Proceso de paz: lecciones por aprender | El Nuevo Siglo
Miércoles, 17 de Octubre de 2012

Aparte de un documento elaborado por el Instituto Estadounidense para la Paz (United States Institute of Peace/USIP), la Universidad      de Georgetown, la Universidad de los Andes y el Centro de Investigación y Educación Popular /CINEP.

 

1. Hay que abrir el espacio para una negociación con todos los grupos guerrilleros alzados  en armas y plantear soluciones a los otros factores críticos de violencia

 

Tanto el Presidente como los firmantes del Acuerdo General han invitado a las otras organizaciones guerrilleras alzadas en armas a juntarse a las conversaciones. La experiencia del Caguán muestra cómo se perdió la oportunidad de lograr un acuerdo con el Eln por privilegiar de manera excluyente las negociaciones con las Farc. Hoy no hay que desaprovechar esta nueva oportunidad que se abre. Hay que buscar el mecanismo adecuado para integrar a todos los grupos guerrilleros en el proceso —en mesas paralelas, conjuntas, u otras formas que se puedan pensar. Por otra parte, el gobierno debe definir con claridad desde ahora una política eficaz contra los grupos  surgidos  de  la  desmovilización  de  las Autodefensas Unidas Colombianas (AUC), los demás estructuras paramilitares y las bandas  criminales. En  otros  procesos  de  paz,  la  violencia  paramilitar  causó  la ruptura de los diálogos en múltiples ocasiones y fue un factor en el fracaso de ellos. 

 

2. Un cese al fuego al iniciarse las discusiones entraña algunos riesgos

 

Aunque un  alto  al  fuego  podría  reducir  el  costo  humano  de  la  guerra,  hay  que  tomar  en cuenta cómo, cuándo, y dónde se llevaría a cabo, y bajo qué garantías.  Si una de las partes  no  tiene  un  fuerte  control  sobre  su tropa,  o  si  el  cese  al fuego  da a  los saboteadores  (“spoilers”)  una  oportunidad  fácil  para  socavar  el  proceso,  es mejor esperar a que se den condiciones propicias para declararlo. Los saboteadores fueron un factor crítico en el fracaso del proceso en el Caguán. 

 

3. La intensificación de la violencia no necesariamente da ventajas en la mesa

 

Si se puede aprender de los  procesos  pasados,  todo indica  que  podemos anticipar una escalada de la violencia mientras que las partes buscan mejorar su posición en la mesa  de  negociaciones.    Así  ha pasado  en  Irlanda  del Norte,  África  del  Sur  y  El Salvador, donde las manifestaciones del poder militar de las insurgencias ayudaron a crear la voluntad política del Estado para negociar.  Sin embargo, en la experiencia colombiana  esta  estrategia  no  ha  ganado  mucho  terreno  para  las  partes  en  los diálogos anteriores.  Al contrario, el aumento de violencia durante procesos de paz en Colombia ha fortalecido a los sectores que se oponen a la solución negociada, ha nutrido la desconfianza del público en los motivos de las partes, y ha contribuido a la erosión de la opción política para resolver el conflicto armado interno.

 

4.  Acuerdos  parciales,  temporales,  y  de  naturaleza  humanitaria  pueden construir y  fortalecer confianza en el proceso y dar alivio a  la población civil mientras  se  negocia  un  acuerdo  final

 

Incluso  si  no  se llega a  pactar  un  cese al fuego en  una etapa  temprana  de las negociaciones, ambas  partes podrían ponerse de acuerdo en una serie de acuerdos informales tanto como formales para reducir el impacto  de la  guerra  sobre la  población civil. El  expresidente Ernesto Samper  ha ofrecido una  propuesta, ‘Humanizar  el  conflicto mientras llega la  paz,’  que  vale la pena estudiar. Si se  decide  negociar  sin  un  cese al  fuego, es  deseable  que  haya un acuerdo tácito de actuar con cautela en materia de violencia. Si la situación de orden público  se  deteriora  considerablemente  y  a  nivel  público  no  se  perciben  los dividendos positivos de las negociaciones de paz, existe el riesgo que en el ámbito político  y  de la  opinión pública  se polaricen las posiciones a  favor  de la guerra. El país difícilmente aceptará una escalada de la confrontación armada como la que se dio durante los años del Caguán.

 

5. Hay que establecer claros y viables sistemas de verificación y control antes de  que  se  formalice  cualquier  acuerdo

 

Estos mecanismos ayudarán a asegurar que cualquier violación de los acuerdos sea investigada, documentada, reconocida, y abordada, y que no descarrile las conversaciones.  Establecer un cese al fuego antes de  que  estos  mecanismos  estén  funcionando  tiene  sus  riesgos  particulares.  Igual, hay  que  definir  bien  los  actos  que  se  considera  como  violaciones,  y  crear mecanismos para procesar quejas.

