Para algunos fue la gente, para otros el movimiento y la energía de la ciudad. Tres extranjeros que llegaron a Bogotá de paso, y se quedaron con ganas de descubrir más, cuenta su historia. Sam, Julie y Raphael, dan una mirada desde los ojos de un extranjero que llega a vivir en una cultura ajena a la de ellos.
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¿Dejarías tu ciudad natal atrás para comenzar una vida nueva en otro país? ¿Las comodidades de tu casa, la familia, la estabilidad, la seguridad de saber cómo posiblemente se va a desenlazar tu vida, la confianza de saber que esa es la gente con tu misma sangre? Sam, Julie y Raphael tomaron este riesgo; el riesgo de dejar sus casas atrás y conocer un país nuevo, una ciudad alucinante y un estilo de vida completamente distinto de lo que les cabía en la mente. Tres extranjeros que vienen de ciudades diminutas al lado de Bogotá, ciudades en países del primer mundo, ciudades que nos llevan por delante en seguridad, orden y economía, sin embargo, ellos escogieron Bogotá, Colombia, escogieron quedarse.
Sam
Sam Miller, un australiano de 32 años, terminó sus estudios en publicidad y decidió despedirse de su familia que vive en Cairns, una ciudad con apenas 122.731 personas. Emprendió un viaje en moto a los 25 años por Latinoamérica visitando Argentina, Perú, México y Panamá. Pero esta vez una de sus paradas era Colombia, un país que Sam aún no sabía que cambiaría su vida para siempre. “Vi algo aquí que no había visto en ningún otro lado, vi un país que no estaba siendo apreciado lo suficiente por su potencial, por lo que tenía”, cuenta Miller.
Tras terminar su recorrido que finalizaba en Argentina, era hora de volver a casa, pero había algo que alaba al australiano devuelta a la capital de Colombia, esa capital donde sintió algo poderoso y atrayente, una ciudad para convertir en su hogar. “Era el momento para pensar en dónde podía acomodarme, dónde podía emprender una carrera, asentar mi vida y simplemente sentí que debía ser acá”, dice. Sam sintió que esta era la decisión de debía tomar y a partir de esto comenzó a formar su vida acá.
Sam le cuenta a EL NUEVO SIGLO cómo fue este proceso y por qué tomó esta decisión. “Hacer pesos como extranjero es muy difícil en Colombia, al principio me tocó trabajar como actor en comerciales y profesor de inglés. Yo sabía que era probable estar haciendo más dinero en mi ciudad, pero acá estaba feliz”, cuenta. A pesar de las adversidades al principio, Sam sentía que esta era la ciudad en la que quería estar. “Me gustó Bogotá por su movimiento constante, por la atracción hacia lo inesperado de cada día, esto fue lo que me hizo quedar acá”. Sam hace una comparación con su ciudad natal y cómo sería su vida allá, “el estilo de vida donde yo estaba era muy cómodo y predecible, yo veía a las personas con 20 años más que yo viviendo la vida que yo en algún momento iba a vivir, me asustaba pensar que podía predecir mi futuro, saber qué tipo de casa iba a tener, qué carro iba a comprar, la rutina que llevaría”, dice Sam decepcionado. Hoy en día Sam vive en Chapinero central, su hogar en Bogotá, la ciudad que lo magnetizó en el momento que puso pie en ella.
Juliet
Terminando su carrera de administración de empresas, llega Julie Batut a Bogotá, una francesa de 23 años de la ciudad Rouen con 110,933 habitantes, ansiosa por conocer la ciudad de la que tanto le habían hablado, cosas buenas, cosas malas, pero ella quería descubrirlo por sí misma. Tuvo que escoger una ciudad en todo el mundo para realizar un semestre, ella escogió la capital de Colombia, después de esto decidió quedarse a hacer su práctica también. “Bogotá es una ciudad muy activa, su gente es una de las grandes razones que me gustó, la gente acá es muy amable, cálida, y muy atenta con caras extranjeras. Esto es diferente a mi ciudad, allá ni voltean a mirar a un extranjero que va caminando por la calle, no se interesan por saber cuál es su historia. Los bogotanos son despreocupados, prefieren estar alegres y disfrutar, en vez de pensar en el estrés del día a día, en Rouen era diferente esto”, cuenta Julie. Por otro lado, Julie se sorprendió con la cantidad de cosas en la ciudad, algo que no se ve de donde viene ella, “la variedad de cosas dentro de la ciudad me gustó mucho, en la Candelaria está lo histórico y arquitectura antigua, en la 93 los restaurantes y la rumba y en los cerros la naturaleza.”
Raphael
Desde Annemasse, una ciudad en Francia próxima a la frontera con Suiza llegó Raphael Valet a realizar un internado para terminar su master en urbanización y planeación, su plan ahora es quedarse en Colombia. “Cuando llegué me sentí más cómodo siendo yo mismo acá que allá”. Raphael cuenta una de las experiencias que más lo conmovieron cuando llegó: “ me enfermé y me tocó quedarme en casa una semana, de repente comienzo a recibir mensajes de personas del trabajo preguntándome cómo estoy, si se me ofrece algo, y yo no entendía, era gente que ni conocía bien…” Raphael se comenzó a sentir en casa, y entre más pasa el tiempo más se sorprende y se acomoda.
La rutina frenética de Bogotá, sus diversos estilos de vida, la calidad de su gente, todo esto fue lo que enamoró a estos personajes que desconocían lo que tenía por ofrecer la ciudad, “un lugar especial, lleno de personas con pasiones que está alcanzando su mayor potencial”, últimas palabras robadas de Sam Miller.
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