Por Helena Villamizar García-Herreros
Especial para EL NUEVO SIGLO
En la pasada Cumbre de las Américas solamente la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, abordó aspectos de la absurda gobernabilidad global al referirse al “tsunami monetario” de las emisiones monetarias de las naciones ricas que revalúa las moneda de las economías emergentes y lleva a que sus sectores industriales sean “canibalizados”.
Tales “tsunamis” tienen consecuencias aún más catastróficas para dichas economías bajo condiciones de libre movilidad de capitales; uno de los elementos fundamentales de la nueva gobernabilidad global que Estados Unidos está tratando de imponer al mundo paso a paso mediante tratados bilaterales. EU ignora así las trascendentales lecciones de las crisis, cada vez más profundas y más costosas, que siguieron a la liberalización de los mercados financieros tras el derrumbe del sistema de Bretton Woods. Tampoco le interesan a esta nación los desarrollos teóricos y las voces de reconocidos académicos que desde distintas orillas del pensamiento condenan la liberalización de los capitales por los enormes riesgos que ellos comportan para la estabilidad macroeconómica
La crisis del Asia en efecto brindó nuevos elementos teóricos y valiosa experiencia sobre los gravísimos riesgos derivados de la libre movilidad de capitales, fortaleciendo lo que se ha llamado “modelos de segunda generación” en la interpretación de las crisis de balanza de pagos; los “modelos de primera generación” atribuían el origen de estas a políticas internas, especialmente políticas fiscales deficitarias. En el caso del Asia diversas naciones con superávit fiscal sufrieron los rigores de una crisis profunda, evidenciando así otras causas; según concluyeron el nobel Stiglitz y Jagdih Bhagwati, de distintas escuelas de pensamiento, su origen fue la liberalización de los capitales impuesta por el Tesoro de Estados Unidos y los mercados financieros, ilustrados como el Complejo Wall Street-Tesoro de EU por Bhagwati.
Tan contundentes lecciones dejó esta crisis que el propio FMI renunció a su proyecto de incorporar la liberalización de los flujos de capital en su Convenio Constitutivo. Igualmente una de las conclusiones de un trabajo de la ONU, a raíz de la crisis asiática que alcanzó dimensiones globales, -“Hacia una nueva arquitectura financiera internacional”, realizado por reconocidos economistas bajo la dirección de José Antonio Ocampo-, fue precisamente el imperativo para las naciones en desarrollo de conservar su autonomía en el manejo de la cuenta de capitales.
No atendió
Desoyendo las aleccionadoras experiencias de crisis globales, incluidas la asiática y su propia crisis de 2008, y los clamores de la Academia, así como estudios del propio FMI y del NBER, Estados Unidos no cesa en su empeño de imponer mediante tratados dicha liberalización, sin siquiera contemplar salvaguardias para períodos de crisis, al igual que otras políticas cruciales a sus intereses como las de limitar la competencia mediante capítulos de Propiedad Intelectual muy lejanos al título de dichos tratados de “libre” comercio.
En su propósito de implantar una nueva gobernabilidad global en que los intereses del capital financiero no puedan ser limitados por legislaciones nacionales, esta nación ha abordado nuevos escenarios, donde busca imponer las mismas reglas de protección a la inversión y propiedad intelectual de sus tratados bilaterales. En efecto, es lo que ha venido ocurriendo con el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica –PTTA-, conocido como Pacific 4” o P 4 pues fue firmado por Chile, Brunei, Nueva Zelanda y Singapur e iniciado en 2006 y cuyo objetivo era liberalizar el comercio de la región Asia Pacífico y la cooperación entre regiones. Este acuerdo actualmente está en proceso de negociación para su ampliación a otras cinco naciones entre las cuales se encuentran Estados Unidos, Australia, Perú, Malasia, y Vietnam. A fines del 2011 Japón, México y Canadá manifestaron su deseo de participar en el mismo. La evidente mayor capacidad negociadora de Estados Unidos ha llevado a que este país esté tratando de imponer las mismas reglas de sus tratados bilaterales, lo que ha generado protestas de la sociedad civil, en particular por sus contenidos en Inversión y Propiedad Intelectual.
En febrero pasado, previo a una ronda de negociación que tendría lugar en marzo, más de cien connotados economistas del mundo dirigieron una carta a los ministros negociadores del TTPA instándolos a reconocer los controles a los capitales como un instrumento legítimo de políticas prudenciales y de acción para prevenir y mitigar las crisis. Ellos solicitan a los negociadores impedir que tratados comerciales y de inversión contemplen la posibilidad de los inversionistas de demandar a los Estados por hacer uso de dichos instrumentos legítimos. Igualmente la sociedad civil ha elevado sus voces para impedir que en este marco multilateral Estados Unidos pueda constreñir los derechos de información y el derecho a la privacidad mediante la imposición de normas de propiedad intelectual con contenidos similares a las leyes SOPA y ACTA.
Las legítimas y profundas preocupaciones de dichos economistas entre los que se encuentran Bhagwati, Ocampo, Rodrik French Davis, Kreger, Davidson, etc., así como las planteadas por la sociedad civil en torno a los acuerdos sobre propiedad intelectual, deberían formar parte primordial de la agenda de futuras cumbres. La nueva gobernabilidad global que Estados Unidos ha venido implantando en el mundo sin importar las dolorosas y aleccionadoras experiencias históricas y las recomendaciones de la Academia desde distintas esquinas del pensamiento, producirán al mundo entero y en especial a las naciones en desarrollo inmensos sacrificios. Estas políticas, tan equivocadas y aún menos justificables que las utilizadas en la lucha antidrogas, causarán graves estragos en estas economías y a la postre en la economía global.
1/http://ase.tufts.edu/gdae/Pubs/rp/TPPAEconomistsLetter.pdf