El grupo, que llegó a controlar una región del tamaño de Italia, ha perdido el 60% de su territorio. Tras la casi segura recuperación de Mosul, no le quedan bastiones, salvo Raqqa, su capital en Siria, y poblaciones secundarias como Idlib y Deir ez Zor. Su fin territorial está cerca, pero la sectaria doctrina que lo caracteriza, llevándolo a romper relaciones con al Qaida, sigue vigente en mucho de sus militantes
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EN 2015, el Estado Islámico de Iraq y el Levanta (ISIL –siglas en inglés) controlaba un vasto territorio entre Siria e Iraq igual de grande a la península de Italia (300.000 km² ). Un año antes su máximo líder, Abukr al-Baghdadi, había declarado el califato, que, bajo la forma de cualquier estado moderno, dominaba la región con una economía basada en el petróleo y el contrabando, y una ley, la “Sharia”, que regía el comportamiento público y privado de los ciudadanos, bajo criterios radicales de interpretación del Islam.
A tres años de su fundación, este grupo está a punto de perder su bastión, Mosul. Desde un atril, construido sobre una columna en la Gran Mezquita de Al Nuri, al Bagdadi anunció que iba establecer un estado regido, exclusivamente, por el Islam radical. Para temor de Occidente y sus vecinos, el plan salió bien hasta mediados de 2016, cuando Estados Unidos y otras milicias, fuerzas de países –y, quien quisiera luchar contra ellos-, empezaron la operación “la ira del Éufrates”, que hoy lo ha llevado a perder el 60% de su territorio.
Un paulatino fin
El territorio no es lo único que ha perdido el Estado Islámico en este año de contraofensiva. Este grupo, fundado por un exmiembro de al Qaida, que nunca compartió las políticas de Osama Bin Laden, hoy no tiene más de 25.000 hombres, cuando en 2014, año que se proclamó como estado, llegó a tener más de 31.0000, según la BBC.
De acuerdo al centro de pensamiento, Combating Terrorism Center (CTC), el Estados Islámico ha pedido 16 ciudades, 11 en Iraq y cinco Siria, algunas de ellas fundamentales para su modelo socio-económico, como Mosul, que está por caer. En la zona controlada el grupo ha llegado a tener 3.5000 personas esclavizadas, muchas de ellas mujeres de origen yazidí, población más perseguida por los radicales, que práctica el zoroastrismo, una religión que es tildada de “herética”.
El progresivo fin del grupo de al Bagdadi, quien en reiteradas ocasiones ha sido declarado como muerto, la última vez por el ejército ruso, se ha dado por etapas. Empezó el 5 de noviembre de 2016, cuando los grupos kurdos anunciaron la ofensiva contra los yihadista en Mosul, acompañados de fuerzas norteamericanas y militares del gobierno iraquí, formando una numerosa coalición.
Por varios meses, “la batalla de Mosul” se convirtió en un escenario de especulación. Algunos decían que la coalición estaba a punto de tomarse le ciudad; otros, más escépticos, anunciaban que, por tratarse del EI, cuya táctica guerrillera hacía difícil acabar de una vez con todos los militantes, iba durar mucho más.
Con algo de negativismo, se fue dando la ofensiva en la ciudad. En algunos momentos, incluso, se llegó a pensar que el EI no abandonaría su bastión, sin dejar una huella de horror: la masacre de civiles. Tras cuatro fases, según el CTC, que permitieron sitiar a Mosul, el 6 de junio inició la ofensiva final que hoy tiene a la gran coalición cerca de anunciar “la victoria”, como anunció el gobierno iraquí el viernes pasado.
Al perder esta ciudad, el Estado Islámico queda reducido a un par de ciudades, Raqqa, donde ya inició otra ofensiva, Idlib y Deir ez Zor, y unas cuantas aldeas, todo esto en Siria. Pero esto no significa que su ideología, marcada por un radicalismo que lo llevó a tomar distancia de al Qaida, siga viva y represente una amenaza para los intereses de los países de Medio Oriente y las potencias occidentales.
En diálogo con EL NUEVO SIGLO, Domitila Sagramoso, profesora de Estudios de Guerra en la universidad King`s College, en Londres, dice que “territorialmente, en la zona en la zona del origen del Estado Islámico, no van a tener una presencia fuerte. Sí puede ser que logre permanecer en la región como un grupo subversivo”.
“El fin del Estado Islámico a nivel territorial, no significa el fin como movimiento. Pero la ideología sigue siendo una ideología que atrae. Tiene una alta presencia en Afganistán y hoy tiene una guerra fuerte contra los talibanes. También tienen una presencia en Libia”, agrega la profesora.
