En torno de Rafael Núñez chocan la leyenda negra y una mitología favorable; unos lo vituperan y otros lo ensalzan aun en sus errores. Y están quienes cargan contra los radicales con saña y presentan a sus jefes más conocidos como enemigos de Colombia. Muchos se equivocan.
En realidad, algunos de los jefes radicales, entre ellos expresidentes y generales, actuaron como políticos brillantes que le sirvieron al país. Eran tan poderosos y dogmáticos que a partir de la Convención de Rionegro se les conoce como el “Olimpo Radical”. Murillo Toro, de los más reconocidos, figura como demócrata convencido. Él mismo cuenta que abandonó el credo del utilitarismo de Bentham para seguir a Say. También están algunos de los liberales independientes de la época con personalidades de talla nacional, como Salvador Camacho Roldán y, en ese entonces, el mismo Núñez. No es necesario ensañarse contra los radicales para exaltar al Regenerador, su inmensa estatura política no necesita aduladores.
El problema del radicalismo es que hizo un dogma del federalismo. Se dividió a la Nación en nueve estados, los que reparten entre sus agentes más reconocidos, con sus tropas afines y amarrados a la burocracia local, a excepción de Antioquia, donde don Pedro Justo Berrío, conservador, se suma al federalismo por mantener su influjo e independencia en esa región, pese a que en lo demás estaba en desacuerdo de fondo con los radicales.
Además, en la vigencia de este sistema se desplomó la naciente industria manufacturera por seguir el ruinoso modelo económico del libre cambio, que ahoga a los artesanos. Así como, influidos por Herbert Spencer, seguían su tesis de “El hombre contra el Estado”, lo que pintaba en Europa y no en Colombia, agobiada por un Estado débil. El federalismo resultó ruinoso para las finanzas locales y nacionales... Los radicales en esos feudos eran amos del poder y del presupuesto, que se consumía en burocracia y pólvora.
Binomio Núñez-Holguín
El caso de Núñez va más lejos, sin importar el bando en el que se mueve en la política. Siempre en su larga carrera burocrática se mostró como funcionario eficiente y capaz. Varios de los que han escrito sobre él sostienen erróneamente que firma el decreto de expropiación de los bienes de la Compañía de Jesús, lo que es falso.
A lo largo de su vida, y bajo el influjo de su madre, se mantuvo creyente, fuera de una etapa de notorio escepticismo que supera con el tiempo. Además, si bien el político cartagenero milita en el bando de los liberales independientes, más moderados que el “Olimpo Radical”, casi desde el primer momento disiente a fondo de la Constitución de Rionegro. Por supuesto, ya vimos que todo el tiempo en el Congreso se opuso al sistema del libre cambio, que se aprueba en el primer gobierno del general Tomás Cipriano de Mosquera.
En el bando contrario estaba el talentoso Carlos Holguín, quien tenía gran amistad con Núñez y comprende desde el primer momento que el conservatismo debía entenderse con él si quería volver algún día al poder.
Así que el binomio Núñez-Holguín va a cambiar la historia del país y a reclamar la doctrina Bolivariana, de un Estado centralizado y vigoroso al servicio de la unidad nacional, la democracia, el orden y la libertad. Ese objetivo casi obsesivo va a moldear sus criterios y les permite ver la política con más lucidez que los apasionados contendores del momento.
Además, Núñez tenía una formación histórica, filosófica, económica y universal que le hacía ver el momento político con más realismo. Cultivaba cierto escepticismo en Montaigne, su autor preferido. Holguín también se destaca por su inteligencia superior, una excelente formación, hábil diplomático y político con la obsesión de recuperar el orden para que el país figure entre las naciones pacíficas y prósperas de Hispanoamérica.
Tras más de 20 años de estar el conservatismo fuera del poder, el “mago del Cabrero” era su única alternativa. Además, con el magnicidio de Julio Arboleda, el jefe conservador por excelencia, al que Núñez le impide que el Congreso lo consagre como presidente, no asistiendo a la reunión del mismo y de esa forma evitar que hubiese quórum, con el tiempo deriva Holguín como guía de los conservadores a la tierra prometida. Así que la amistad y el entendimiento entre estas dos grandes personalidades con afinidades selectivas, por el momento en bandos opuestos, van a cambiar la historia del país.
Por supuesto, los detractores de Núñez, que se ensañan contra la Iglesia Católica y sus dogmas se aprovechan de las poesías del político en las que habla de amor, con damas solteras y alguna prohibida, para pintarlo como un sátiro redomado. Tampoco era un santurrón. Sin atender que la vida de los hombres da muchas vueltas, ni que a veces algunas mujeres se casan con el que menos conmueve su corazón, e incluso a la inversa. Condenar a un político por sus poemas es más que ridículo. En el caso del político de marras se trata de un corazón atormentado que deja su testimonio y divagaciones sobre las angustias de su vida y las dolencias del amor, lo que muestra una naturaleza sensible que necesita de la cálida contraparte femenina para vivir, soportar las penurias y compartir los triunfos.
Ese lado romántico de Núñez le genera la crítica hipócrita de sus contrarios, en tanto Carlos Holguín les explica a los conservadores que el cartagenero tiene todo el derecho de escribir poesía e intentar rehacer su vida sentimental con otra dama, en cuanto su matrimonio en Panamá se había desgarrado por la falta de entendimiento de la pareja y la distancia que los separó al viajar el dirigente a Bogotá.
Coincidencias
Núñez y Holguín coinciden en entender que bajo el régimen rionegrino el país se hunde en la anarquía y las guerras civiles. Ambos están por elevar el nivel pensante y emocional de la disputa por el poder en la finalidad de hacer imperar una verdadera democracia, donde el gobierno se apoye en un Estado vigoroso y eficiente con la capacidad de contribuir al desarrollo.
También están por fortalecer el Estado, así como crear un Banco Nacional para sacarle de la decrepitud económica. Tema que obsesiona a Núñez, quien contribuye en Cartagena al primer experimento en el país desde la Secretaría de Hacienda a que el banco oficial local asuma la emisión de papel moneda.
Igualmente, ambos políticos están de acuerdo en inspirarse en la doctrina del Libertador Simón Bolívar, en cuanto a darles a los colombianos un gobierno central que garantice la estabilidad democrática y canalice las energías nacionales al bienestar colectivo. Los tres coinciden en señalar que el federalismo es un sistema positivo para los Estados Unidos y funesto para Colombia.
El vice Santander en sus “Apuntaciones” se declara proclive al federalismo, como lo recuerda Antonio José Restrepo en su ponzoñosa sátira contra el Regenerador. Además, cuando don Antonio Nariño le ordena al sargento mayor bajo las órdenes del general Baraya someter a los federalistas de Camilo Torres, se pasa con su jefe al bando contrario. Para retornar a sitiar a Bogotá y combatir a su antiguo general, al que amenazan con fusilar, pero el cual los derrota. Nariño, según las ordenanzas militares, debía ejecutarlos por traidores, mas como demócrata romántico y magnánimo, en tiempos de la “Patria boba”, los perdona. El vice, en agradecimiento, lo persigue con saña hasta el sepulcro.