Arranca la verdadera recta final de la contienda. La decisión de los conservadores de firmar un acuerdo programático con Vargas fue la noticia de la semana. Los próximos 35 días serían al todo o nada. El pulso entre encuestas y mapas políticos aumentará, en tanto la agenda diaria seguirá irrumpiendo con fuerza en la campaña. Los partidos religiosos-políticos suman un millón de votos y están a pocos días de definir a quién adhieren. Análisis
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El próximo viernes la campaña para la Presidencia de la República entra en su último mes, lo que significa que los candidatos deben jugarse el todo por el todo si quieren tener chance real de pasar a la segunda vuelta.
Serán cuatro semanas a todo vapor en las que tanto los aspirantes presidenciales como sus fórmulas vicepresidenciales deberán quemar todos sus cartuchos para que la noche del 27 de mayo les sea favorable cuando la Registraduría Nacional dé los resultados de la votación.
¿Cómo está hoy el escenario de campaña? A la antesala de este último mes de la contienda proselitista se llega ya con la mayoría de los partidos, alianzas y coaliciones definidas. No hay que olvidar que tras las elecciones parlamentarias y las consultas interpartidistas del pasado 11 de marzo, eran cuatro los temas que quedaban pendientes.
En primer lugar, las dos grandes colectividades que no tenían candidato propio y debían anunciar a qué aspirante apoyarían, hicieron sus respectivas movidas en las dos últimas semanas.
El partido de La U, que es la colectividad de gobierno y cuyo principal jefe natural es el presidente Juan Manuel Santos, anunció su apoyo institucional al candidato presidencial Germán Vargas Lleras. Esto significó una movida importante toda vez que esa facción política sacó en las elecciones para Senado más de 1,8 millones de votos.
A su turno, el pasado miércoles la bancada del Partido Conservador, compuesta por los 57 senadores y representantes a la Cámara, tanto actuales como electos, decidió en una votación interna, que se zanjó por 32-23, avanzar hacia un acuerdo programático con Vargas Lleras, quien le ganó el pulso al aspirante uribista Iván Duque. Aunque la decisión debe ser confirmada por el Directorio partidista a mediados de la próxima semana, no se ve probable que la determinación de la fuerza parlamentaria sea desconocida por la cúpula azul.
Los parlamentarios que están con Vargas Lleras, gran parte de los cuales obtuvieron las mayores votaciones para Senado, calculan que de los más de 1,9 millones de votos que esta colectividad sacó en 11 de marzo para el Senado, más de 1 millón sufragios se alinearon con la aspiración del exvicepresidente. A su turno, para las toldas del aspirante uribista se habrían ido entre 400.000 y 450.000 de esos votos, al sumar la votación de los senadores y representantes que lo apoyan, una parte de ellos ‘quemados’. Los restantes votos, alrededor de medio millón, estarían representados en los 215.000 votos que se presentaron por el solo logo del partido y las votaciones inferiores a los 20.000. Es muy difícil prever el rumbo que tomará esta fracción electoral.
Así las cosas, se llega a este último mes de campaña solo con dos respaldos partidistas en duda, los de las colectividades político-religiosas como el MIRA y el movimiento Colombia Justa Libres, que sumaron casi un millón de votos para Senado, logrando seis curules.
Se trata, sin duda, de un botín electoral importante, toda vez que estas organizaciones tienen una disciplina política muy alta a la hora de movilizarse por determinada causa o candidato. Aunque esta semana se indicó que MIRA estaba cerca de Vargas Lleras, la cúpula de ese partido aclaró que no ha tomado decisión alguna. De Colombia Justa Libres se dijo que podrían apoyar a Viviane Morales, pero luego se precisó que tampoco han definido a quién van a respaldar.
¿Cómo están las cuentas?
En materia de alianzas y coaliciones, el bloque de respaldo a Vargas está compuesto por tres partidos. Cambio Radical sacó un total de 2.155.487 votos para el Senado, los conservadores sumaron 1.927.320 sufragios y La U alcanzó 1.853.054. Esto significa, entonces, que esta alianza tendría un potencial político de 5.935.061 de votos. Sin embargo, hay que aclarar que una porción de conservadores está con Duque.
