Uribe, Gaviria y Pastrana han tomado creciente protagonismo en la campaña para elecciones regionales y locales de octubre próximo. Avales, estrategias y plaza pública, en su agenda. Santos, por el contrario, rompió con La U y ni se asoma por Colombia Renaciente. Informe
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Faltan dos meses para la cita en las urnas en que los colombianos deben escoger a los gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles que tomarán las riendas de los departamentos y municipios a partir del 1 de enero de 2020.
De acuerdo con el último informe consolidado de la Registraduría Nacional serán 117.822 los aspirantes en estos comicios regionales y locales. De ellos, 176 candidatos aspiran a gobernaciones, 5.187 a alcaldías, 3.583 buscan escaños en asambleas, 95.487 en concejos municipales y 13.389 tienen la intención de llegar a las Juntas Administradoras Locales (JAL).
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Hay mucho en juego en las elecciones del 27 de octubre próximo. El mapa político dejado por los comicios de 2015 fue muy distinto al resultante de la contienda por el Congreso y la Presidencia de la República el año pasado. Por lo mismo, el primer reto a despejar en las urnas es cuál de los dos escenarios terminará prevaleciendo o si, por el contrario, saldrá un nuevo ajedrez de fuerzas políticas y partidistas.
Los analistas suelen decir que los mapas de poder político regional y el nacional no suelen parecerse, en gran parte porque en el primero las maquinarias electorales y castas políticas tienen un poder superlativo, incluso dejando de la lado las rivalidades partidistas y con una fuerte incursión de movimientos ciudadanos que se abren paso en estos cerrados escenarios territoriales, en tanto que en el segundo hay fenómenos de opinión y voto de castigo de mayor espectro, en donde lo que está marcando la pauta son las grandes coaliciones de centro-derecha y centro-izquierda, y las posturas de sus dirigentes frente a temas polarizantes como las fórmulas para hacer la paz, la guerra, combatir la corrupción, el narcotráfico y otras problemáticas generales de alto calibre.
El alud de candidatos para los próximos comicios denota que la competencia por las preeminencias políticas a nivel departamental y municipal será de marca mayor. Es claro que varios de los partidos que hoy tienen más gobernaciones y alcaldías, así como diputados, concejales y ediles, sufrieron reveses en los comicios presidenciales. Liberales, Cambio Radical, La U y conservadores encabezan ese listado. De igual manera, fuerzas políticas que repuntaron en la contienda por el Congreso o la Casa de Nariño el año pasado, como el Centro Democrático, la Alianza Verde o el petrismo, no tienen hoy mayor cuota de poder en departamentos y municipios.
Para nadie es un secreto que el Centro Democrático, decepción en 2015, ve en octubre la posibilidad de consolidar ahora sí el poder político que el año pasado lo llevó a ser el partido con más senadores (19) y con el Presidente de la República a bordo. La U, a su turno, perdió curules en el Parlamento (pasó de 19 a 14) y no tuvo candidato presidencial propio. Sabe que sin ser ahora “el partido de gobierno”, como en la era Santos, puede perder la preeminencia que logró en 2011 y 2015 en el poder regional y local. Cambio Radical, por su parte, considera que más allá del descalabro en la primera vuelta presidencial, su aumento en fuerza parlamentaria el año pasado (16 escaños en Senado) lo puede llevar a mantener o incluso pelear por la supremacía territorial y local.
De otro lado, los conservadores apuestan a que las bases regionales les permitirán mantener sus cuotas en ejecutivos y legislativos departamentales y municipales, así en los comicios de Congreso hayan perdido cuatro curules en Senado (pasaron de 18 a 14). Cuentan a su favor con ser de la coalición duquista y ocupar la Vicepresidencia con Marta Lucía Ramírez. Los liberales, que sufrieron un duro revés en la contienda por la Casa de Nariño y también perdieron escaños en el Senado (disminuyendo de 17 a 14), ven en la cita en las urnas del 27 de octubre una oportunidad de resurrección política, sabedores de que en los comicios de mitaca las toldas rojas suelen ser más notorias.
