Por: Pablo Uribe Ruan
Especial para EL NUEVO SIGLO
EL PASADO martes, Vladimir Putin cargó entre sus manos una Kalashnikov que exhibió a la entrada del Palacio Ras- el- Tin, en el Cairo. Frente a él, a unos escasos centímetros, se encontraba Abdel Fattah al-Sisi, presidente de Egipto, quien fijó su mirada en el rifle de asalto; la cara del premier egipcio estaba invadida por una profunda satisfacción. No es que Al- Sisi sea fanático de los rifles como Putin, o quizás sí, ya que es militar, pero su rostro en esta ocasión estaba marcado por una profunda emotividad dada la concreción de una nueva alianza: Egipto cerró un acuerdo económico y militar con Rusia.
Una vieja amistad
Los lazos de amistad entre ambos país no son nuevos. En 1952, durante los últimos días de gobierno de Stalin, se acordó un tratado comercial en el que la Unión Soviética abastecía a Egipto de granos y madera a cambio del preciado algodón de las orillas del Nilo.
Luego, en 1956, las relaciones se intensificaron con la llegada al poder de Nikita Kruschev y Gamal Nasser en Egipto, quien nacionalizó el Canal del Suez y firmó acuerdos con los soviéticos en materia de créditos y uso pacífico de la energía nuclear en su territorio.
Finalmente, tras más de una década de diálogos, la Unión Soviética construyó junto al gobierno egipcio la Represa de Asuán, megaproyecto que mostró el poderío en materia de infraestructura del gigante comunista.
Egipto, sin embargo, siempre ha querido tener cierta independencia de Rusia a pesar de su cercanía geográfica. Si bien mantuvo buenas relaciones con los soviéticos durante el gobierno de Nasser, nunca quiso ser parte de su proyecto global y, por el contrario, tomó la bandera de los No alineados.
Egipto quiso tener su propio proyecto económico y cultural por fuera de las barreras fijadas por las grandes potencias en la Guerra Fría y así, junto a Tito y Nehru, estableció un modelo basado en la independencia, la autodeterminación y la no presencia de bases militares extranjeras en su territorio. Lo logró por unos años, pero siempre siguió en la mira de las dos potencias.
Por eso, a medida que se acercaba la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos se acercaba al país africano para consolidar una alianza que, luego de varias décadas de predominio soviético, le permitió tener un punto estratégico frente a los países del medio oriente, Rusia y Turquía.
Así, Jimmy Carter inició un ciclo de alianzas con Egipto cargadas de innumerables ayudas en lo económico pero, sobre todo, en lo militar. Por eso, hoy día, los egipcios tras 40 años de cooperación estadounidense tienen unos de los ejércitos más fuertes del mundo.
Geopolítica: Egipto, un socio estratégico
La importancia de Egipto en materia geopolítica no es de los últimos años, a lo largo de la historia su ubicación privilegiada ha dado lugar a que imperios como el de Alejandro o Napoleón pusieran la mira sobre el Sahara. Y ahora, luego de tres décadas de relaciones con Estados Unidos, Rusia vuelve a poner el ojo en el país, bajo la mirada inquietante de Occidente que ve en esa nueva alianza un riesgo inminente sobre sus intereses en la zona.
Es claro. Egipto es una de las claves para el control de los conflictos presentes en Medio Oriente: está casi al lado de Siria, el Líbano está en la mitad, no muy lejos de Irán y comparte fronteras con Israel y Palestina. Además, suele ser la antesala de cualquier movimiento político o cultural en la zona como, por ejemplo, la primavera árabe de 2008, la cual tuvo un efecto viral en todos los países árabes y no árabes, como Siria (para algunos este país no cumple con las características de este fenómeno).
De la primavera árabe sólo quedan cenizas, pues nunca se consolidó el proyecto de un Egipto democrático y anti autoritario. En 2012 los militares, tras las elecciones en las que Mohamed Moris fue elegido por primera vez por el voto popular, dieron un golpe de Estado e impusieron un gobierno cívico militar. A partir del golpe, Estados Unidos fue enfriando sus relaciones con Egipto, a tal punto que en 2014 suspendió parte de la ayuda militar por 1.3 mil millones de dólares que le entregaba al ejército de ese país.
Lo curioso, en medio del enfriamiento de las relaciones de ambos países, es que el gobierno estadounidense se distanció de Al- Sisi, actual presidente egipcio, por considerarlo un golpista que violó el desarrollo democrático de esa nación.
Llama la atención, sin embargo, que Estados Unidos durante más de 30 años financió al régimen autoritario de Hosni Mubarak, dictador que se caracterizó por violar los derechos civiles y políticos de opositores y por innumerables escándalos de corrupción. Quizás todo esto es fruto del giro que tomó la política internacional norteamericana durante la administración Obama. O quizás no, y más bien el giro viene de Egipto que quiere volver a los tiempos de Nasser y reencontrarse con un viejo aliado: Rusia.
Delegación rusa en el Cairo
El periódico Al- Ahram del Cairo abrió su edición del martes pasado con el título: "héroe de nuestros tiempos", refiriéndose a Vladimir Putin. Y así, con el respaldo del titular y la entera disposición del gobierno egipcio, el líder ruso arribó a la capital del país con la certeza de cerrar un acuerdo económico y militar.
Al- Sisi y Putin anunciaron ese martes la creación de una zona libre de comercio entre Egipto y Rusia, una zona industrial rusa cerca al Canal del Suez y el apoyo total por parte de Rusia para la construcción de la primera planta nuclear en Egipto.
Así mismo, los mandatarios estipularon que las relaciones comerciales deben seguir el mismo camino del año anterior, pues en comparación con el 2013 se vio un incremento del 80% en 2014, lo que generó 4.5 billones de dólares en comercio.
De igual manera, Rusia le abrió la puerta a Egipto, el primer país no soviético en establecer relaciones comerciales con miembros del bloque en la zona euro-asiática, para comercializar con Armenia, Bielorusia, Kasajistán, y Kirguistán.
Esto pues en materia de comercio, ya que en lo militar los dos países llegaron a una serie de acuerdos que muestran el verdadero interés ruso: quitarle el control armamentista y militar a Estados Unidos en la zona. La construcción de la Planta Nuclear de Dabaa es la muestra de una política militar extensiva que si bien no cambió, ya que el país se ha caracterizado por invertir cuantiosas sumas en sus fuerzas militares, evidencia que las pretensiones armamentistas toman un matiz más oscuro: lo nuclear.
Esas pretensiones se reafirman con la visita del ministro de defensa ruso en noviembre, luego de 40 años de que un funcionario de ese nivel pisara El Cairo, y la firma con su par egipcio de un acuerdo por 3.5 billones de dólares en armas.
La visita de Putin al Cairo indica que Egipto cambió de socio. Si bien Estados Unidos todavía mantiene una relación con el país africano, no deja de ser cierto que los lazos que los unen cada vez se van enfriando más, a tal punto que con la llegada de Rusia están muy cerca de congelarse.
Esta alianza puede variar la dinámica geopolítica que se presenta en Medio Oriental, pues si bien Estados Unidos tiene socios estratégicos en la región como Israel y Jordania, el distanciamiento de un país tan importante como Egipto puede acarrear unos cambios que repercuten negativamente en las aspiraciones norteamericanas frente a Siria, el Estado Islámica o a Irán, ya que, como se sabe, Rusia tiene una posición distinta a la de Norteamérica frente a dichos países.
Ahora, vale la pena preguntarse si Egipto está iniciado su carrera nuclear auspiciado por Rusia. Hasta el momento no se sabe, pero queda el interrogante abierto.