 

6. No levantarse de la mesa hasta llegar a un acuerdo de paz

 

Si no se alcanza la paz en este proceso de diálogo, las posibilidades de lograr una solución política se reducirán no sólo en la actual coyuntura sino por mucho tiempo, y la guerra sufrirá una  degradación  mayor.    En  el  transcurso  de  los  diálogos,  van  a  aparecer provocaciones y enfrentamientos que van a retar el proceso. Los participantes en la mesa  tienen  que  estar preparados  para  enfrentar  tales provocaciones  –ojalá neutralizándolos  con  anticipación– y  sobre  todo,  mantener  su  compromiso  de  no levantarse de la mesa de negociación.

 

7. Anticipar y buscar neutralizar saboteadores potenciales

 

Este proceso como cualquier otro en la historia de Colombia va a tener sus enemigos “agazapados”.  La participación de altos oficiales  (en retiro)  tanto del Ejército como de la Policía, así

como  del  sector  empresarial  dentro  del  equipo  de  negociadores  puede  ayudar  a crear apoyo y confianza dentro de estos sectores, que en el pasado han podido ser obstáculos  al  proceso.  En  el  contexto  actual,  uno  de  los mayores desafíos será la capacidad  de  sabotaje  que  proviene  de  las  bandas  criminales  (bacrim) y  nuevos grupos  paramilitares.  Esto requiere  de una  estrategia  integral,  usando  todas  las herramientas de  que  dispone el Estado, a nivel de  seguridad,  de justicia,  hasta del diálogo, para neutralizar y desmantelar estos grupos.

 

8. Un acuerdo de paz debe contar con  la sociedad civil para ser sostenible

 

El Acuerdo General  contempla insumos  de la sociedad  colombiana  y  reconoce que la construcción de la paz “es asunto de la sociedad en su conjunto que requiere de la participación de todos, sin distinción”.  Es imprescindible encontrar los mecanismos para  canalizar  la  participación  de los  distintos sectores  de  la  sociedad  civil, incluyendo  entre  otros  campesinos,  indígenas,  afro-descendientes,  mujeres, defensores de derechos humanos, desplazados y otras víctimas, y voces regionales. Los mecanismos están por definirse, pero podría ser a  través del Consejo Nacional de  Paz,  de las  Comisiones  de  Paz  de  la  Cámara  y  el  Senado,  de  los  consejos territoriales  o  municipales, o  por  alguna  otra  de  las figuras  contempladas  en  la Constitución de 1991.

 

9.  La experiencia en el Caguán recalca que no es solamente la expresión lo que cuenta, sino la capacidad de sintetizar y traducir los insumos de la sociedad a una  política  de  paz

 

La  organización  de  centenares  de  mesas  temáticas  en  el Caguán  con más  de 20,000  presentaciones  que los  delegados  oficiales  raras  veces escucharon y sintetizaron (y menos archivaron) dejó una frustración profunda en la sociedad civil.  Al final, el público es un “stakeholder” clave y debe apoyar cualquier acuerdo  para  que  sea legítimo  y sostenible.  Sin  aclimatar  la  paz  en  las  regiones  a través  de  procesos  de  concertación  regional,  difícilmente  se  podrá  consolidar  una dinámica de posconflicto a partir de un acuerdo pactado en el ámbito nacional.

 

10.  La  participación  de  las  mujeres  en  la  construcción  de  la  paz  y  la consideración de dimensiones de género asegurarán una paz más sostenible y equitativa

 

Las experiencias en otras zonas de conflicto —como en Liberia, Ruanda, Irlanda del Norte, y África del Sur— demuestran que una participación mayor de las mujeres  da  mejores  resultados.  Más  allá  de  eso,  en  el  caso  colombiano, las dimensiones  de  género  han  permeado  la  violencia  y  requieren  una  consideración especial.  En  un  acuerdo  de  cese  al  fuego  o  un  acuerdo  final habrá  que  crear mecanismos para desmantelar prácticas de violencia sexual que han sido armas de la  guerra.  Enfoques  diferenciales  en  la  política  agraria  serán  necesarios  para garantizar a las mujeres igual acceso a la tierra y los títulos de propiedad, así como a los  créditos,  educación,  empleos, y  otros  beneficios.  Programas  de  DDR  deberán abordar las diferentes necesidades de las mujeres y niñas excombatientes u otras mujeres  asociadas  a la  guerrilla en  diferentes  roles. Se  ha  visto  en  otras  zonas  de conflicto  que  los  acuerdos  de  paz  ofrecen  oportunidades  de  desmantelar  las desigualdades  de  una  sociedad —no  solo  de  genero  sino  de  varios  tipos  de discriminación. Si no se presta atención,  sin  embargo, un  proceso  de  paz  pueden hacer el revés y reforzar tales injusticias.