En cuanto a la izquierda, está claro que el gran reto sería convertir su sorprendente votación en las presidenciales y el avance en las parlamentarias, en un número significativo de cargos a nivel de gobernaciones, alcaldías, asambleas, concejos y JAL, en donde hoy tienen una participación minoritaria. Sin embargo, Petro no logró que Colombia Humana se convirtiera en partido y le tocó aliarse con la Unión Patriótica. De otro lado, el fajardismo y la Alianza Verde, que tuvieron un buen desempeño en la primera vuelta presidencial y conquistaron 16 escaños en Senado, ahora están divididos en varias regiones. Así mismo, otras facciones de la oposición, si bien aumentaron en números de candidatos inscritos, no se sabe si podrán concretar cargos al final de cuentas. Tampoco se espera que el partido Farc sea la sorpresa, menos aún después de la ínfima votación para Congreso el año pasado.
La otra competencia
En ese complejo escenario de competencia política y electoral hay un elemento que podría ser determinante a la hora de inclinar la balanza en el mapa político resultante: el rol que están jugando los expresidentes en la campaña.
Por ejemplo, se sabe que el exmandatario y hoy senador Álvaro Uribe ha sido claro al interior del Centro Democrático: la colectividad tiene que avanzar de forma sustancial en número de gobernaciones, alcaldías, diputados, concejales y ediles. Para el uribismo es claro que su reto es traducir el plante político nacional que significa haber puesto al Presidente de la República y tener la mayor bancada en Senado, en cuotas de poder regional.
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Uribe, como su máxima figura de arrastre político y electoral, se ha jugado a fondo en esta campaña. Fue determinante en la asignación de no pocos avales clave en gobernaciones y alcaldías de primer nivel, en tanto que su guiño fue necesario para poder avanzar en candidaturas de coalición en distintos departamentos y alcaldías principales.
El expresidente realiza maratones los fines de semana acompañando candidatos en todo el país y muchos aspirantes le hacen fila para poder sacarse una foto con él. Si bien es cierto que los senadores y Representantes a la Cámara uribistas tienen en esta campaña más protagonismo que en la de 2015, cuando todo giraba en torno a la figura del exmandatario, es claro que Uribe se está jugando el todo por el todo porque sabe que un buen resultado del Centro Democrático el 27 de octubre constituiría un plebiscito a favor de la gestión del presidente Iván Duque. Por el contrario, un resultado bajo sería entendido como un “voto de castigo” al Gobierno, ‘papayazo’ que la oposición y otros rivales políticos para las presidenciales de 2022 no desaprovecharían un segundo.
La cuestión alrededor del peso de Uribe en esta campaña llega al punto que algunos analistas consideran que si al expresidente se le llega a complicar su situación jurídica en la Corte Suprema (está citado a indagatoria el próximo 8 de octubre), ese hecho tendría un impacto en la cita en las urnas, a realizarse apenas tres semanas después.
Timonel rojo
El otro exmandatario que está vestido con traje de brega proselitista es César Gaviria. Si bien hace un año, tras la debacle con la candidatura presidencial de Humberto de la Calle, se pensaba que el exmandatario tenía los días contados como jefe único del liberalismo, lo cierto es que no solo se mantuvo, apagó los brotes de rebelión interna y manejó las deserciones de varias fichas del santismo, sino que maniobró para dejar al partido en la franja de los independientes, con el plus de haber presidido la Cámara en la primera legislatura y ahora el Senado en la segunda, desde donde ha hecho decisivo contrapeso al gobierno uribista.
General de muchas batallas en materia proselitista, Gaviria se puso desde hace varios meses una meta: que el liberalismo se mantenga en la parte de arriba de la correlación de fuerzas regionales (es el partido con más gobernaciones directas o en alianza), de forma tal que supere la pérdida de cuatro curules en Senado y la bajísima votación de De la Calle, que no llegó a 400.000 votos.
Para ello el expresidente, contra viento y marea, se puso al frente de la asignación de los avales, tomando e incluso imponiendo varios respaldos en distintas gobernaciones y alcaldías. Algunas de esas decisiones le generaron críticas internas e incluso externas, ante las cuales no hizo mayor réplica. Es más, incluso hizo alianzas regionales con partidos de la coalición gobiernista, pese a la controversia en Bogotá.
Con todo, no solo mantiene el respaldo de la mayoría de las instancias de la colectividad y la bancada, sino que ha realizado varias giras regionales para estar en inscripción de candidatos e incluso volver a asomarse en la plaza pública.
Según se afirma en los círculos políticos, los liberales sí estarían contemplando ingresar a la coalición oficialista, pero solo lo harían después de las regionales, confiados en que un buen resultado en las urnas les allanaría el paso para tener más protagonismo y cuotas de poder en el Gobierno.
