“Quienes buscan imponer sus ideologías cuestionan relevancia del conocimiento" | El Nuevo Siglo
En su discurso en el Rosario, el exministro Mauricio Cárdenas hizo un profundo análisis de las crisis que afronta el país en temas como valores y conocimiento. / Foto @MauricioCard
Viernes, 15 de Marzo de 2024

“Pero pensando en todos ustedes, estimados graduandos, en esta época de múltiples crisis quisiera referirme a dos en particular que son muy relevantes para un grupo de profesionales especializados en finanzas, políticas públicas y economía como el que se gradúa hoy. La primera es la crisis de valores, no en el sentido moral o ético –aunque también tiene algo de ello–, sino en el sentido de no poder asignar el valor correcto a las cosas. La segunda, más amplia y general, es la crisis del conocimiento. El que la relevancia del conocimiento esté siendo cuestionada por quienes quieren imponer sus ideologías en detrimento de la evidencia y los métodos de la ciencia, es algo que va directamente en contra de todo lo que ustedes representan. La actitud displicente hacia los 'expertos' –que no es un fenómeno exclusivo de Colombia– desvaloriza el capital humano y, por ende, el esfuerzo realizado por ustedes.

Se puede decir que las dos crisis están entrelazadas. La crisis del conocimiento es también una crisis de valores. Es una forma de decir que aquello a lo que ustedes le dedicaron meses y años de trabajo, con gran sacrificio, no tiene valor. O, por lo menos, no es valorado por líderes que consideran que sus propios instintos e intuiciones son una mejor guía para la conducción de las políticas públicas.

A pesar de todos los avances que ha tenido la humanidad, el mundo vive en una permanente contradicción: valoramos poco lo que es realmente importante. Es decir, tenemos una incapacidad para definir de manera adecuada el valor de las cosas. Por ejemplo, la crisis del covid-19 puso en evidencia el poco valor que las sociedades les han otorgado a la salud y a la preparación para enfrentar pandemias. Esto, que era cierto antes, sigue siendo cierto hoy, cuatro años después de que la OMS declarara la pandemia del covid-19. Si tuviéramos que enfrentar una nueva pandemia, no estaríamos mejor preparados.

Además, se hizo evidente la falta de conocimiento. Por ejemplo, se cerraron innecesariamente los colegios en todo el mundo, unos más que otros, pero con un costo promedio para toda la humanidad equivalente a siete meses de aprendizaje, según un estudio del Banco Mundial de enero de este año

El cambio climático y el aumento de la temperatura global son otra manifestación del problema de valores y valoración. Los eventos climáticos extremos, la destrucción de hábitats y la extinción de especies indican que no valoramos los activos ambientales que nos rodean. Para ilustrar el punto, en nuestro propio país el precio de la tierra con bosques es menor que la tierra que ha sido talada (o quemada o 'limpiada', para ponerlo en el lenguaje popular). Una hectárea de tierra habilitada para la ganadería puede valer entre 10 y 20 millones de pesos en el suroriente colombiano. Estos valores contrastan con el valor de los bosques y selvas para la humanidad. Una hectárea de selva húmeda tropical captura 150 toneladas de biomasa de carbono al año que, valoradas a 100 dólares por tonelada –la cifra utilizada por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) para estimar los costos sociales de las emisiones de carbono–, equivale a 200 millones de pesos. Esto es lo que realmente 'vale' una hectárea de selva: 20 veces más del precio que le pone el mercado.

Es un sinsentido que aún hoy, cuando entendemos mejor las consecuencias del cambio climático, el mercado pague más después de haber quemado la capa vegetal y destruido la biodiversidad. Si hay un problema de valoración quiere decir que los precios no están haciendo bien su trabajo y no dan las señales correctas. Estamos frente a una verdadera 'falla de mercado'. Es decir, no cambiamos nuestro comportamiento –por ejemplo, no reducimos nuestro consumo de combustibles fósiles o de plásticos de un solo uso– porque el mercado no nos indica el verdadero valor de las cosas".

Dimensión ética

"Pero no todo es economía: también hay una dimensión ética cuando sabemos que existe un problema pero no actuamos sencillamente porque es más fácil postergar su solución y pasarle la pelota a la próxima generación. Le damos mucho más peso al presente que al de nuestros descendientes, o incluso a nuestro propio futuro.

