influencia si el Gobierno cae en la trampa de responder por su parte con otro cese el fuego. Como en una ecuación matemática es evidente que cada vez que se ha dado en un proceso de paz el cese el fuego se han fortalecido los violentos. No puede caer el Gobierno en la trampa y la acción militar debe proseguir en todos los frentes. En el entendido de que los que se oponen en tales circunstancias al Fuero Militar, son idiotas útiles que contribuyen a maniatar a las Fuerzas Armadas, en momentos en los que reclaman el apoyo de todos los colombianos y las garantías mínimas para combatir, más cuando son el apoyo fundamental del Gobierno para contener a los violentos mientras se avanza en la negociación.