Esa región del país fue epicentro de la fiebre del caucho en los primeros años del siglo pasado.
“Si él no se va, yo no me voy de acá”, dijo el cacique Marcelo Buinaje Atama, máxima autoridad del resguardo Predio Putumayo, en pleno corazón de la selva del Amazonas, específicamente de la Organización Zonal de la Chorrera, quien vino a Bogotá con la misión de llevar al presidente Juan Manuel Santos o en su defecto a un ministro para que hagan presencia en la conmemoración del primer centenario del genocidio cometido por la empresa cauchera Casa Arana contra los pueblos que habitan este predio.
La conmemoración de este hecho de esclavitud, violencia y muerte contra estos pueblos se realizará desde este sábado y hasta el 12 de octubre, cuando se celebra del día de la Raza, y contará con la presencia en ese territorio de
invitados del Gobierno Británico, representantes de los gobiernos de Perú y Brasil, y cerca de 5 mil indígenas de diferentes pueblos.
Sin embargo, hasta este momento el Gobierno Nacional no ha confirmado la presencia de un alto funcionario en este acto conmemorativo, específicamente para el día 12 de octubre.
Infortunadamente para el cacique se cruzó en su misión de regresar a su territorio con el Presidente, el problema de salud del Mandatario, que le impedirá durante unos días viajar, tras la operación a la que fue sometido el día de ayer.
Luciendo su corona hecha con plumas de guacamayo, que lo acredita como autoridad en su comunidad, explicó con voz pausada los motivos de su viaje desde este lejano territorio, que solo para dar una idea basta decir que se encuentra a 25 días por río de Leticia, capital del departamento de Amazonas.
“Soy enviado de los cuatro pueblos indígenas de La Chorrera: huitotos, boras, muinanes y ocaine, le han pedido al Gobierno que él (el Presidente Santos) se vaya conmigo. Yo vine de unas tierras de la paz, él dijo que quería conseguir la paz, pues para conseguir la paz tiene que llegar a donde yo estoy y donde están los cuatro pueblos para recibir al Presidente y al mismo tiempo darnos fuerza para que él consiga inmediatamente la paz”.
El cacique Buinaje señaló con un tono de nostalgia que el Presidente Santos se ha reunido con los indígenas de la Sierra Nevada y con las comunidades del Cauca, y ¿por qué donde nosotros no va a ir a pronunciar aunque sea una palabra y qué palabra nos va a dar después de ese gran genocidio que hubo?”.
El viaje de Buinaje Atama fue el último recurso que encontró la comunidad del resguardo Predio Putumayo para que el Gobierno nacional no se ausente de este acto de conmemoración, que no solamente involucra el genocidio contra esta población ejecutados por los caucheros sino la violación de la soberanía en el marco del conflicto limítrofe con Perú, que incluso llegó hasta un conflicto armado entre las dos naciones.
El cacique explicó que desde hace cerca de tres meses, a través del Programa Presidencial para Pueblos Indígenas, “se ha invitado, y el único que no ha dado respuesta es el Gobierno por lo menos para decir va un avión presidencial, por lo menos que vaya alguien con poder de toma de decisiones desde su gabinete, a decir hace más de 100 años pasó esto en Colombia, masacraron más de 80 mil indígenas en este territorio de la Casa Arana en La Chorrera Amazonas”.
Historia de resistencia
Reconocer por parte del Gobierno que se presentó este genocidio a principios del siglo es una de las razones que tienen las comunidades indígenas con este acto conmemorativo, más teniendo en cuenta que la Ley de Víctimas contempla reparaciones simbólicas por parte del Estado para hechos que ocurrieron antes de enero de 1985.
Tras la esclavitud, las torturas y crímenes de que fueron objeto estos pueblos indígenas del Amazonas, que los llevó casi al punto del exterminio, con el paso del tiempo se generó un proceso de reconstrucción de su territorio, “tanto social como culturalmente estamos en este territorio hoy en día, gracias a la fuerza de nuestros antepasados, que los pocos que quedaron volvieron a reconstruir nuestro territorio”, explicó el cacique.
Por eso también la razón de su presencia en la capital del país es que los colombianos sepan que en el lejano Amazonas se está conmemorando un hecho que no debió ocurrir sino fuera por la codicia de unos caucheros, hecho del que muy pocos saben hoy en día.
El cacique trajo en su equipaje elementos propios de la tradición de los pueblos indígenas del Amazonas, como el mambe (a base de hoja de coca tostada y pulverizada) y el ambil (pasta de tabaco), además llama la atención un pequeño canasto, el cual simboliza que sirvió para guardar el silencio que los mayores mantuvieron durante mucho tiempo frente a este hecho como una forma de no vivir permanentemente con este horror, pero con la ayuda de las nuevas generaciones decidieron contar su historia para que no vuelva a ocurrir algo parecido.
Situación Social
En 1998 nueve pueblos, incluyendo los cuatro de La Chorrera, lograron después de no pocos trabajos que les titularan 6 millones de hectáreas que hoy constituyen el resguardo Predio Putumayo, que abarca los departamentos de Caquetá, Putumayo y Amazonas, en donde los cuatro pueblos con cerca de 5 mil personas han logrado mantener su cultura y tradiciones.
Sin embargo, esta comunidad tiene muchas carencias, especialmente en materia de salud frente a enfermedades que no pueden ser atendidas por la medicina tradicional que han trascendido por generaciones, hay un grave problema de desnutrición.
También este territorio ha sido afectado por minería ilegal, explotación de madera, a pesar que los indígenas hacen control para la defensa del territorio; y hay temor por el desarrollo del megaproyecto IRSA para la interconexión de Suramérica por vía fluvial y de carretera, que también tendría impacto en esta región.
La Casa Arana
La fiebre por la explotación del caucho comenzó en Colombia en la segunda década del siglo 19, inicialmente en el oriente y luego se desplazó a la zona del Amazonas.
Para la época el peruano Julio César Arana era un próspero comerciante que abastecía de mercancía y herramientas a los caucheros. Años después decidió meterse en el negocio fundando un centro de acopio.
Le fue tan bien que posteriormente compró la estación La Chorrera, lugar que le sirvió como el centro desde donde manejaba el negocio de la explotación y comercialización del caucho.
Sin embargo, Arana aprovechando que el Ejército peruano se apoderó del territorio colombiano de Tarapacá, comenzó a apropiarse por la fuerza de tierras de los colonos y desplazando a los demás caucheros, hasta quedarse con todo el negocio.
En ese proceso la Casa Arana, que ya contaba con algunos accionistas ingleses, puso a su servicio a los indígenas de La Chorrera, principalmente, llevándolos al punto de la esclavitud como recolectores y cargadores del producto, ejerciendo todo tipo de torturas e incluso asesinando a quienes no cumplieran con el rendimiento que ellos esperaban en el trabajo.