Núñez: civilista y hombre de acción | El Nuevo Siglo
En Rafael Núñez tenemos al estadista, el ideólogo y el hombre de acción que conoce el país. / Estatua ubicada frente al Capitolio, Bogotá
Jueves, 4 de Abril de 2024
Alberto Abello

En la primera edición de las poesías de Rafael Núñez, publicada en 1889 por la librería de Hachette en París, encontramos apartes de un escrito de Miguel Antonio Caro sobre el estadista, intelectual y político cartagenero. Es un documento que por su profundidad y valioso reconocimiento reproducimos:

Hombre de acción y al mismo tiempo hombre de letras y pensador vigoroso. Adivina más que comprende, porque lo intenso de sus horizontes en que espacia su espíritu no le permite detenerse en la contemplación de detalles; y prefiere visiblemente el libre vuelo de la idea al ordenado movimiento de la palabra. Sin embargo, trata cuando cae bajo el examen de su entendimiento con maestría y acierto, revelando un saber profundo y una observación exacta de los hombres y las cosas. Debe a la pluma los triunfos que ha obtenido, no al favor ni la intriga, y a sus talentos de escritor las prórrogas de glorioso caudillo cívico y las palmas de académico”.

 

En el párrafo anterior está resumida la grandeza intelectual y política del notable político colombiano, que debió actuar en un medio exacerbada por la pugnacidad política, el personalismo, la agitación y la violencia desatada por los caudillos bárbaros de entonces, que en su mayoría copiaban ideas de otros agitadores y políticos europeos para intentar aplicarlas en nuestro país.

Un pensador

Núñez, quien conoce de primera mano el tinglado de la disputa política europea y de los Estados Unidos, como de sus ideólogos y agitadores, lo mismo que los debates de nuestra región, con criterio constructivo deja fluir su pensamiento civilista para atraer a los colombianos a su causa de Regeneración.

Entiende que la más noble de las actividades es la alta política, la de servir a su país y dotarlo de instituciones sólidas, en donde se respeten la ley y el orden. A partir de 1863, cuando los radicales aprueban la Carta Política federalista, dedica su vida a persuadir a los colombianos en su notable objetivo de unidad nacional, entendimiento político y civilidad.

En ese compromiso de restablecer el orden se entiende con sus aliados conservadores Carlos Holguín y Miguel Antonio Caro, también aquilatados políticos civilistas que, con otras valiosas personalidades, rechazan la violencia y consideran que, a pesar de las sangrientas guerras civiles en las que se malgastan las energías nacionales, se puede organizar un país mediante un Estado moderno y una política limpia que conquiste electoralmente a las mayorías.

La amistad con estos personajes de alcurnia social e intelectual en Bogotá, como Jorge Holguín, se fortalece en la medida en que los contrarios de Núñez lo atacan de manera despiadada. Como Carlos Holguín estaba casado con Margarita Caro, las influyentes relaciones de la encopetada dama en Bogotá favorecen al político cartagenero.

Los radicales, que habían perseguido a la Iglesia Católica y la despojaron de sus bienes, cuando el general Trujillo nombra en su gabinete a Núñez lo atacan por bígamo, pese a que ellos habían establecido el matrimonio civil. El fariseísmo político, la envidia y la hipocresía lo persiguen con saña en esos días, hasta vetarlo en el Congreso donde, según la famosa Constitución de entonces, el Senado debía convalidar su nombramiento como diplomático.

En medio de un tormentoso debate en el Congreso sus adversarios lo vetan, lo insultan y buscan su ruina. Grave equivocación la de ensañarse y ofender a un hombre de su integridad, personalidad y talento, cuyo carácter se crece en la adversidad. Ese intento de arruinar la carrera política del reformador les sale mal, puesto que el presidente general Julián Trujillo, al poco tiempo, contesta al veto de los senadores apoyando la candidatura presidencial del famoso político. Además, el pueblo se identifica con los postulados de Núñez, en los cuales ofrece civilidad en vez de barbarie, orden contra la anarquía, convivencia y respeto a las leyes. Un líder que moviliza tesis y está por la concordia.

El temor

En realidad, a los radicales no les importa el estado civil del matrimonio de Núñez. Le temen a su talento y saben que, contra lo que se dice sobre su carácter, suele ser en ocasiones de desconcertante franqueza, como cuando no aborda el barco conservador, dado que presiente que el mismo se va a pique, al perderse en la contienda militar. Esa misma movilidad e independencia de su decisión política lo fortalecen.

Es un caso insólito el suyo, dado que pese a ser tan cuestionado y vituperado por sus adversarios y malquerientes, donde se encuentre es un factor trascendental de poder. Por lo mismo, Cartagena se convierte en un lugar de peregrinación de amigos y contrarios, interesados en conocer de primera mano lo que piensa y cuáles van a ser sus próximas jugadas políticas.

Algunos de los biógrafos más conocidos de Núñez sostienen que en ocasiones aumenta su escepticismo y se desinteresa de la cosa pública. Por el contrario, los que más han indagado en su vida íntima y su personalidad, concluyen que nunca deja de ocuparse de los asuntos de Estado del país, así deje gobernar a sus vicepresidentes en un momento, dado como lo hizo con Holguín y Caro. 

Lo cierto, como dice Caro, en el ya citado prólogo a los poemas del Regenerador: “Hombre de acción y al mismo tiempo hombre de letras y pensador vigoroso”. Su mente y prodigiosa imaginación política siempre se mantienen alertas para defender sus postulados y procurar elevar la política colombiana y la calidad de vida de la población, en lo espiritual y lo material. Por lo mismo, se muestra respetuoso y justo en el trato que le da a la Iglesia Católica.

Por el peso político de su personalidad, Cartagena se convierte en la meca del poder en Colombia, a donde todos deben mirar diariamente para saber qué piensa el “brujo del Cabrero”. No les basta con sus artículos, que tienden a orientar a los suyos, así como a dar a conocer a sus adversarios los puntos de vista a los que no renuncia y cómo debe ser la Colombia que ama entrañablemente. El norte de sus discursos no es otro que elevar la condición humana de los colombianos y formar una clase política capaz de gobernar con pulcritud y servir a la Nación hasta el sacrificio.

En Núñez tenemos al estadista, al ideólogo y al hombre de acción que conoce el país, incluida la estratégica zona de Panamá, la misma que mientras vivió defendió con ardor como parte de la integridad nacional. Allí trabajó y contrajo matrimonio con Dolores Gallego Martínez, con la que se casa enamorado y poco se entiende en lo íntimo, dado que ella tenía una cierta tendencia a la frialdad, en tanto el hombre de carne y hueso, en ese momento se sentía, parodiando al poeta, como una llama al viento.