“No renunciaré” fue lo único que declaró ayer la secretaria de Integración Social, Teresa Muñoz.
El fuerte debate de control en el Concejo de Bogotá a la funcionaria estaba anunciado por las denuncias de varias bancadas hasta el punto que se estaban recogiendo ayer las firmas para aplicarle una moción de censura.
Después de cuatro horas donde los concejales hicieron las denuncias, en una próxima sesión Muñoz hará sus descargos, pero en diálogo con la prensa anunció que no renunciará sino hasta que el mandatario capitalino Gustavo Petro tome una determinación.
El problema para el alcalde es mayúsculo, pues la bancada del movimiento Progresistas en el Concejo de Bogotá también está descontenta con la administración de la Secretaria de Integración.
En este sentido, varios concejales en la Comisión de Gobierno, durante el debate de control político a la Secretaria de Integración pidieron que renunciara.
“El desmonte de los Comedores Comunitarios se ha hecho a punta de mentiras y sin un diagnóstico sólido”, dijo el concejal Antonio Sanguino, del Partido Verde, al tiempo que identificó, según él, nueve mentiras de la secretaria Muñoz.
Por su parte, el concejal Juan Carlos Flórez, de la ASI, con cifras en la mano demostró que el desgreño y el desorden en esta Secretaría interrumpieron la atención y desmejoraron la calidad. “Esto es el pan diario en las casas comunales y comedores, en los jardines infantiles y los centros Crecer”, argumentó.
Igualmente, el concejal Flórez manifestó que con todos los problemas que tiene hoy la Secretaría de Integración Social, los principales afectados son los niños y niñas, los discapacitados de los barrios populares y los abuelitos de los sectores más vulnerables de la ciudad y que de los mil jardines prometidos por el alcalde Petro, solo se está construyendo un jardín infantil.
“Desorden, ineptitud, desgreño, irregularidades, frialdad burocrática hacia los niños y las niñas, los abuelitos de los barrios populares, esas son las características fundamentales de lo que está ocurriendo en la Secretaría de Integración Social de Bogotá”, describió el cabildante bogotano.
En ese mismo sentido, la concejala Clara Lucía Sandoval, de La U, calificó como dramática el hambre generada por el cierre de más de 160 comedores comunitarios en la ciudad de Bogotá y tildó este hecho como el colmo de la improvisación de esta administración que ahora pone en juego la alimentación de casi 38.000 personas entre niños y adultos mayores.
Según la cabildante son graves las deficiencias en la ejecución de las funciones de la Secretaría de Integración Social que en una supuesta lucha frente a la corrupción, se llevó al traste la alimentación de miles de usuarios, “es que lo uno no implicaba lo otro” dijo la concejala.
“Si para esta administración combatir la corrupción es sinónimo de acabar con proyectos y programas, entonces por qué no se acabó con el IDU, con la Unidad de Mantenimiento de Malla Vial y con el Fondo de Seguridad y Vigilancia, que tenían problemas de corrupción mucho más grandes y visibles que este programa de alimentación y nutrición a la población vulnerable, era necesario supervisar, corregir y limpiar, no destruir”, puntualizó.
En un trabajo investigativo con su equipo de trabajo por las 19 localidades de la ciudad, la cabildante halló casos lamentables como consecuencia del cierre de los comedores, según ella el impacto social que esto ha generado es irreparable, y que las canastas alimenticias que ahora reemplazan los comedores solo se constituyen en burlas a los bogotanos.
Dichas canastas no tienen proteínas, no cumplen con los estándares de alimentación, no diferencian las necesidades nutricionales para cada edad, la fruta es escasa, no hay cereales y por si fuera poco absolutamente insuficientes para cubrir un mes.
Las denuncias en cada localidad no se hacían esperar, entre ellas la Concejala destacó las eternas filas desde las 4 de la mañana de los usuarios para reclamar las canastas, la falta de información del día y lugar de las entregas y el desconsuelo de las personas que no aparecían en lista y no podían recibir la canasta y aun las que finalmente las obtenían al darse cuenta de su ineficacia en paralelo con el servicio que se obtenía en los comedores.