 

11.  La  sociedad  civil  debe  mantener  su  autonomía  en  el  proceso

 

Una  de las lecciones difíciles aprendidas por la sociedad civil en los diálogos del Caguán es que no debe entregar su autonomía  y  voz a las partes en la mesa.  Ni el gobierno ni la guerrilla  representa  a  (o  puede  hablar  en  nombre  de)  todos  los  actores  de  la sociedad  civil.    Tampoco  la  sociedad  civil  debe  olvidar  que  su  protagonismo  es importante  pero  limitado,  en  el  sentido  que  la  paz  negociada  depende  en  gran medida  de  un  acuerdo  directo  entre  el  gobierno  y  la  guerrilla.  La  sociedad colombiana tiene la responsabilidad de pedir cuentas a los actores armados y de no dejarlos levantarse de la mesa hasta llegar a un acuerdo que ponga fin al conflicto. Por eso debe mantener su capacidad de movilización e incidencia política, con una postura crítica, y su defensa de los derechos de las víctimas. 

 

12.  El  derecho  de  las  víctimas  a  la  verdad,  la  justicia, la  reparación,  y  las garantías  de  no  repetición  no  debe  dejarse  de  lado  en  la  determinación  de alcanzar  un  acuerdo  de  paz

 

El  tema  de las  víctimas  es  uno  de los  puntos  de la agenda establecida en el acuerdo marco alcanzado entre el Gobierno colombiano y las FARC  en  La Habana  el  26  de  agosto. Ciertamente será  un  punto  que implicará grandes retos dado que ambas partes son responsables de infracciones al Derecho Internacional Humanitario  en los largos  años  del  conflicto. Discutir  en la mesa  de negociación sobre cómo cada parte puede contribuir para avanzar en el camino de la verdad,  la  justicia, y  la  reparación  puede  proveer  un  horizonte  de  salida  para garantizar  la  no  repetición  de  las  violaciones  y  puede  evitar  que  una  instancia internacional como la Corte Penal Internacional tenga que intervenir en el futuro.

 

13.  Los  medios  de comunicación  juegan  un  papel  importante  en  la construcción de una opinión pública favorable o adversa al proceso de paz

 

Es fundamental  que  los  medios  de  comunicación  asuman  con  responsabilidad  el cubrimiento  del  proceso  de  paz  buscando  alcanzar  un  balance  adecuado  entre  la necesidad  de  noticias  sobre  el  proceso  de  paz  y  el  cubrimiento  de  las  distintas perspectivas  que  están  en  juego  en  algunos  de  los  temas  críticos,  para  evitar convertirse en caja de resonancia de los elementos que pueden bloquear la dinámica hacia  un  acuerdo  definitivo.  Por  su  parte,  tanto  gobierno  como insurgencia  deben tener  una  clara  política  de  información  sobre  el  avance  de  las  negociaciones, ofreciendo la información  necesaria  y  pertinente,  pero  cuidándose  de no negociar desde los micrófonos.

 

14.  El  papel  de  la  comunidad  internacional es  fundamental  al  futuro  del proceso

 

La comunidad internacional puede jugar una serie de papeles para apoyar los  diálogos  de  paz,  tanto  como  en la  construcción  de la  paz.  Ya  Cuba  y Noruega sirven de garantes del proceso actual.  Venezuela ha jugado un papel en la logística y de acompañante hasta ahora, y éste y Chile acompañarán el proceso en Noruega y Cuba. Otros papeles pueden destacarse relacionados a la desmovilización y desarme de las  tropas. En el pasado, muchos de los procesos de paz (la desmovilización del M-19, la Corriente de Renovación Socialista, el Movimiento Armado Quintín  Lame, partes  del  Ejército  Popular  de  Liberación,  las  Autodefensas  Unidas  de  Colombia),  han  contado  con  la  asistencia  técnica  y  el  apoyo  de  distintos  sectores  de  la comunidad  internacional. Distintas  formas  de  colaboración  pueden  llegarse  a  dar. Hasta el momento no se haya definido la necesidad de un facilitador o un mediador internacional (o nacional, de los cuales hay muchos), pero puede llegar el momento cuando  se  considere pertinente  y necesario  buscar  a  un  tercero  que  ayude  a  las partes a reconciliar posiciones encontradas.  En la  fase de implementación de este proceso, cuando la participación de la sociedad civil en la construcción de la paz se consolide será imprescindible  que  la  comunidad  internacional  no  abandone  a Colombia,  sino  busque fortalecer  la  construcción  de  la  paz,  la  reintegración, y  la reconciliación con acompañamiento, apoyo técnico y recursos materiales.

 

15. La construcción de la paz llevará  tiempo, pero  es importante que  la paz sea  sostenible

 

Todos  los  interesados  deben  tener  la  paciencia  y  la  comunidad internacional  debe  ser  consciente  de  que  si  y  cuándo  un  acuerdo  final  se  alcanza, será  sólo  el  comienzo  de  un largo  proceso  de  avanzar  hacia la  reconciliación,  que será  la  base  para  un  futuro más  esperanzador  y sostenible para  toda  la  sociedad colombiana.