En cuanto a Duque, hay que basarse en los 6.138.503 sufragios que logró la consulta interpartidista uribista en la que participaron él, Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez. Ese triunvirato se mantiene firme, aunque hay que aclarar que el 11 de marzo muchos críticos de la izquierda votaron en esta consulta sólo para hacerle contrapeso a Petro pero el 27 de mayo podrían irse para el candidato de su partido o preferencias.
Luego quedaría Petro, en cuya campaña revalidan como su potencial electoral de base los 3.531.288 votos que sacó la consulta interpartidista, cuando compitió con Carlos Caicedo. Sin embargo, hay que recordar que este último le marcó distancias al exalcalde bogotano apenas unos pocos días después del 11 de marzo. Y también que en esa fecha mucho antiuribista votó en esta consulta de la izquierda sólo para hacerle contrapeso a Duque. Ya el 27 de mayo, ese fenómeno no se repetiría.
En cuanto a Fajardo y De la Calle, aunque trataron de adelantar tardíamente una alianza, fracasaron. Como no han sumado hasta el momento ningún apoyo partidista nuevo, entonces el exgobernador sigue con un potencial de alrededor de dos millones de votos (los 1,3 millones de votos de la Alianza Verde y los 700.000 del Polo), aunque hay que aclarar que una parte de este último partido se sigue derivando hacia Petro, e incluso perdieron un pulso para que los dejaran en libertad de desmarcarse de Fajardo.
De la Calle, tras verse forzado a reversar el intento de alianza con Fajardo, sigue confiado en los 1,9 millones que logró el liberalismo para Senado, por más que en las encuestas apenas si le está ganado a Morales. Si bien el expresidente César Gaviria insiste en que todo el partido está ya alineado con el exjefe negociador de paz, hay que aclarar que dirigentes rojos están deslizándose desde hace varias semanas a Vargas e incluso Duque.
Mayor diferenciación
Un segundo elemento que marca cómo llegan los aspirantes a este último mes de la carrera por la sucesión de Juan Manuel Santos, es el relativo a que, por primera vez, después de más de siete meses de puja proselitista y mecánica electoral, ya la opinión pública ha podido empezar a diferenciar los perfiles y las propuestas de la mayoría de los candidatos. Esto es clave para inclinar la balanza entre la franja de ciudadanía que todavía se mantiene indecisa así como en la votación de opinión que suele definir sus apoyos apenas unos pocos días antes de los comicios.
En este aspecto ha sido clave no solo la definición de los tiquetes presidenciales, sino principalmente una mayor exposición mediática de las propuestas de cada uno, en especial a través de los debates radiotelevisados –con la caja de resonancia de las redes sociales- que se han realizado en distintas zonas del país. Algunos han sido más movidos que otros e incluso uno muy accidentado como el de mediados de esta semana, en Manizales, en donde la beligerancia de los partidarios de Petro casi obliga a cancelar el cara a acara, que al final tuvo que realizarse a puerta cerrada y con un eco mucho menor a lo esperado inicialmente.
A través de los debates la opinión pública ha podido tener una visión más cercana del perfil, carisma, contradicciones y puntos fuertes y débiles de los aspirantes. Esta circunstancia ha permitido, incluso, que los propios aspirantes hayan aprovechado estos escenarios para cruzarse duros señalamientos y criticas mordaces que le han metido ‘picante’ a la campaña. Esto último, así haya quienes crean que por esta vía se incentiva la polarización, es, sin embargo, muy positivo porque la ciudadanía venía muy apática y poco interesada en la competencia por la Casa de Nariño, más aun a medida que el ambiente futbolístico por la cercanía del Mundial de Rusia va centrando la atención a nivel nacional.
Como es apenas obvio los análisis sobre a quién le ha ido mejor o peor en estos cara a cara son múltiples pero también muy contradictorios, según la orilla política de quien haga el análisis o los aspectos que tome en cuenta para el mismo.
