Este año logró su mayor avance electoral pero su propia división le impidió estar más cerca de tomar el poder y tener más peso real y específico en el Congreso para condicionar al Gobierno
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Paradójico. Ese es el mejor calificativo para definir lo que fue este 2018 para la izquierda en Colombia.
Paradójico porque si bien fue el año en el que un dirigente de ese sector político sacó más votos en las últimas décadas aun así no llegó al poder.
Paradójico porque los egos y las rivalidades evitaron que los dos candidatos de centro-izquierda se hubieran unido antes de la primera vuelta, ya que de haberlo hecho habrían tenido una alta posibilidad de conquistar la Casa de Nariño.
Paradójico porque si bien fue el año en que, por primera vez se pudo hacer uso de un Estatuto de la Oposición, las dificultades políticas que ha tenido el gobierno de turno han sido causadas más por errores propios que por acción de los contradictores de la coalición de izquierda.
Paradójico porque si bien fue el año en que las Farc, ya convertidas en partido político, asumieron curules en el Congreso, la votación que sumaron en los comicios parlamentarios fue ínfima y ni siquiera presentaron candidato presidencial.
Paradójico porque aunque el excandidato Gustavo Petro, segundo en la contienda presidencial, asumió una curul en el Senado y desde allí se pensaba que ejercería feroz batalla política al Ejecutivo, termina el año en el banquillo de los acusados luego de revelarse un escandaloso video de la pasada década en el que aparece recibiendo fajos de billetes, a lo que se suma la confirmación de sanciones millonarias que podrían incluso inhabilitarlo.
Y paradójico porque aunque la izquierda ha tratado de adueñarse de la bandera de la anticorrupción, sin duda el flagelo más grave que afecta al país, cada vez que trata de erigirse como adalid del tema, desde el centro y la derecha le enrostran los escándalos de corrupción del pasado, empezando por el ‘carrusel de la contratación’ en la capital del país.
A diferencia del retroceso de la izquierda en distintos países latinoamericanos, desde Brasil y Ecuador hasta Chile y Argentina, en Colombia la izquierda tuvo este año un resultado electoral sin precedentes, sobre todo con Petro que en la primera vuelta de las presidenciales logró 4,8 millones de votos y en la segunda y definitiva más de 8 millones de personas lo respaldaron. Aunque quedó lejos de los 10,3 millones de votos que sacó el mandatario electo Iván Duque, es claro que no será fácil para otro dirigente de ese sector político igualar un guarismo electoral como ese.
Para no pocos analistas, la izquierda perdió este año la que pudo haber sido su mayor oportunidad de llegar a la Casa de Nariño, ya que si Petro y el otro aspirante de la centro izquierda Sergio Fajardo se hubieran unido antes de la primera vuelta, como lo proponían algunos dirigentes, incluso por la vía de una gran coalición que se sometiera a una consulta popular, habrían superado la votación de Duque, que en la primera vuelta sumó 7,6 millones de votos, contra 9,4 millones del exalcalde capitalino y el exgobernador antioqueño.
Tampoco en Congreso
Las elecciones parlamentarias también resultaron en una paradoja para la izquierda este año, ya que a partir de las mismas lograron conformar la que, sin duda alguna, es la coalición parlamentaria de centro izquierda más grande en la historia del Congreso. De la sumatoria de escaños en Senado y Cámara de Representantes, la bancada oficialista tiene 137 integrantes, la independiente 95 y la de oposición 44.
Sin embargo, hay que decir que esta última, compuesta por la Alianza Verde, el Polo, los Decentes, el partido Farc y otros movimientos pequeños, no tiene la suficiente fuerza y votos como para bloquear el Gobierno en alguna comisión o plenaria de Senado o Cámara, ya sea para forzar el hundimiento de un proyecto o ganar un debate de control político.
Prueba de ello es lo que ocurrió con los dos grandes debates de este primer tramo de la legislatura. De un lado, el adelantado contra el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, por el tema de los llamados “bonos agua”. Y, de otra parte, el que se realizó contra el fiscal general Néstor Humberto Martínez por sus actuaciones como abogado asesor del Grupo Aval en los contratos y concesiones relacionadas con la cuestionada multinacional Odebrecht.
Como se sabe, en el primero de esos debates tanto los partidos oficialistas (Centro Democrático, La U, conservadores, MIRA y ASI) como los independientes (Cambio Radical y liberales) respaldaron políticamente al zar de las finanzas. Y, en el segundo, no solo se volvió a repetir ese mapa político sino que la defensa del ente acusador replicó muchas de las acusaciones de los senadores Jorge Enrique Robledo, Angélica Lozano y Petro, incluso con este último saliendo salpicado por el caso del video en donde recibe fajos de billetes en 2005, y por el cual ya hoy tiene procesos en la Corte Suprema y el CNE.
Como se ve, es claro que la izquierda tuvo en este 2018 el año de mayor avance electoral. También en el que logró una mayor bancada parlamentaria. Incluso tuvo chance real de alcanzar la Casa de Nariño. Pero también es claro que la división interna impidió capitalizar ese progreso político, al igual que concretar una bancada más numerosa que le permitiera ser un eje de presión más efectivo para forzar al gobierno de turno a modificar sus agendas y propósitos programáticos. Si bien en 2019 viene otro reto electoral y tanto Petro como Fajardo ya son casi que precandidatos presidenciales para 2022, superar lo conseguido este año dependerá, primordialmente, de sobreponerse a su propia contradicción y competencia interna. De no hacerlo, 2018 será apenas una excepción política.