El General que revivió el hotel Tequendama | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Marzo de 2012

Por Mabel Kremer

Especial para El Nuevo Siglo

 

 

El mayor general Orlando Salazar logró bajar del cielo cinco de ellas para colgárselas al majestuoso hospedaje.


“Presidente déme un año”, fue la petición que le hizo el mayor general Orlando Salazar al entonces mandatario Álvaro Uribe Vélez hace 10 años, cuando recibió prácticamente ad portas de salir del negocio el hotel Tequendama y era más un reto que un buen encargo.
“El Presidente me dijo: General, miremos primero si el Tequendama tiene vocación de hotel o si mejor lo convertimos en apartamentos, oficinas o en una clínica”.
Y ahí empezó la tarea para este bugueño que desde los 13 años viste traje militar, porque llegó en tercero de bachillerato a la Escuela Militar de la capital y siguió hasta lograr ser Mayor General de dos soles, máximo rango en su época, porque ahora los generales cargan un sol más.
El trabajo que le esperaba era arduo, pero no imposible para quien había sido el primer colombiano en ocupar el cargo de Director del Estado Mayor de la Junta Interamericana de Defensa en Washington, cinco años atrás de su nombramiento como gerente del hotel, que vale la pena decir, es una entidad del Estado.
“Cuando llegué de nuevo al país tomé la determinación de pedir mi retiro al Ministro de aquel momento, el doctor Gilberto Echeverry, y me fui a hacer realidad un sueño que tenía archivado. Entre a la universidad a los 55 años a estudiar Derecho”, dice con orgullo el General.
Una vez terminó su carrera como abogado, el Comandante de las Fuerzas Militares del primer periodo de Uribe, Fernando Tapias, de quien además había sido compañero de lucha, lo volvió a llamar porque su tesis de grado había traspasado las aulas.
“Se enteró de mi tesis de grado, que fue sobre la seguridad social de los militares y le pareció que era el hombre perfecto para manejar la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares. Pero miró con detenimiento mi hoja de vida y mi perfil le gusto más para ser el gerente del hotel. Así que acepté”, asegura el General, con la risa amable que lo caracteriza.

La remodelación
El General recibió el hotel con una ocupación del 12 por ciento, una infraestructura deteriorada y con solo pérdidas en la caja registradora.
Pero hoy, el hotel de más tradición, es a la vez el más moderno de Bogotá, con una ocupación del 50 por ciento y unas ganancias netas en el 2011 por más de 9.000 millones de pesos. Utilidades que podrían ser más altas, de no haber tenido que soportar durante los últimos tres años, otro de los estragos de los Nule, pues las obras del Transmilenio que pasan justo por el frente del hotel, continúan a paso de tortuga.
En su firme decisión de no convertir el Tequendama en ninguna de las opciones que había sugerido el presidente Uribe, el General se armó, pero de buenas ideas. “Contactamos a los más grandes hoteleros del país, pero nadie quiso invertir”. Y no era para menos, pues estaba tan de capa caída, que los pisos cuarto, quinto, sexto y séptimo estaban cerrados porque eran impresentables para un huésped.
Ante tal panorama, el General decidió trabajar por su cuenta. Reunió a todos sus empleados, que entre otras había reducido a más de la mitad, ya eran 212, y les dijo: “Vamos a parar este hotel entre todos”.
Necesitaba plata para que el Tequendama renaciera de sus cenizas, cual ‘ave fénix’, y toco puertas del sector financiero. “Nos inventamos con el gerente del banco la figura de leasing operativo financiero, que no existía, porque era prestar plata para comprar colchones, televisores, sabanas, alfombras y remodelar muebles. Todo estaba viejo y teníamos que cambiarlo”. Pero el banco creyó en el sueño del General y giró el préstamo para remodelar las 573 habitaciones, que lo convierte en uno de los hoteles con mayor capacidad de acomodación en el país.
La primera meta era abrir los cuatro pisos  que estaban cerrados y empezaron, por supuesto, por el número de los múltiples misterios. “Por simple agüero abrimos el séptimo”. Pero a la final, todas las habitaciones quedaron absolutamente modernas. Eso sí, con algunos muebles antiguos, que por la finura de su madera y por ser verdaderas reliquias decidieron restaurar y conservar. “Hoy en día tenemos habitaciones inteligentes y lo último en tecnología”. Aparte de ser el único hotel en Colombia que, por capricho del General, tiene una piscina que a cambio de cloro, es purificada con rayos ultravioleta, lo que la hace beneficiosa para la salud de sus huéspedes y para el medio ambiente.

Huespedes ilustres
En estos 59 años muchas personalidades han pasado por los corredores del Tequendama. Cantinflas, el Presidente numero 33 de Estados Unidos (Harry S. Truman), Richard Nixon y hasta John F. Kennedy, entre otros.
Pero en estos 10 últimos años, el General ha recibido a más de un mandatario, así como a varios famosos y nobles. “Recibimos a la reina Noor de Jordania, una mujer que en medio de su solemnidad es muy afable. Pero recuerdo que por protocolo teníamos que servirle en bandejas de metal precioso y como en el hotel no teníamos, pues me fui a la casa y me traje una bandejita de plata de mi señora”, cuenta el General con tremenda picardía.
El príncipe de Asturias, siempre elige la suite presidencial. “Él es muy sencillo y no hace tantas exigencias. Nosotros ya sabemos que lo único que pide de especial es un vino de la rioja y siempre le damos gusto”. Como le dan gusto a cualquier huésped que llegue, porque si el General ha invertido en lo material, más es lo que ha invertido en formar a su personal para tener el un servicio de lujo. Servicio como el que recibió en el Intercontinental de Hong Kong, que es su favorito. Allí la noche en una suite presidencial vale 10.000 dólares, aunque el solo pagó 350 por ser de la misma cadena. “Me quedé atónito cuando, a pesar del súper descuento, a las 6 de la tarde me tocó la puerta de la habitación un mayordomo vestido impoluto para servirme el té y llevarse mis zapatos a lustrar. Y quede más sorprendió con el estuche de lujo en el que me devolvió los zapatos como nuevos”, cuenta ‘toteado’ de la risa el General que, siendo muchos años atrás jefe de reclutamiento del Ejército, enlistó a dos de sus cuatro hijos, aunque casi le cuesta el matrimonio.
Lo cierto es que aunque en Colombia no existen hoteles de siete estrellas, como el de Hong Kong, el mayor general Salazar, logró bajar del cielo cinco de ellas para colgárselas al majestuoso Tequendama.