El club argentino Tigre, que denunció agresiones y violencia para no jugar el segundo tiempo de la final de la Sudamericana, cuando perdía 2-0, reclamó el jueves sanciones contra el brasileño Sao Paulo, que se quedó con la Copa.
Además fustigó a la Confederación Sudamericana de fútbol y al árbitro chileno Enrique Osses.
Lo que sucedió la noche del miércoles en San Pablo "habilita a una sanción al club" brasileño, advirtió Sergio Massa, alcalde de la localidad de Tigre (periferia norte) y hombre fuerte del club aunque sin cargo institucional.
Massa fustigó además al "delegado de la Confederación (Sudamericana) que parecía más delegado del San Pablo" y al árbitro chileno porque "no tenía tamaño ni talla para dirigir este partido" jugado en el Morumbí, según la agencia privada DyN.
De su lado, el presidente de Tigre, Rodrigo Molinos, dijo que el club presentará "un descargo ante la Conmebol porque no estaban dadas las condiciones de seguridad" para seguir jugando en el segundo tiempo, tras incidentes en el vestuario durante el entretiempo y cuando el equipo argentino perdía 2-0.
"Los jugadores se sentían inseguros, consternados", expresó Molinos a la argentina radio Mitre, y precisó que Jorge Borelli, ayudante de campo del DT Néstor Gorosito, y los futbolistas agredidos presentaron la denuncia de lo ocurrido.
El dirigente lamentó que "nadie del San Pablo se acercó. No vino nadie y encima supimos de declaraciones muy desafortunadas del presidente (Juvenal Juvencio) que dijo que queríamos no ser goleados y que éramos unos maricones".
Según el presidente Molinos, unos 15 hombres de la seguridad privada del club brasileño atacaron a golpes de puño y con un revólver al plantel, lo que motivó la decisión de no salir a a cancha en el segundo tiempo.
Los agresores "eran todos patovicas (guardias de seguridad) y le pegaron a los jugadores. En estos partidos no es raro que haya problemas adentro de la cancha, pero nunca viví una cosa así", dijo a la prensa el entrenador de Tigre, Néstor Gorosito.
"(Eugenio) Figueredo (dirigente de la Conmebol) y los cuatro árbitros vieron todo pero no hicieron nada, lo único que querían es que entremos a jugar", se quejó el DT.
También el volante Martín Galmarini criticó a la Conmebol porque "dio por terminado el partido antes de que comunicáramos la decisión de no salir" al segundo tiempo.
"Tigre seguramente va a ser sancionado porque es un club chico, San Pablo es un grande y seguirá jugando como si nada hubiera sucedido", advirtió el jugador en declaraciones en el Aeroparque Metropolitano al llegar desde Sao Paulo.
Según Galmarini, la situación en el vestuario visitante del Morumbí "fue un caos total, estuvimos a la buena de Dios".
"Todos teníamos el susto de que podía pasar cualquier cosa, cuando uno sacó un arma y nos apuntó y a (el arquero Damián) Albil le pegó un culatazo en el pecho. No sé si la tenía cargada (el arma) o no pero si la sacó por algo es", agregó.
El arquero suplente Javier García sostuvo en tanto que "jugar el segundo tiempo era una locura".
"Si te apuntan con un arma de fuego y te cagan a piñas es muy difícil salir a jugar", advirtió.
La Asociación de Fútbol Argentina (AFA) analiza lo sucedido antes de dar a conocer su posición, dijo por su parte a la AFP el director de Medios de la entidad, Ernesto Cherquis Bialo.
"Nosotros no estuvimos en San Pablo. Estamos recogiendo la información y seguramente en las próximas horas la AFA dará a conocer su posición", dijo el portavoz.
Mala imagen
La imagen de Brasil como anfitrión de la Copa del Mundo 2014 recibió un inesperado golpe por las denuncias de agresiones dentro del vestuario que lanzó el equipo argentino Tigre en la polémica final de la Copa Sudamericana 2012 disputada el miércoles y adjudicada al Sao Paulo.
"Esto sin duda va a tener un impacto negativo en la óptica internacional sobre la capacidad de Brasil de garantizar la seguridad de la Copa", dijo Pablo Azevedo, coordinador de un centro de investigaciones sobre deportes de la Universidad Nacional de Brasilia, que sigue los preparativos del Mundial.