La solución no es simplemente imponer el precio correcto. La redefinición de los valores hacia la sostenibilidad debe ser impulsada por el cambio cultural, no sólo por variables económicas. De hecho, las preferencias a favor del medio ambiente son más importantes entre los jóvenes y los individuos con mayor nivel educativo. Esto no debería sorprendernos: a la atmósfera le 'cabe' una cantidad adicional de gases efecto invernadero antes de empezar a generar serios problemas. El cupo o presupuesto de carbono disponible –que podrán utilizar las nuevas generaciones– es solo una octava parte de las emisiones que hicieron sus abuelos. No hay espacio para más emisiones sin causar una debacle.

Como argumenta Cass Sunstein, el que exista una acción colectiva orientada hacia la sostenibilidad –que parecía improbable hace unos pocos años–, debe animarnos. Lo observamos en el surgimiento de movimientos sociales, portafolios de inversión verdes, empresas que garantizan la sostenibilidad en su producción y países que anuncian que lograrán cero emisiones a mediados del presente siglo. Ya son frecuentes los casos de bancos que se niegan a prestarles dinero a empresas que deriven la mayoría de sus ingresos de la emisión de gases de efecto invernadero. Todo esto es promisorio…

… Hace pocas semanas escuché el discurso que pronunció Javier Milei, presidente de Argentina y reconocido exponente de las tesis libertarias, en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. No se interesó en promover la inversión en su país, o en explicar su plan de gobierno, lo que tradicionalmente hacen los jefes de Estado en dicho evento. Dedicó 30 minutos en ese excepcional escenario a argumentar que las fallas de mercado no existen –sugiriendo que la economía como ciencia está equivocada–. Al hacerlo, buscaba llegar a una única conclusión: si no hay fallas de mercado, no hay justificación alguna para el papel del Estado.

En el otro extremo ideológico hay quienes piensan que las fallas de mercado no se pueden resolver con la regulación y los instrumentos fiscales. La conclusión natural de este enfoque es que el Estado debe reemplazar al mercado y hacerse cargo. Esta visión maximalista del Estado, hoy en boga en Colombia, trae otro tipo de problemas, pues de las fallas de mercado pasamos a las fallas de Estado, como corrupción y captura, para no hablar de la incapacidad del Estado de ser el proveedor de múltiples bienes y servicios.

Estas dos visiones extremas, la libertaria y la estatizadora, tienen algo en común: en ambos casos la formación que ustedes han recibido deja de tener valor, pues sobran los profesionales en políticas públicas. No hay políticas que diseñar, pues todo lo resuelve el mercado o el activismo estatal".

Resiliencia democrática

"La democracia está siendo socavada en muchas partes del mundo. Las múltiples crisis actuales afectan los niveles de vida y generan ira y frustración. Los autócratas aprovechan la oportunidad para debilitar las democracias, incluyendo el papel de la oposición, las reglas electorales y, en general, el sistema de pesos y contrapesos. Todo esto deteriora la calidad de las políticas públicas.

Los líderes eficaces no pueden dejarse abrumar por los acontecimientos. Por el contrario, deben estar preparados para afrontar problemas complejos y reaccionar con calma y proactividad. Para garantizar eso, preocúpense por recopilar y analizar información, diferenciar hechos de especulaciones, identificar experiencias exitosas y aprender de los fracasos.

Personas como ustedes deben tratar de romper el círculo vicioso entre mala política, malas políticas y malos resultados. Para ello, deben comprender que tener las ideas correctas ya no es suficiente. La comunicación eficaz, el uso de las redes sociales y la narración de historias son indispensables, pero generalmente se subestiman. Es decir, ustedes deben estar preparados para combatir algo para lo cual no han sido entrenados. Me refiero a la llamada infodemia, la epidemia de la desinformación.

No hay muchas soluciones, pero una gran cantidad de trabajos en las ciencias sociales plantean que el involucramiento de la comunidad es un antídoto efectivo frente a los dos tipos de epidemias: las virales y las de información errada. En la medida en que las comunidades sean más activas –a través de emisoras locales, juntas de acción comunal, asociaciones de vecinos, entre otros– se fortalece la confianza en las instituciones y entre las personas”.

 

<DESTACADO>“Esta visión maximalista del Estado, hoy en boga en Colombia, trae otro tipo de problemas pues de las fallas de mercado pasamos a las fallas de Estado, como corrupción e incapacidad de ser el proveedor de múltiples bienes y servicios”