Michel Temer dice que su gobierno es legítimo. Pero el presidente interino de Brasil arranca su mandato en medio de fuertes críticas a su gabinete conservador integrado solo por hombres blancos y con protestas y cacerolazos.
"La reacción popular al golpe continúa y las manifestaciones de protesta y denuncia deben continuar", escribió el lunes en las redes sociales Rui Falcao, el presidente del izquierdista Partido de los Trabajadores de Rousseff y Lula, que gobernó Brasil durante más de 13 años, hasta hace cuatro días.
Las tormentas se avecinan tanto en el frente interno como externo para este gobierno de perfil conservador y liberal en la economía: a los manifestantes que acusan a Temer de golpista y traidor se suma el rechazo de varios países de la región como Venezuela, Cuba y El Salvador, que no lo reconocen como presidente.
Temer, exvice de Dilma Rousseff devenido enemigo, asumió el poder el jueves pasado, luego que la primera mujer presidenta de Brasil fuera apartada del cargo por un máximo de seis meses para enfrentar un juicio político en el Senado, acusada de manipular las cuentas públicas.
Ya el domingo decenas de miles de personas marcharon contra el gobierno en Sao Paulo y Belo Horizonte, acusándolo de "ilegítimo", "fraudulento", "machista" y "sin representatividad".
Este lunes, varios cientos de manifestantes marcharon ante la sede del ministerio de Cultura en Rio de Janeiro al grito de "¡Fuera Temer!", criticando la eliminación de esta cartera y su fusión con Educación.
- "Legitimidad constitucional" -
"Tengo una legitimidad constitucional", se defendió Temer el domingo de noche en una entrevista con la televisión Globo, durante la cual sonaron cacerolazos en Sao Paulo y Rio.
Y a quienes le dicen que llegó al poder sin votos, respondió: "Fui electo conjuntamente con la señora presidenta, los votos que ella recibió yo también los recibí".
Temer, un abogado constitucionalista de 75 años del partido de centro derecha PMDB, sólo completará el mandato hasta las próximas elecciones de 2018 si Rousseff es finalmente destituida por el Senado. En poco más de dos meses, tendrá la responsabilidad de inaugurar los Juegos Olímpicos de Rio.
Discreto pero gran conocedor de los corredores de la política brasileña, Temer es incluso más impopular que Rousseff, que abandonó el poder con una aprobación prácticamente de un dígito. Apenas entre 1 y 2% de los brasileños dicen que votarían por él para presidente.
El avión del gobierno interino enfrentó turbulencias desde sus primeras horas de vida con el nombramiento de un gabinete sin mujeres ni negros, dos grupos que representan cada uno más de la mitad de la población del país.
"A nadie hoy, excepto en un país árabe, se le ocurriría una idea tan mala con una composición solo masculina", criticó la economista Miriam Leitao en una columna en el diario O Globo, haciéndose eco de la indignación de millones de brasileños.
Temer dijo que lo compensará con secretarios de Estado que sean "representantes del mundo femenino".
Además, al menos tres ministros están investigados por el megafraude a Petrobras que salpica a gran parte de la élite política y empresarial y que aceleró la caída de Rousseff. Y el jefe de la cartera de Justicia, ahora responsable de derechos humanos, ha sido denunciado por crear escuadrones de la muerte en Sao Paulo.
- Reticencia a los ajustes -
Temer dice que quiere pasar a la historia como el presidente que "ordenó el país" en medio de una profunda crisis económica, con la peor recesión en décadas, una inflación cercana a los dos dígitos y creciente desempleo.
Equilibrio en las cuentas y cortes en el gasto público para frenar el crecimiento de la deuda pública lideran las líneas de la nueva política económica. Pero aprobarlas no será fácil.
Temer se reunirá esta tarde en el palacio presidencial con dirigentes de centrales sindicales para negociar la reforma de pensiones que busca llevar a cabo, y que implicaría fijar una edad mínima para la jubilación y un posible aumento de los años de cotizaciones.
La Confederación Unica de Trabajadores (CUT) declinó su invitación porque dijo que "no reconoce a golpistas como gobernantes". Y la conservadora Forca Sindical, que hizo campaña por el impeachment de Rousseff, juzgó "inaceptables" las propuestas del nuevo ministro de Hacienda.
Un día antes, se reunió en Sao Paulo con el presidente de la poderosa Federación de industrias de Sao Paulo (Fiesp), Paulo Skaf, quien estaría contra la reedición de un viejo impuesto a las transacciones financieras, ya propuesto sin éxito por Rousseff el año pasado, indicó el diario O Estado.