A raíz de la carta inscrita en la Comisión de la Verdad por parte del presidente Andrés Pastrana, la semana anterior, en la que los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela confirmaban el ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña de Ernesto Samper, ayer los exjefes del Cartel de Cali adujeron, en una aclaración remitida vía correo electrónico a algunos medios de comunicación, que ésta fue producto de un ‘chantaje’ y que, así mismo, habían colaborado con la financiación de su aspiración en 1994.
El anuncio de la carta se había conocido, hace dos días, en la sección de la periodista de Darcy Quinn en la FM y anoche se hizo pública.
“Señor expresidente Pastrana: No nos extraña, pero nos sorprende cómo, con la entrega de la carta enviada a usted con nuestro común amigo el doctor Santiago Rojas hace más de 20 años y sus declaraciones ante la Comisión de la Verdad, usted señala y al mismo tiempo pretende posar de víctima de la corrupción sin incluirse usted mismo en dicha corrupción. Tenemos entendido que dicho escenario funciona para que los personajes se acerquen para hacer una catarsis espiritual confesando sus delitos y claro, señalando a sus cómplices y los delitos que ellos mismos hayan cometido”, es el encabezado de la misiva.
A renglón seguido agregan: “Señor expresidente, se le olvidó contarle a la Comisión de la Verdad su participación criminal en los tan sonados contratos de Dragacol y Chambacú donde usted fue el jefe de esa conspiración delincuencial para defraudar al Estado en varios millones de dólares. Hacemos este señalamiento porque de éste se desprende la carta producto de su chantaje, origen de este escándalo que usted presentó en la Comisión de la Verdad”.
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Buena parte de la carta trata de la visita que hace el médico Santiago Rojas, a nombre del entonces presidente Pastrana, a la cárcel La Picota porque, según el relato, el entonces mandatario creía que los escándalos de Dragacol y Chambacú eran producto de una campaña de ellos con el expresidente Ernesto Samper para desacreditarlo por haber develado el proceso ocho mil.
Sigue el prolongado escrito señalando: “Le refresco la memoria señor expresidente: pasaba el año 1999 o 2000, Miguel y yo estábamos presos en la Cárcel la Picota. Eran las seis de la mañana cuando llegó el doctor Santiago Rojas, su médico en presidencia y también directivo de alguna Junta del Inpec, directamente a mi celda y me invitó a una celda en el mismo pabellón donde, después de un corto saludo me dijo: Gilberto, vengo de presidencia y lamento traerle malas noticias, el presidente está muy enojado y dispuesto a extraditarlos a usted y a su hermano a Estados Unidos, así́ sea por vía administrativa”
Y continúa el relato: “Esperé unos segundos a que el doctor Rojas se tranquilizara y le dije: Doctor, ¿qué hemos hecho para merecernos el enojo del señor presidente y la extradición?; ¿Usted no sabe? me respondió́ el doctor Rojas. No, le contesté, no tengo ni idea. Ah, pues le explico, ya Miguel estaba en la reunión, el presidente dice, que tanto usted como su hermano están en una conspiración en compañía con Samper y Serpa para desacreditarlo ante la opinión pública por la corrupción que hubo en los contratos de Dragacol y Chambacú, y en represalia por haber sido él, el que denunció el proceso 8000, y eso él no se lo perdona a ustedes, que no duden por un segundo, que él antes de irse de la Presidencia los pondrá́ en Estados Unidos”.
El siguiente acápite es: “Mi reacción fue temperamental, fue agresiva y hasta grosera con el doctor Rojas que solo, estaba haciendo un favor. Dígale al señor presidente que no sea mentiroso, que no busque disculpas para zanjar odios entre él y el doctor Samper, que hace muchos años no hablamos con el doctor Samper, que no estamos interesados en ningún escándalo, ni en tener problemas con nadie, ni menos con el presidente de Colombia. Que SÍ conocemos los hechos más importantes y los nombres de los corruptos de Dragacol y Chambacú, pero que no tenemos la culpa que él y tres de sus hombres más cercanos estén involucrados en ese escándalo de corrupción, que ni mi hermano ni yo estamos interesados en develar nada de lo que sabemos”.