Bifurcación de radicalismos
La débil situación del Estado Islámico tras la reconquista de Mosul no significa su desaparición, porque el sectarismo que gobierno su doctrina sigue presente en muchos de sus militantes y potenciales seguidores.
En un análisis sobre el origen de este grupo, Michael Quigley, analista de terrorismo, en Talking Points Memo, explica que el Estado Islámico surgió por diferencias con al Qaida, de tipo doctrinal, especialmente, pero incluso por rencillas entre sus líderes por sus diferentes orígenes familiares.
El EI, que ha tenido más de cinco nombres, fue fundado en 1999 por Abu Musab Al-Zarqawi, un jordano humilde que, en el fondo, odiaba a Bin Laden. Se conoció por primera vez como “Partido del Monoteísmo y Jihad”, pero luego, con su expansión por el norte del golfo pérsico, pasó a conocerse como al Qaida en Ira (AQI).
Según Quigley, en la primera reunión de ambos líderes, en 1999, fue notable que “Bin Laden y su grupo de líderes tenían una clase media alta con antecedentes ricos y la mayoría tenía una educación universitaria. Esto estaba en marcado contraste con Zarqawi y sus seguidores más pobres, menos educados”.
Estas profundas diferencias continuaron hasta que en 2006 que el sucesor de Zarqawi declaró que el grupo conocido como al Qaeda en Iraq pasaba a convertirse en el Estado Islámico de Iraq. Aquel hombre fue Abu al-Baghdadi, quien empezó a dirigir la tenebrosa legión de terroristas islámicos que se ha conocido hasta el momento. Cinco años después, con un arsenal a su mando y miles de hombres que le juraron lealtad, comenzó su ofensiva en la región.
Mosul y Raqqa
En junio de 2014, tras una dura batalla con las incipientes fuerzas iraquíes armadas por los norteamericanos, el Estado Islámico, visto en ese entonces como un simple brazo rebelde de al Qaida sin capacidad de poner en jaque a un país, se tomó Mosul, fundando el califato.
Por dos años y medio, porque en los últimos sietes meses no ha gobernado, sino sobrevivido, los hombres de al-Baghdadi impusieron un régimen de terror que generó el desplazamiento masivo de miles de iraquíes. Combating Center of Terrorism estima que desde febrero han salido 419.000 civiles de la ciudad y, tras la quinta fase de la ofensiva “Ira del Éufrates”, hay más de 100.000 bloqueados en la ciudad, muchos de ellos amenazados por los terroristas. Según ACNUR, más de 320.000 personas viven en este momento en campamentos u otros lugares alrededor de Mosul.
Como se ha visto en las últimas semanas, la gran coalición liderada por Estados Unidos, de la cual también hacen parte combatiente kurdos Peshmerga (diferentes a los del PPK, guerrilleros), miembros de tribus sunitas y milicianos chiitas, han sitiado el casco viejo de la ciudad, donde está la Gran Mezquita de Al Nuri, que destruyó hace pocos días.
"El fin del Estado Islámico a nivel territorial, no significa el fin como movimiento. Pero la ideología sigue siendo una ideología que atrae.”
Tras su primera victoria, la coalición internacional tiene como próximo objetivo la liberación de Raqqa, Siria, una ciudad diez meses más pequeña, condición que puede llevar a que la ofensiva no tome los casi nueves meses de Mosul.
En Raqqa se espera que el Estado Islámico repliegue todas sus fuerzas para no perder una ciudad que, tras la ofensiva en Mosul, se ha convertido en su base de operaciones; algunos le llaman, su capital en Siria. Si cae la ciudad, la desaparición territorial del grupo de al-Baghdadi puede estar cerca, aunque continúe teniendo presencia en Libia, Afganistán y Pakistán.
Territorio no quiere decir doctrina
A medida que el Estado Islámico ha ido perdiendo territorio, los ataques terroristas en el resto del mundo han aumentado. Esta es una relación simétrica que ha llevado sobre todo a Europa a vivir en un estado de pánico permanente.
“En el momento en que el EI empezó a perder terreno, utilizó una táctica diferente, que fue el terrorismo fuera del Estado. En el momento en que empezó a sentir la presión, mandó a sus soldados a operar en Europa. El 70% o más de los ataques en Europa vienen del EI”, cuenta Domitila Sagramoso.
Desde que se fundó, en 2014, el EI ha cometido 90 ataques en 21 países que han matado a casi 1.4000 personas, sin contar muchos que han sido evitados por las fuerzas de inteligencias de diferentes países.
Al perder el territorio que dominó por tres años, es posible que los emisarios del EI, desplegados por varios continentes, aumenten el número de ataques terroristas en todo el mundo.
El Estados Islámico, bajo ese nombre, quizá desaparezca. Pero el terrorismo islamista, expresado en otras agrupaciones, al Qaida, talibanes y Boko Haram, continuará.
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