¿A quién engañas, abuelo? | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Octubre de 2011

Como decía el inmolado líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, las encuestas son como las morcillas: saben a lo que se les echa. La falta de entusiasmo electoral generado por una enorme ausencia de propuestas serias, por parte de los candidatos, ha dado lugar a una guerra de encuestas que tiene virtualmente “secuestradas” las elecciones y que sirven, a la vez, para alimentar los titulares de primeras planas.

 

Sin folclor

 

Ya los candidatos no invierten sus presupuestos de campaña en la movilización de sus bases; tampoco en la cacareada publicidad tradicional (camisetas, ponchos, cachuchas, afiches, pendones, pancartas, volantes, pasacalles, almanaques, llaveros, esferos y botones) además de sancochos, asados, almuerzos bailables, empanadas de tacón alto, lechonas, mamonas, tamales, con la consabida animación musical de papayeras, chirimías, y bandas de chupa-cobres, sin que falten las cabalgatas, los voladores, las rifas, los bingos, los bazares y cien etcéteras más. Mejor dicho: las encuestas acabaron con el folclor electoral y tornaron aburridos todos los comicios a lo largo y ancho del país.  

 

Oh témpora, oh mores!

 

Cuando solíamos visitar los cuarteles de las campañas electorales, estos tenían un peculiar olor a tinta fresca, de imprenta, de papel estensil al pie del mimeógrafo, todo adobado con la voz aguardientosa de los pregoneros de turno y en tierra caliente el tufo con aroma de ron de caña y anís, y el lejano olor de guayaba.

 

Encuestas

 

Esta proliferación de encuestas sería saludable si no fuera porque las mismas, al decir de los últimos hechos, no son el producto de la investigación científica y objetiva de la intención ciudadana, sino que en la mayoría de los casos son el producto interesado de pactos simoníacos en donde concurren contratistas, candidatos, partidos y empresas en donde todos a una, como en Fuente Ovejuna,  se confabulan para distorsionar la realidad electoral, que se vive por igual en ciudades y pueblos. Las encuestas no se compran sino que se encargan a gusto de quien las contrata, según el tamaño, la ocasión,  la fecha y la necesidad del candidato-contratista de turno.

 

Una fórmula

 

¡Qué bueno sería que  los grandes medios de comunicación, en una actitud ejemplarizante, de una vez por todas hicieran un alto en el camino para contribuir a la extirpación de este asalto periódico a la  voluntad popular! Ojalá esta reflexión se dé pronto, pues nos acercamos a lo que alguien llamó la democracia sin pueblo.

 

Reacomodándolo

 

El presidente Santos, en astuta movida de tahúr, ha dejado al ministro Vargas en territorio de nadie, después  de haberlo utilizado y dejado como bagazo de caña, sacándole  todo el zumo político. Santos busca la forma de deshacerse de él, notificándole que no permitirá la intromisión de nadie en su programa bandera: “La construcción de un millón de viviendas”, en su primer cuatrienio. Ya arrancó su programa preelectoral. Nada de extraño tiene que el Presidente, vacantes en mano, esté buscando cuesta abajo en su rodada una embajada para reacomodar al nieto del ex presidente Lleras.