De nuevo al ruedo
Otro de los exmandatarios que también se ha metido en la campaña, aunque con menos intensidad y tiempo que Uribe y Gaviria, es Andrés Pastrana. Como se sabe, a partir de la llegada de Omar Yepes a la presidencia del Directorio Nacional del partido, como consecuencia del mapa político dejado por las elecciones del año pasado, que dejaron a Ramírez como Vicepresidenta, esta corriente progubernamental de las toldas azules ha ganado prevalencia en la cúpula de la colectividad.
Aunque se han registrado algunos desencuentros entre el expresidente y la bancada parlamentaria por temas como las posturas frente al acuerdo de paz, lo cierto es que Pastrana ha encabezado varias reuniones en el Directorio y se comprometió a volver a la plaza pública para empujar varias candidaturas. También se dice que tuvo opinión directa en la entrega de algunos avales y definición de alianzas e incluso -según los corrillos parlamentarios- que no le gustaron otros y otras.
Lo cierto es que a un partido que necesita recuperar potencia a nivel seccional y local, y que por efectos de la polarización nacional se ha venido desdibujando política y programáticamente, incluso con muchos de sus dirigentes con un pie en él y otro en el uribismo y otras colectividades de centro-derecha, tener de nuevo a Pastrana en la plaza pública es un valor agregado. No pocos en las regiones se han declarado sorprendidos al verlo de nuevo en tarima, “tirando línea” conservadora. No hay que olvidar que el otro exmandatario azul, Belisario Betancur (fallecido en diciembre pasado), se retiró de la política muchos años atrás y jamás volvió a la brega proselitista.
Por lo pronto, es claro que Pastrana ha venido ganando influencia y protagonismo en el partido y no pocos consideran que unos buenos resultados el 27 de octubre le servirían para posicionarse mejor, no solo en la colectividad sino ante el gobierno Duque y las movidas en el ajedrez de la precampaña presidencial de 2020, en donde asoma como principal respaldo de Ramírez frente al ala azul que se jugó por el acuerdo de paz.
El ausente
Otro de los expresidentes que ha sido referente en esta campaña es Juan Manuel Santos, pero no por lo que ha hecho en materia proselitista, sino precisamente por lo contrario.
Aunque desde antes de entregar el poder Santos había indicado que se retiraría de la política y “dejaría gobernar” a su sucesor, se pensaba que se reactivaría de cara a la campaña para las elecciones regionales y locales. Sin embargo no ha sido así.
¿La razón? La primera, cumplir lo prometido, al punto que en el primer año de Duque hizo uno o dos pronunciamientos alrededor de temas como el acuerdo de paz o las fumigaciones con glifosato. Pero también es claro que rompió cobijas con La U cuando este partido, su “partido de gobierno” durante ocho años, decidió, sorpresivamente, ingresar a la coalición del mandato uribista. Sin embargo, ya de entrada su mutismo es un revés para el sector proacuerdo de paz en esta colectividad.
Tampoco ha tenido Santos el más mínimo guiño público frente a Colombia Renaciente, el partido en el cual recalaron varios de sus exministros y exfuncionarios (Juan Fernando Cristo, Guillermo Rivera, Clara López…).
Obviamente no es fácil de entender que Santos se aleje tan radicalmente de la política cuando tres de sus antecesores están, contra viento y marea, haciendo campaña para que sus respectivas colectividades recuperen, mantengan o aumenten poder regional y local. Unos comicios que serán determinantes para reconfigurar el mapa político así como para medir la buena o mala marcha de un gobierno que se eligió en contra del suyo. Y unos comicios que a todas luces serán la cuota inicial de la próxima contienda por la Casa de Nariño. Eso es claro.
Hay que esperar
Por lo pronto hay que esperar a que avance la contienda proselitista y entre en las horas más decisivas. Es seguro que a medida que la cuenta regresiva se vaya agotando, el protagonismo de los primeros tres expresidentes referenciados en este artículo será mayor y no se sabe si el cuarto decidirá, por fin, hacer algún tipo de movimiento, sobre todo ahora que la ola del escándalo Odebrecht parece empezar a salpicarlo.
Paradójicamente el presidente Duque se ha mantenido lo más alejado de la contienda, sin asomar ni hacer guiños a candidato alguno, pese a que desde su propia coalición consideran que esa neutralidad podría salirle cara, ya que un revés en las urnas de los partidos que respaldan a la Casa de Nariño podría afectar su ya de por sí apretado margen de gobernabilidad.