La selección de fútbol de Colombia halló un aliado clave en Brasil: la paz de un imponente complejo deportivo en Cotia (suroeste de Sao Paulo), adonde alista el Mundial-2014 con la belleza del paisaje como única distracción.
Ubicada en un área privilegiada rodeada de sierras, Cotia, a unos 34 km al suroeste de Sao Paulo, acoge desde el pasado sábado a los cafeteros, que pulen la estrategia para franquear el muro que colocará su primer rival en el Grupo C, la selección de Grecia.
Allí el hogar de los colombianos es el centro de formación de atletas Laudo Natel, del club Sao Paulo de la primera división del fútbol brasileño, un imponente complejo deportivo inaugurado en julio de 2005, donde el ruido proviene sólo de los vientos que a veces retumban como un río caudaloso y de animales silvestres.
El hotel del predio donde se hospeda el plantel está cercado por árboles gigantes, muchos de ellos pinos y palmeras, y domina la cima de una pequeña colina que divisa a la perfección los 8 campos de fútbol que posee y dos bellísimos lagos.
El combinado cafetero, cabeza del Grupo C en el que también forman Costa de Marfil y Japón, tiene a su disposición todo el hotel -74 habitaciones para 148 huéspedes-, además de la infraestructura deportiva del complejo sobre un área de 220.000 m2: un moderno gimnasio multifuerza con aparatos de última generación, dos piscinas -una semiolímpica- y un área de rehabilitación fisioterapéutica y fisiológica.
"El lugar cumple con todos los requerimientos que nos hizo el cuerpo técnico, que ante todo buscaba comodidad, tranquilidad y la logística adecuada para realizar bien su preparación", reconoció Luis Bedoya, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol.
Aledaño a este fastuoso búnker del Sao Paulo, donde han nacido en los últimos años al fútbol mundial figuras como Hernanes (Inter de Milán) y Lucas (París Saint-Germain), hay varios refugios que albergan ecoturistas todo el año y haciendas tipo colonial que se alquilan para eventos sociales.
- Cotia, entre dos amores -
La fiebre por la Copa Mundial alteró la vida de los cerca de 220.000 habitantes en Cotia, al que se accede por una importante ruta principal para luego desembocar en pequeñas calles sinuosas, muchas de ellas adornadas con banderines alusivos a la selección brasileña colgados en los postes de energía y una que otra bandera colombiana en diferentes locales comerciales saludando al huésped de lujo.
El fútbol está en el ambiente. Un pequeño restaurante y un minimercado están decorados con los pabellones brasileño y colombiano, pero dominan los colores amarillo y verde al recorrer sus empinadas calles.
"La vida aquí es muy tranquila, hay muchos turistas por el equipo (colombiano) y otros por el turismo ecológico", dijo a la AFP Amalia Maqueira, una simpática negra de 46 años que atiende un local de telefonía celular.
Pero como si la paz del bosque no fuera suficiente, la selección está custodiada por decenas de policías militares brasileños, que fijaron un camino sin pavimentar como límite para llegar a la sede deportiva.
El pasado lunes unos 1.500 aficionados colombianos y varios residentes en el sector acudieron a una práctica abierta del combinado, ataviados con gorros, banderas y camisetas del elenco tricolor.
"Es una emoción estar en Brasil viendo a la selección en un Mundial. Valió la pena haber ahorrado tanto", dijo a la AFP Camilo Mantilla, un ingeniero electrónico de 27 años, oriundo de Manizales (centro-oeste), que está en Brasil acompañado por su padre, Luis Eusebio Mantilla, de 63 años, y su hermano Manuel, un estudiante de periodismo de 22 años.
La tranquilidad se respira en cada rincón del predio, ahora dependerá de los dirigidos por el DT argentino José Pékerman encontrar en medio del silencio los caminos para realizar una buena Copa del Mundo.