El país debe incrementar sus niveles de inversión y formación bruta de capital, una condición necesaria para retomar de forma progresiva niveles de crecimiento potencial sostenidos por encima del 4,0%, sostuvo la Asociación Bancaria y de Instituciones Financieras de Colombia, Asobancaria.
A la luz de los resultados del ICOR, que es la relación incremental capital/producto, Colombia no estaría en capacidad de sostener crecimientos del orden de 3,5% o 4,0% por año si no eleva la relación Inversión/PIB de los niveles actuales de 27% a niveles más cercanos al 29% - 33%.
En este sentido, dado que las decisiones de inversión dependen en gran medida de las expectativas de rendimiento y financiamiento, es factible esperar impactos positivos por parte de la reducción de tasas de interés que se viene presentando desde finales de 2016.
El gremio considera que en un contexto como el actual, en el que la política monetaria ha empezado a hacer su tránsito hacia terreno expansivo, es posible que comiencen a dinamizarse muchos canales de inversión y con ello el apalancamiento de un mayor grado de inversión con el stock de capital existente.
Política integral
Sin embargo, aseguró el gremio financiero, más allá de los ciclos de política monetaria y de los choques externos, el país requiere una política integral conjunta entre sector público y privado para atender los lastres en materia de productividad y competitividad que continúan acotando el crecimiento de la actividad productiva.
Adicionalmente, el marco tributario juega un papel fundamental, puesto que las obligaciones tributarias pueden generar desincentivos para incrementar la inversión en capital.
Con el propósito de estimular la inversión, habría que considerar entonces una serie de medidas pertinentes para reducir el costo asociado al capital.
En ese orden de ideas resulta alentador el impacto de la reciente reforma tributaria en términos de los incentivos a la importación de bienes de capital. Sin embargo, el país debe continuar avanzando en generar una estructura impositiva que mantenga en justo equilibrio la carga tributaria entre personas naturales y empresas.
Un desbalance en contra del sector empresarial podría continuar desincentivando la inversión privada en sectores estratégicos y obstaculizando el desarrollo de nuevos canales de inversión. Para dinamizar estos canales persiste, en este escenario, el reto de generar condiciones amigables para la inversión y reducir, como bien se señaló, la brecha en materia de productividad, dos imperativos que permitirán retomar patrones de crecimiento más dinámicos.
Con el propósito de lograr lo anterior, resulta fundamental la articulación de políticas y mecanismos proclives a superar nuestros lastres y restricciones al crecimiento económico. Una agenda pública que supere estos obstáculos será, desde luego, de largo aliento, y de allí que el retraso de los urgentes procesos de recomposición sectorial y productiva terminará, restando impulso al crecimiento de largo plazo.
Comportamiento de la inversión
La inversión en el país ha presentado un comportamiento muy volátil y su evolución se encuentra altamente ligada al desempeño del ciclo económico.
En efecto, durante períodos de recesión la inversión fija ha alcanzado a registrar contracciones cercanas al 30%, mientras que en etapas de dinamismo económico ha exhibido crecimientos anuales en torno al 20%.
A nivel histórico, la inversión fija en Colombia se ha visto fuertemente afectada en diversas ocasiones por choques económicos.
Durante gran parte de los años ochenta, y como producto de diversas crisis internacionales, la inversión alcanzó a registrar caídas de alrededor del 6% anual.
Una segunda característica aparece en el período de mayor afectación, el cual coincide con la crisis financiera que vivió el país en 1999 y donde la inversión presentó una caída de alrededor del 27% anual.
Más recientemente, y como resultado de la caída en los precios internacionales del petróleo, el ritmo de crecimiento de la inversión fija ha venido presentando una desaceleración importante desde 2014, hasta alcanzar en 2016 una contracción de 3,6% anual.
Si bien dicha contracción ha sido la más fuerte en los últimos quince años, está bastante lejos de la caída evidenciada durante la crisis de finales de los años noventa.