Paz y guerra: de transición a definición | El Nuevo Siglo
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Domingo, 23 de Diciembre de 2018
Unidad de análisis
En 2019 hay que decidir si el proceso con Eln se mantiene o rompe. La JEP debe rendir y definir suerte de cabecillas rebeldes. Neutralizar a las disidencias, el mayor reto en lo militar. Ojo a proyecto que desliga narcotráfico y secuestro de delito político

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El año que está por comenzar debe ser, sin duda alguna, el que perfile la política de paz y la política de guerra en Colombia. Es claro que el segundo semestre de este 2018 fue un periodo de transición en el que el gobierno Duque no se lanzó de forma desaforada a “ajustar” drásticamente el acuerdo de paz con las Farc, tampoco desmontó de un tajo la negociación con el Eln que heredó o envió a la Fuerza Pública a una estrategia de ‘tierra arrasada’ en las zonas en donde operan los grupos armados ilegales.

Ahora, ya con un diagnóstico claro sobre qué se puede reformar y qué no, este 2019 será el año de la ejecución de las estrategias. Por ejemplo, es evidente que la administración Duque no hará “trizas” ni reversará el fondo de acuerdo de paz con las Farc. Los intentos por modificar la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) o ‘apretar’ los condicionamientos a la negociación con grupos ilegales, a través de la reforma a la Ley 418, no progresaron en el Congreso. Quizá el único avance en este aspecto es el proyecto de origen gubernamental -que sigue en trámite- en pos de que el narcotráfico y el secuestro no sean considerados como conductas penales conexas al delito político.

Aquí es claro que hay una estrategia para meterle más presión a la negociación con el Eln, que se encuentra congelada desde que el gobierno Duque supeditó su continuación a que ese grupo subversivo deje de secuestrar, libere los plagiados y suspenda cualquier acción terrorista o de hostilidades contra la población civil.

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De allí, entonces, que este primer semestre de 2019 será clave para el proceso con el Eln, ya que las partes deberán decidir qué se hará con la negociación. Las tratativas no se pueden mantener congeladas de forma eterna. Igual, se espera que la presión sobre Venezuela y Cuba surta algún efecto en torno a la captura y deportación de los cabecillas ‘elenos’. Por el momento, aunque el próximo año arrancará con tregua unilateral de esa facción subversiva -que va hasta el 3 de enero- lo cierto es que se prevé un duro pulso en lo militar entre Fuerza Pública y el Eln.

Disidencias, el objetivo

En cuanto a las Farc el 2019 será determinante por tres hechos puntuales. En primer lugar, la capacidad y eficacia que tenga la Fuerza Pública -con nueva cúpula recién nombrada- para reducir militarmente a las disidencias, sobre todo neutralizando su crecimiento en pie de fuerza y sacándolas del negocio del narcotráfico. El abatimiento el viernes pasado de alias ‘Guacho’ es un golpe clave en esa dirección.

En materia de orden público este es el principal reto para el año que comienza, sin duda alguna. Y ello implica no sólo que los nuevos planes estratégicos “Bicentenario” permitan al Estado recuperar el dominio territorial de las zonas dejadas por la facción de las Farc que se desmovilizó, sino frenar la expansión de los narcocultivos, que junto a la minería ilegal, se convirtió en la fuente de financiación principal de disidencias, Eln, bandas criminales tipo ‘Clan del Golfo’ y otras mafias locales o internacionales que hoy protagonizan un difuso pero cada vez más cruento rebrote de la violencia.

Para nadie es un secreto que de un gobierno uribista se espera un alto índice de eficacia en materia de orden público. Duque, la cúpula militar, el Centro Democrático y el propio expresidente Uribe lo saben, y de allí que su prioridad será que se asesten más golpes contundentes a los viejos y nuevos actores violentos. En ese orden de ideas, hay “objetivos de alto valor” que deberán ser neutralizados, ya que cada día que pase sin que caigan cabecillas como los alias  “Otoniel”, ‘Gentil Duarte’, ‘Cabuyo’ o algún mando alto del Eln, le pasará una ‘factura de cobro’ a la estrategia de seguridad y orden público del presidente Duque, quien, no se puede negar, necesita más golpes como los de ‘Guacho’ para revertir su caída en las encuestas.

En este campo, por ejemplo, otro de los desafíos más difíciles para 2019 será el detener la racha de asesinatos de líderes sociales así como la lenta pero sostenida ola creciente de masacres. Si bien hay una reducción de homicidios este 2018, también es claro que delitos como el secuestro, la extorsión y otros derivados de la delincuencia organizada vienen peligrosamente en aumento.

No menos decisorio para el próximo año será lo relativo a cómo manejar la escalada de provocaciones del régimen venezolano, que amenaza con armar a más civiles, movilizar su costoso arsenal bélico y hasta trasladar un hipotético conflicto armado internacional a tierras colombianas. Ello en el marco de la delirante tesis de Nicolás Maduro en torno a un supuesto complot para intentar asesinarlo e invadir su país, que estaría siendo orquestado por Washington y Bogotá.

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El acuerdo en vilo

Como ya se dijo, este 2019 debe ser el definitorio para la suerte del proceso de negociación con el Eln. Congelar las tratativas se entendió como parte del proceso de transición entre dos gobiernos diametralmente opuestos como los de Santos y Duque. Pero ahora, pasada ya esa etapa, hay que decidir: alguna de las partes cede y resucita el diálogo, o se rompe definitivamente la mesa y todo desemboca en un pulso en el terreno meramente militar.

En cuanto al proceso con las Farc, es claro que en el nuevo año los desafíos serán muchos y de alto calado. El primero, sin duda alguna, será la definición de la suerte de cabecillas como ‘Márquez’ y ‘El Paisa’, que arrancan 2019 todavía en una zona gris en donde no es claro si siguen bajo el acuerdo de paz o reincidieron en la criminalidad. La JEP, por su parte, debe proceder este año a emitir sus primeras sentencias, o de lo contrario perderá más margen de acción. La implementación del acuerdo, asimismo, se enfrentará al dilema de la escasez presupuestal así como al dilema de que no es prioridad para el gobierno Duque y el partido Farc no tiene fuerza política alguna y registra fuertes divisiones y contradicciones internas.

Como se ve, en materia de paz y guerra, después de la transición de este segundo semestre, 2019 será el año de la ejecución de las nuevas políticas y cuál de ellas es la que más preponderará. Arrancará el año y veremos.