Los últimos doce meses resisten distintas lecturas. Lo único claro es que el Presidente se esfuerza por enrumbar al país a su norte programático, pero la accidentada coyuntura se atraviesa constantemente
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¿Cómo le fue al presidente Iván Duque este año? Esa es una pregunta que tiene distintas respuestas, dependiendo del aspecto al que se le dé mayor relevancia.
Por ejemplo, desde el punto de vista de las rendiciones de cuentas del propio Jefe de Estado y toda su nómina ministerial los logros de gestión son muchos y muy importantes, empezando por el freno de la espiral de los narcocultivos tras siete años de escalada del área sembrada; tasa de homicidios y secuestros a la baja; aumento del salario mínimo casi dos veces la inflación proyectada para 2020; una economía creciendo a más del 3% (muy por encima del promedio latinoamericano); récord en inversión extranjera, remesas y divisas de turismo; avance de 11 puestos en el Índice de Desarrollo Humano; prometedores resultados del primer tramo de impulso a la economía naranja; más de un billón de pesos invertidos en el salvavidas al sector salud; la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo, ganancias récord de Ecopetrol, la reingeniería a las regalías y una nueva reforma tributaria que asegura la sanidad fiscal, incentivos a empresas que generen empleo y un paquete de alivios sociales, especialmente con la devolución del IVA a familias pobres y la disminución de aportes a salud para los pensionados entre uno y dos salarios mínimos…
No opina lo mismo la oposición y otros sectores críticos de la Casa de Nariño, para los cuales 2019 es un año muy malo para el Gobierno porque hubo problemáticas que sobrepasaron su capacidad de maniobra y margen de acción. En un largo listado destacan la racha asesinatos de líderes sociales; el rearme de una parte de las Farc, en cabeza nada menos de que alias ‘Iván Márquez’, ex jefe negociador en La Habana; el aumento de la desigualdad social, según el último informe de la ONU; un desempleo creciente que ya se aparcó permanentemente por encima de los dos dígitos; un peligroso aumento del accionar de las bandas criminales, el Eln, Los Pelusos y otras facciones; varios escándalos de corrupción; tres debates de moción de censura a ministros, uno de los cuales alcanzó a forzar la dimisión del titular de Defensa; las polémicas por varias acciones y decisiones de las Fuerzas Militares; el aumento de la minería ilegal y la deforestación; graves problemas en la implementación del acuerdo de paz con las Farc; y un clima social y laboral muy crispado, que llevó a una sucesión de paros y marchas, sobre todo a partir del 21 de noviembre pasado, forzando al Ejecutivo no solo a abrir un “diálogo social” de amplio espectro para tratar de calmar el creciente inconformismo, sino a anunciar un plan de alivios sociales urgentes…
Como se ve, cada orilla hace su propio balance y enfatiza los pros y contra que más les convienen, sobre todo en un país que sigue teniendo una polarización política e ideológica muy marcada.
Habrá quienes digan, entonces, que deben ser las encuestas las que ayuden a vislumbrar si el 2019 fue o no un buen año para Duque, que el pasado 7 de diciembre cumplió 16 meses en el poder, es decir que ya superó la tercera parte de su mandato.
Sin embargo, en los sondeos que se han realizado sobre la imagen, favorabilidad y popularidad presidencial a lo largo del año los porcentajes fueron muy variables, según la coyuntura. Prueba de esa volatilidad es que las últimas tres encuestas -este mes- oscilan desde un 23% hasta un 41% en cuanto a calificación positiva de la tarea del Jefe de Estado. Con semejante porcentaje de diferencia es muy difícil sacar una conclusión medianamente fiable sobre cómo está viendo la opinión pública a la Casa de Nariño.
Depende…
Esa dualidad en la forma de analizar cómo le ha ido al Ejecutivo en estos últimos doce meses se ve, también, en el aspecto político. Por ejemplo, para la Casa de Nariño es claro que, salvo las objeciones a la JEP y el debate de moción de censura contra el entonces ministro de Defensa, Guillermo Botero, que renunció al ser inminente la sanción en su contra, la gran mayoría de las iniciativas que presentó al Congreso salieron aprobadas, empezando nada menos y nada más que por una segunda reforma tributaria, luego de que la Corte Constitucional tumbara, en octubre, la aprobada el año pasado.
Para no pocos ministros resulta equivocado considerar como débil en gobernabilidad a un Presidente que logra sacar del Parlamento dos reformas impositivas en menos de un año, teniendo una coalición parlamentaria con mayorías muy ajustadas. Además, salieron avante el Plan Nacional de Desarrollo, el Presupuesto General para el próximo año, la reforma a las regalías, la ley de modernización de las TIC y dos proyectos anticorrupción, entre otros. Todo ello, al decir de Duque, sin necesidad de repartir “mermelada” presupuestal ni burocrática.
Pero en la otra orilla se ubican quienes consideran que Duque tiene un creciente problema de gobernabilidad, producto de un gabinete “peso pluma” con poca influencia en el Congreso; una coalición parlamentaria oficialista con divisiones internas e incluso cayendo en el ‘fuego amigo’ contra el Ejecutivo; un ministro forzado a renunciar para no ser el primero en la historia con una moción de censura aprobada; varias derrotas políticas en línea, como la de las frustradas objeciones a la estatutaria de la JEP… Para no pocos críticos y analistas, el Presidente está obligado en este 2020 a tratar de ampliar su coalición, sumando a Cambio Radical o a los liberales, porque de lo contrario no podrá sacar avante reformas como la pensional o la laboral, que se consideran urgentes.
País sigue en campaña
Para el Presidente es claro que el país tiene un norte y avanza hacia él con un estilo de gobierno más gerencial que caudillista (tipo Álvaro Uribe) o jugado a un solo objetivo (como ocurrió con Juan Manuel Santos y su proceso de paz). Sus críticos, por el contrario, aducen que el hoy Jefe de Estado no conecta todavía con la opinión pública y prueba de ello es que una porción importante de ciudadanía todavía no sabe explicar cuál es la bandera del actual gobierno. Paradójicamente desde el uribismo se critica al Primer Mandatario por no aplicar más mano dura en sus políticas, en tanto que desde el centro y la izquierda se señala a Duque por gobernar con tesis de la derecha o la centro-derecha.
De otro lado, algunos analistas insisten en que el problema real de Duque es que se enfrenta desde el día uno de su gobierno a una tempranera campaña presidencial, algo sui generis pues, por lo general, los sucesores presidenciales empiezan a asomar solo a mitad de mandato. No pasa así en este gobierno: Gustavo Petro y Sergio Fajardo, sus principales rivales en 2018, están en la palestra política y pública todos los días mostrándose como alternativas al estilo y gestión de Duque. El país, entonces, sigue en campaña y ello afecta el escenario gubernamental, es claro. Los resultados de los comicios regionales y locales fueron una prueba de ello.
Como se ve, este 2019 termina muy movido para el país. El Presidente ha modificado su estrategia de comunicación, tratando de mostrarse más líder, más al frente de los cambios, más bombero de las emergencias. Con un tercio de su mandato ya corrido, Duque se esfuerza por convencer a los colombianos de su hoja de ruta, pero la accidentada coyuntura del día a día en lo político, económico, social, de seguridad e institucional le sigue complicando el panorama.