Encuestas vs. Mapas
También podría decirse que estos debates -el tercer elemento característico ad portas del último mes de campaña- le han quitado impacto a las encuestas sobre preferencias electorales que venían marcando el ritmo de la contienda en los últimos meses.
Si viene es cierto que los sondeos más recientes continúan mostrando a Duque en el primer lugar, las distancias respecto a Petro han sido variables, en tanto que Sergio Fajardo y Vargas Lleras continúan en un segundo pelotón muy competido. Humberto de la Calle, a su turno, se muestra muy descolgado, apenas superando a la exsenadora liberal Morales.
La novedad, sin embargo, radica en que las alianzas partidistas y adhesiones a los candidatos, especialmente las de La U y los conservadores hacia Vargas Lleras, han dado más peso a los llamados mapas políticos o “modelos de pronóstico”, en los que los análisis se hacen con base, no en la opinión de los consultados por un encuestador (que rara vez pasan de 1.500 o 2.500), sino en los potenciales electorales que podrían estar acompañando a cada competidor por la Casa de Nariño, según los acuerdos concretados y oficializados.
Cuando se aplican estos modelos o se hacen estos mapas, el ajedrez cambia, mostrando a Duque en primer lugar, consistente, pero con menos ventaja, en tanto Vargas Lleras, por efecto del apoyo de tres partidos políticos, se ubica en el segundo lugar.
Petro, a su turno, cae al tercero y Fajardo al cuarto, ya que ninguno pudo concretar algún tipo de alianza nueva después del 11 de marzo. De la Calle, entre tanto, sigue más atrás, ya que si bien el expresidente Gaviria logró disciplinar a la mayoría del liberalismo alrededor del candidato, hay muchos dirigentes en las toldas rojas que ya hacen fila o están en otras campañas.
¿A qué creerle más: a las encuestas o a los mapas políticos y los modelos de pronóstico electoral?
Las primeras, como se sabe, tienen hoy en Colombia un alto nivel de desconfianza por cuenta de ‘descaches’ tan graves como los ocurridos en las proyecciones sobre lo que iba a pasar con la votación del plebiscito refrendatorio de paz en noviembre de 2016.
Los modelos de pronóstico, entre tanto, son una herramienta nueva en Colombia. Si bien se basan en escenarios más reales como las sumatorias de los potenciales electorales de los componentes partidistas de cada coalición o alianza, lo que les daría un piso real más sólido, no se puede negar que en política, y más aún en escenarios tan polarizados como el colombiano, todo tiende a volverse impredecible.
Precisamente en los próximos días, teniendo como mira que comienza la última semana de la campaña, se van a presentar nuevas encuestas y mapas políticos potenciales que, sin duda, serán el banderazo de la recta final de la contienda, con el plus de que ya podrían estar reflejando decisiones como las de La U y el grueso de los conservadores yéndose a las toldas de Vargas Lleras; o un mayor deslizamiento del Polo hacia Petro; los respaldos azules a Duque; la gira de Gaviria con De la Calle por todo el país, de la mano de los parlamentarios liberales; o la forma en que Fajardo y Claudia López defendieron como bandera propia la consulta anticorrupción…
El peso de la coyuntura
El cuarto elemento determinante en los 35 días que faltan para las cita en las urnas que señalará los dos candidatos que irán al balotaje final del 17 de junio, tiene que ver con el peso cada vez mayor que están teniendo en la campaña los hechos del día a día.
Y es que no se puede negar que las posturas que han asumido los distintos candidatos frente a temas como el caso de alias ‘Jesús Santrich’, el desmovilizado cabecilla de las Farc capturado por presunto narcotráfico y en riesgo de extradición a los Estados Unidos, ha impactado sustancialmente al electorado.
Es más, según analistas, el hecho de que todos los aspirantes hayan advertido que si el delito se cometió después de diciembre de 2016 autorizarían la extradición, le quitó a la campaña un elemento importante en cuanto a saber qué candidato es menos duro con la guerrilla desmovilizada y cuál más drástico.
