Al igual que sucede con los intermediarios de los alimentos perecederos, hay que reducir los eslabones en la cadena de reciclaje y hacer una separación correcta de los materiales como el aluminio, que llevarían a la capital del país a un mejoramiento ambiental y económico.
Aunque el aluminio puede ser reutilizado numerosas veces sin perder sus propiedades ni sus características originales, en Bogotá cada día se entierran 3,29 toneladas de este material sin que sean aprovechadas.
Ante esta situación, investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) analizaron el modelo de reciclaje de la ciudad para determinar cómo funcionaba el proceso, desde los generadores y recolectores hasta los transformadores, encargados de fabricar productos terminados.
“Encontramos que la ciudad tiene una cadena de reciclaje informal con numerosos eslabones y escasa regulación, esto ha generado pocos logros en el aprovechamiento de aluminio, en comparación con otras capitales del mundo”, explica Federico Millán, uno de los investigadores, estudiante de Maestría en Ingeniería - Materiales y Procesos de la U.N.
El primer problema identificado es la cadena de reciclaje en Bogotá, la cual está compuesta por demasiados eslabones (fuentes generadoras, recuperadores, recolectores y transportadores, acopiadores, los pre-transformadores, transformadores) que encarecen el material para la industria.
“Nuestra propuesta es reducir el número de eslabones de la cadena de reciclaje, pues los únicos proveedores del material aprovechable para la industria deberían ser los recicladores de oficio”, señala el estudiante.
Además, en el caso de Bogotá se ha considerado tradicionalmente que los residuos metálicos son basura, razón por la cual se disponen en rellenos sanitarios, y se ha ignorado su capacidad de aprovechamiento.
“Una parte de la industria metalúrgica de Bogotá, principalmente los pequeños fundidores, cuentan con poco conocimiento del proceso de separación. Mientras en otros países los residuos se clasifican de acuerdo a la aleación y su origen, en esta ciudad los residuos son mezclados para fabricar un producto sin controlar sus impurezas”, añade el estudiante.
Frente a esto, los investigadores proponen implementar procesos de separación y clasificación de residuos para eliminar las impurezas que pueda traer el aluminio, como plástico o metales ferrosos, y así obtener un metal de calidad semejante al primario.
Además, si se optimizan los procesos de reciclaje, también se disminuye el impacto ambiental que causa la extracción de este metal. “La destrucción del suelo es uno de los impactos ambientales más evidentes de la producción de aluminio porque implica la deforestación de miles de hectáreas. También, está la emisión de gases durante la transformación de la bauxita en alúmina y el aumento de carbono en la atmósfera”, añade.
Pero más allá de ser una actividad amigable con el medio ambiente, el reciclaje de este metal es una oportunidad de desarrollo económico y de sostenibilidad ambiental para Bogotá.
El aluminio primario se obtiene de un mineral que se llama bauxita, un metal muy escaso en Colombia y generalmente se obtiene por importación; por esto, aprovechar este material al 100% sería una ventaja de ahorro para el país.
“Si se aumenta la reutilización del metal, se disminuye la dependencia de mercados externos, así como el costo de producción porque se reduce el consumo de energía y la cantidad de materia prima”, concluye el investigador.