Pero la FIFA "es una entidad mucho más profesional que la CONMEBOL (el ente rector del fútbol sudamericano y responsable de la Sudamericana) y es la encargada de administrar el Mundial", añadió.
La FIFA, que en el pasado cuestionó los atrasos en la organización, renovó su voto de confianza en Brasil tras las graves denuncias del Tigre contra el cuerpo de seguridad del Sao Paulo y la policía brasileña.
"Tenemos plena confianza para la Copa del Mundo, ya que la organización y la seguridad serán completamente diferentes" de lo ocurrido en el estadio Morumbí, dijo a la AFP un portavoz de la FIFA, que evitó comentar los incidentes debido a que la Sudamericana es un torneo de la Conmebol.
Lo que debía ser una final más de un torneo internacional entre las máximas potencias rivales del fútbol sudamericano se tornó en el gran escándalo que abochorna a Brasil, cuando Tigre, el equipo de la visita, rehusó regresar a la cancha para la segunda parte del partido que perdía por 2-0 ante Sao Paulo en el Morumbí.
Fue casi media hora de confusión e incertidumbre. Tigre no regresaba a la cancha, la afición de Sao Paulo festejaba y los jugadores argentinos denunciaron que en los vestuarios, tras empellones entre los dos equipos en la cancha, agentes de seguridad del Sao Paulo la emprendieron a golpes contra ellos, e incluso los amenazaron con armas de fuego.
Estas versiones fueron negadas por la dirigencia paulista y por la seguridad del Sao Paulo, que dijo que sólo intervino para evitar que los jugadores de Tigre invadieran el vestuario de los locales.
Los hechos denunciados dentro del camerino no fueron captados por la prensa local, y sólo las caras golpeadas de algunos jugadores y un rastro de sangre en una pared constituyen la evidencia del altercado.
Pese a la gravedad de los alegatos, el árbitro chileno Enrique Osses dio por terminado el partido y adjudicó la Copa Sudamericana al Sao Paulo -tras la reglamentaria espera de media hora para que un equipo se presente a jugar- que estalló en festejos con la afición.
"Está en curso una investigación por lesiones personales y daños después de que dos jugadores argentinos, acompañados por el cónsul de su país (Agustín Molina) se presentaron a la delegación con heridas en el rostro y fueron examinados por médicos" peritos, dijo a la AFP Margaret Barreto, delegada de la Oficina de Crímenes Raciales y Delitos de Intolerancia de Sao Paulo.
Cuestión de imagen
El escándalo cayó en el peor momento: Brasil, a un año y medio de recibir el Mundial 2014, se esfuerza por lustrar su imagen como anfitrión y borrar las huellas de violencia dentro y fuera de las canchas en ciudades como Sao Paulo, una de las sedes del torneo.
La prensa argentina se unió el miércoles en un coro de repudio por lo ocurrido: Fue "una vergüenza. La ilusión (de Tigre) de jugar por primera vez una final de Copa concluyó con la barbarie más abyecta. Sucedió en Brasil. Y cerca de disputarse el Mundial de fútbol", resumió el diario Clarín de Buenos Aires.
El escándalo se convirtió en uno de los temas más comentados en la red Twitter en Argentina a través de la etiqueta #SanPabloVergüenzaSudamericana, y muchos de los mensajes cuestionaron las garantías que ofrecerá el próximo anfitrión del Mundial.
Por su parte, los medios brasileños dieron mayor protagonismo al título de Sao Paulo, evocando las declaraciones del equipo local que culpan al Tigre de "provocación" en la final que sirvió de despedida del joven atacante Lucas, transferido al Paris Saint Germain.
El exastro Ronaldo, miembro del Comité Organizador Local de la Copa Mundo, pidió en su Twitter "una sanción durísima" contra Tigre. "Diez años sin participar en las competiciones sudamericanas", reclamó el exfutbolista.
"Brasil es un país de fútbol, ha organizado con éxito muchos torneos, esto no debería dañar su imagen", dijo a la AFP Pedro Trengrouse, consultor de Naciones Unidas para el Mundial-2014.
AFP