Igual puede decirse de otros temas que tienen que ver con el conflicto armado y el acuerdo de paz, como la crisis en la negociación con el Eln o la delicada situación de orden público en la frontera con el Ecuador. Prácticamente ningún candidato ha asumido una posición flexible frente a cualquiera de estos dos casos, haciendo más difusa, entonces, la posibilidad de diferenciación entre los candidatos más flexibles y más fuertes respecto al tema Farc.
Incluso se ha venido difuminando poco a poco la puja que estaba marcando semanas atrás la campaña en torno a que habría que decidir sobre las opciones de derecha, de centro y de izquierda radical. Ahora pesan más cuestiones temáticas y puntuales, que el pulso por las posturas ideológicas más generales.
“… Si no se hubiera presentado lo de Ecuador o la escalada terrorista del Eln, es claro que las posturas de los candidatos serían hoy distintas y la opinión pública podría ver más matices… Pero como no hay posibilidad alguna de que algún candidato crea que se debe tener mano suave con el Eln o con las disidencias de la Farc o incluso con el tema de Nicolás Maduro en Venezuela, entonces el tema de la paz y la guerra ya no es un gran punto de diferenciación en la contienda, como se pensaba meses atrás… Es más, hoy lo poco que se puede distinguir entre Duque, Vargas, Petro, De la Calle y Fajardo respecto al acuerdo con las Farc, es el nivel mayor o menor de ajuste que le daría cada uno al acuerdo… Todos extraditarían a ‘Santrich’, todos son partidarios de apretar al Eln, todos critican a Maduro… Solo hay diferencias en aspectos puntuales sobre cómo atacar el microtráfico, cuál sería la política de erradicación de cultivos o como redirigir la política antidroga, sin caer ninguno en la legalización per se, ni en la descriminalización del narco…”, precisó a EL NUEVO SIGLO un importante estratega de campaña, que pidió la reserva de su nombre.
Lo mismo ha ocurrido con otros temas que meses atrás se pensaba iban a marcar grandes diferencias entre los candidatos y, por ende, su nivel de apoyo o critica dentro del electorado. Por ejemplo, ya quedó claro que ninguno de los aspirantes subirá la edad pensional, que ninguno plantea crear nuevos y grandes impuestos, que ninguno acabará con la extradición, que ninguno va a desmontar los principales programas sociales, que ninguno defiende a las EPS, que nadie va a desmontar la tutela, y que todos coinciden en que hay que mejorar la focalización de los subsidios para los sectores más vulnerables y más necesitados.
Es más, la mayoría de los debates que se han generado, sobre todo teniendo gran eco y resonancia en las redes sociales, en torno a las reformas radicales y posiciones controvertidas de los candidatos, han terminado por ser desmentidos por las campañas o morigerados sus efectos por los propios candidatos al ver la reacción negativa a sus planteamientos al respecto.
Claro, hay diferencias entre los candidatos en programas muy puntuales, pero estas no son sobre los temas que más impactan a la ciudadanía, aunque sí a determinados sectores políticos, económicos, sociales e institucionales.
En sus marcas…
Visto todo lo anterior, queda en evidencia que lo que pase a partir de esta semana va a definir el rumbo de la campaña. Claro, hay un acumulado importante en materia de diferenciación de perfiles, fijación programática, alianzas políticas y coaliciones, impacto de los debates, énfasis en los flancos débiles y fuertes de los aspirantes e incluso de tendencias en encuestas y modelos de pronóstico.
Pero también es evidente que la historia política ha demostrado en Colombia que muchas elecciones presidenciales se han definido en las últimas cuatro, tres o dos semanas. Lo ocurrido en 2014, con el sorpresivo triunfo de Óscar Iván Zuluaga en la primera vuelta y luego de Santos en la segunda, es una prueba más que cercana de esa premisa.
Por lo pronto hay que esperar a que la cuenta regresiva del último mes de la campaña comience a correr el próximo viernes. Todos los candidatos se van a jugar sus restos, sin cálculos mayores ni precauciones respecto a qué podría pasar después del 27 de mayo. La hora de las definiciones, por fin, llegó. El que se equivoque, podría perderlo todo.