Gente. El espíritu de la regeneración | El Nuevo Siglo
Rafael Núñez había leído a los historiadores y filósofos griegos, como a la gran mayoría de los europeos. Esto lo diferencia de otros políticos nativos. /Foto óleo de Rafael Núñez, pintor Epifanio Garay
Jueves, 14 de Marzo de 2024
Alberto Abello

Esclarecer el verdadero significado histórico de Rafael Núñez, en ocasión de los 140 años que conmemoramos de su llegada al poder para hacer los grandes cambios que regeneraran al país, no es tarea sencilla. Incluso después de publicados los ensayos de José de la Vega y la biografía de Indalecio Liévano Aguirre –con prólogo de Eduardo Santos–, que reconocen al político talentoso y su voluntad irrevocable de servirle a Colombia, fríos y objetivos talentos, como es el caso de Alberto Lleras Camargo, en su famoso discurso en el aniversario de Aquileo Parra, el cual, al compararlo con Núñez, no le da por los tobillos, dijo que se quedaba con el primero. Y, además, omite que los radicales y supuestos demócratas de entonces, para hacer presidente a Parra, le hicieron fraude a Núñez.

Por fortuna el eminente historiador Eduardo Lemaitre le responde a Alberto Lleras, con fina dialéctica, para demostrar que el fraude que se hizo contra Núñez, en casi todo el país, es la prueba de que el cacareado espíritu democrático de los contendores del Olimpo Radical no pasaba de ser una farsa.

 

Además, devela el sofisma del cual se vale Lleras para justificar tan burdo atropello contra la democracia y la voluntad popular. Lleras dice en dicha ocasión: “La derrota de Núñez, impuesta por el Olimpo, con una severidad que no retrocede ante cosa alguna fue la herida incurable que lo determinó –a Núñez– por vías hasta entonces vitandas dentro del partido”. 

Siendo que en casi todo el país las mayorías estaban con Núñez, estas fueron burladas en algunos casos o alejadas de manera violenta de las urnas por los ejércitos liberales de bolsillo en algunos estados. Es de recordar, como lo hace Lemaitre, que el sumo pontífice del radicalismo, Manuel Murillo Toro, que cumplía funciones diplomáticas en Venezuela, lanzó la excomunión de Núñez, en una carta que envía a sus correligionarios, en la que afirmaba que él  “traicionaría el partido Liberal”. Al parecer, por cuanto éste había manifestado que se le debía dar a la Iglesia Católica un trato respetuoso. Tema en el cual la mayor parte de la población estaba de acuerdo, a sabiendas de que en gran medida la violencia que ensangrentaba el país obedecía a la persecución contra el pueblo católico y sus clérigos. A pesar de la misiva de Murillo Toro, los liberales de Barranquilla lanzaron la candidatura de Núñez, lo mismo que en otras regiones se formaban de manera espontánea comités a su favor.

Zipaquirá y Cartagena se desafían

El presidente de la República, que era Santiago Pérez, nativo de Zipaquirá, se hizo cargo de adelantar la más feroz campaña desde las altas esferas del Estado y los estados liberales en contra del político cartagenero. Sus aláteres se lanzan a escribir diversas diatribas contra Núñez, descalificando y negando su gran trayectoria intelectual.

No faltan los que lo llamaban “culebrero” y lo acusan de ser un simple lector de revista y un frustrado filósofo, que no había leído sino a Spencer. Siendo esto de toda falsedad, puesto que a falta de los numerosos libros que leyó cuando vivía en los Estados Unidos y Europa, por medio del sistema de seguir en su prosa los orígenes de su pensamiento e ideas suyas y de otros, se descubre que Núñez había leído a los historiadores y filósofos griegos, como a la gran mayoría de los europeos.

Esto lo diferencia de otros políticos nativos y es la misma explicación que se da con el Libertador Simón Bolívar, que lee a los autores clásicos o en boga, sin seguirlos a la ciega. Tanto Bolívar como Núñez tienen un hondo sentido práctico de la realidad que les permite determinar lo que es positivo para nuestro pensamiento político en estas regiones y lo que debemos rechazar, aun de filósofos amigos.

El influjo de Maquiavelo

Sin la menor duda, tanto el prócer como el dirigente cartagenero fueron selectos lectores de Maquiavelo, quien también era execrado por los liberales, ignorantes de que el famoso florentino es el padre de la ciencia política. Por supuesto, ambos habían leído a Rousseau, sin que ninguno de los dos cayera en el cuento del buen salvaje americano que la sociedad corrompe. Ellos conocían la naturaleza atávica de los nativos y sabían que se les debía preparar mejor para elevar su condición social y política.

Por lo mismo, uno y otro dudaban de los postulados de Rousseau, siendo moderadamente escépticos sobre el carácter de nuestra población de tierra fría y caliente, dado que en ambas zonas, la pradera y las cordilleras, la violencia se expresaba mediante la barbarie homicida.

La madre patria

Bolívar tuvo la grandeza de darles a nuestros países, como a Venezuela, Ecuador y Panamá, el nombre de Colombia, que habría querido para toda Hispanoamérica.

Rafael Núñez favorece la construcción del Teatro Colón, en homenaje al famoso expedicionario. Escribe, por lo demás, a favor de acercarnos a España para morigerar los vetustos antagonismos y comprende que pertenecemos al mismo ser intelectual y espiritual. En esa tarea de acercarnos a la madre patria, Núñez se sirve de Carlos Holguín para que viaje a España y consolide nuestras relaciones. Holguín, con sutil talento diplomático, le hace espléndidos regalos a la Corona y consigue su apoyo y amistad.  

Por supuesto, Alberto Lleras, un estadista considerado de los más flemáticos que han pasado por la presidencia de nuestro país, padre de la convivencia partidista dentro del Frente Nacional, al tergiversar la historia y quedarse con Parra, elegido por el fraude y la fuerza, muestra que en ocasiones el fantasma del espíritu de secta en el partido es más fuerte que la objetividad y el realismo histórico. Lo que refuta eso de la supuesta traición de Núñez, que nunca existió y los que en realidad le hacen fraude son sus antiguos compañeros liberales. Así que, en vez de detener el viraje de Núñez, mediante la solidaridad con Holguín y los jefes conservadores unidos por la voluntad de regenerar el país y acabar con el fraude, este se refirma en sus postulados y, hace 140 años, desata la convocatoria popular y los grandes cambios que van a regenerar y unir el país en torno al Estado moderno, el centralismo moderado y el compromiso de unir las voluntades en la lucha por el engrandecimiento nacional.

Para lo cual Núñez entiende que es fundamental fortalecer el Estado y dotarlo de un sistema que le permita sufragar sus gastos y colaborar en la misión del desarrollo positivo, contrario al individualismo disolvente y anárquico en boga.

El espíritu de la Regeneración de Núñez se sintetiza en la voluntad insobornable de servir a Colombia. Por lo mismo hasta un crítico feroz de Núñez, como Vargas Vila, en "Los Césares de la Decadencia", reconoce la pulcritud administrativa del dirigente cartagenero. Política que está ligada íntimamente a los sentimientos del Libertador y su voluntad de crear una élite que le sirviese a Colombia hasta el sacrificio.