Los escándalos de Dragacol y Chambacu se refieren, el primero a una conciliación en el ministerio de Transporte y, el segundo, a la negociación de un lote en Cartagena, en dependencias del ministerio del Desarrollo y que, entonces copaban la atención de los medios de comunicación y el Congreso.
El relato de lo ocurrido ese día, según su versión continúa: “Pero que no se equivoque, que no nos amenace porque podemos cambiar de opinión sin tener en cuenta que sea el presidente o no, el que nos quiera chantajear. Nosotros no tenemos nada que ver en ese bochinche, le confirmé. Él está muy seguro de eso y está decidido a hacerlo si ustedes no buscan una solución, dijo el doctor Rojas. No tenemos solución porque no somos el origen del problema…Ahora bien, si él tiene una solución en la que nosotros podamos colaborar que la mande a decir…Nos despedimos del doctor Rojas y se fue, quedando de regresar en unas horas con alguna razón de Presidencia”.
Detallan los excapos que así ocurrió y que “A las dos de la tarde estaba el doctor Rojas nuevamente en la Picota reunido con Miguel y conmigo. El presidente dice que la única solución que él ve posible es que ustedes escriban una carta contando como fue el apoyo de ustedes a la campaña de Samper, involucrando también a Serpa. Nos miramos Miguel y yo y casi le contestamos al mismo tiempo al doctor Rojas, no podemos hacer eso, al doctor Serpa nunca le hemos dado un peso. No, no lo vamos a hacer dijimos Miguel y yo porque no es cierto. Gilberto, piénselo bien, este hombre puede extraditarlos y lo va a hacer…él me comentó que la carta es para llamar a Samper y Serpa y mostrársela para que ellos desistan de hacer declaraciones públicas sobre Dragacol y Chambacú y ahí́ termina todo, no saldrá́ a la luz pública”.
Al mismo tiempo los hermanos Rodríguez Orejuela sostienen que hicieron aportes a las campañas de los últimos 50 años del siglo anterior.
A continuación evocan su reacción: “Doctor Rojas esto es un chantaje, le dijimos Miguel y yo. Tómelo como quiera, pero de lo que se trata es que todos queden bien que nadie sufra consecuencias, especialmente ustedes que son los más vulnerables en este momento, dijo el doctor Rojas. Nos convenció́, me puse a elaborar la carta, a las seis pm estaba terminada y a las siete pm llegó el doctor Rojas por ella. Antes de entregarle la carta al doctor Rojas lo concretamos: Doctor Rojas, usted nos tiene que garantizar que el presidente Pastrana va a cumplir la palabra que le está dando a usted. Se lo prometo, nos contestó́. En pocas palabras, esa es la historia de la carta que usted entrego a la Comisión de la Verdad sin esta explicación”.
Cierran el extenso correo indicando: “Fuimos amigos por muchos años de los ilustres conservadores Álvaro Pava padre, Humberto Pava hijo y Álvaro Pava hijo. Resulta que a finales del siglo pasado (1990-2000) tuvimos varios acercamientos con el doctor Álvaro Pava hijo a través de Alberto Giraldo, a raíz de las campañas presidenciales de 1994 y 1998 en las cuales usted participó y de la cual él (Álvaro Pava) era un alto directivo de su campaña. Como usted y las personas que nos conocen saben, somos liberales de hueso colorado, pero antes que todo somos demócratas. Por esta última razón ayudamos en los últimos 50 años del siglo pasado tanto a Liberales como a Conservadores. Su campaña no podría ser una excepción y de eso un testigo de excepción podría ser el doctor Álvaro Pava hijo. La única manera en que usted podría decir que no lo sabe es que también haya sido a sus espaldas como en el caso hipotético del doctor Ernesto Samper. Doctor Pastrana, si usted cree que esto último es falso, y se siente agredido, lo invitamos a que nos denuncie ante la autoridad que usted, en su conocimiento, crea que es la competente”.