En La U quieren que se proyecten nuevos liderazgos de corte presidencial, en tanto que hay voces liberales que piden no soltarle todas las riendas al gavirismo. Los conservadores se debaten en torno a cómo ubicarse mejor en la coalición de gobierno y la reconfección del Directorio Nacional. En Cambio Radical reclaman herramientas reales para poder ejecutar la tarea del Vicepresidente. En el Centro Democrático hay distintas ópticas sobre el tipo de oposición y como equilibrar el arrastre de Uribe con el empoderamiento de Zuluaga
El nuevo mapa político tiene a los partidos y movimientos, literalmente, a las carreras para situarse lo mejor posible en ese renovado escenario. Pero no son esas las únicas movidas, puesto que al interior de cada colectividad también se registran maniobras, unas más evidentes y visibles que otras, pero todas con un denominador común: acomodar las cargas, definir liderazgos y planificar para los comicios regionales del próximo año.
EL NUEVO SIGLOindagó sobre esas movidas internas partidistas y la forma en que éstas terminarán configurando realidades políticas en el corto y mediano plazos, pues no sólo está en la mira el recambio del gabinete y otros altos cargos del Estado, así como la configuración de las coaliciones gobiernista, de oposición e independiente, sino también la forma en que se están armando desde ya los partidores para las elecciones de gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y ediles, e incluso los nombres que asoman como posibles presidenciables para el 2018.
Pulsos en La U
Una alta fuente del llamado “partido de gobierno” indicó que en este preciso momento hay tres tipos de pulsos internos en la colectividad. El primero se refiere a la puja de nuevos senadores y Representantes por tener “cuotas de poder” en el Gobierno, no sólo a nivel ministerial y de altos cargos, sino de puestos intermedios en entidades nacionales, descentralizadas y regionales.
“… Aquí hay dirigentes y parlamentarios que se consideran con más derechos que otros y eso se ha visto reflejado en estos días”, precisó un congresista consultado, para quien es claro que, incluso, se han “dado casos de senadores y Representantes que, en ese afán por ser tenidos en cuenta, están cobrando la misma votación a favor de la reelección, sin que sea claro quién finalmente movió los apoyos para las presidenciales en varias regiones”.
Un segundo pulso en La U se dirige a que hay una “fila india” que empieza a alargarse respecto a quién o quiénes manejarán el partido ahora que su presidente, el exministro Sergio Díaz-Granados, suena fuerte para un ministerio o un alto cargo en la Casa de Nariño. Esta puja es más fuerte incluso que la competencia por las presidencias de Senado y Cámara,
“… Aquí hay varios quemados en marzo al Congreso que están pidiendo pista, se habla también de una jefatura colegiada y que alguno de los senadores asuma la presidencia rotativa… Pero también se especula sobre presuntos guiños del Presidente para señalar a un jefe de La U ajeno al Congreso, que se dedique desde ya a preparar la logística para las elecciones regionales, pues Santos y la bancada de La U tienen una relación directa para lo de la agenda en el Congreso”, precisó el parlamentario.
La tercera movida se dirige a que algunos dirigentes y congresistas han advertido que es necesario proyectar y fortalecer desde ya un perfil fuerte de liderazgo en La U, pues tras la deserción de Uribe y el segundo mandato de Santos, no se ven nombres que en dos o tres años empiecen a entrar con opciones en el partidor de las presidenciales de 2018. “… Que Vargas Lleras sea el candidato del gobierno dentro de cuatro años no cala en muchos sectores de La U que consideran que se debe tener candidato propio por ser el partido de gobierno y mayoritario”, dijo un alto dirigente de ese partido, que pidió la reserva de su nombre.
Codazos rojos
También hay movimientos internos en las toldas del liberalismo. En primer lugar, porque hay quienes consideran que si bien el gavirismo jugó un papel preponderante en la campaña presidencial, no por ello esa corriente política tiene que asumir exclusiva y excluyentemente las riendas del partido durante los próximos años.
Ya hubo un campanazo al respecto cuando se propuso días atrás que el expresidente César Gaviria asumiera la dirección única roja, en reemplazo de su hijo, Simón, que todo parece indicar irá a la dirección de Planeación Nacional. La propuesta tuvo tantos apoyos como reservas, pero la polémica no fue más allá pues el propio exmandatario hizo saber que no estaba interesado en asumir las riendas liberales ni en volver a la política del día a día. Todo apunta a que habrá dirección colegiada.
Lo cierto es que vertientes como el samperismo, el serpismo, el galanismo, algunos liderazgos emergentes e incluso voceros de centro-izquierda en las toldas rojas consideran que la dirección liberal debe mantener cierta distancia con la Casa de Nariño, para no ‘matricularse’ 100 por ciento con un presidente que, lo recalca, es de La U y tiene como segundo a Vargas Lleras, de Cambio Radical, a quien ya muchos ven como seguro presidenciable en 2018.
Al igual que en el resto de las colectividades que apoyaron a Santos en la campaña, hay también cierta competencia interna por saber a qué sector liberal le irá mejor en las cuotas de representación y poder en el Gobierno. El saliente presidente del Congreso, Juan Fernando Cristo, como posible Mininterior, el propio Simón Gaviria a Planeación Nacional y la posibilidad de que Alfonso Gómez Méndez sea ratificado en la cartera de Justicia, parecerían que no colma las expectativas de los liberales y quieren un escaño más en el gabinete. Por lo pronto, es claro que siendo la terna para Contralor General de claro origen rojo, ese cargo quedaría para la colectividad así como un posible primer turno en la presidencia de la Cámara.
Y, por último, es evidente que continúa el choque de visiones en torno a quienes consideran que el liberalismo debería fortalecerse desde lo que tiene hoy, y aquellos que piensan que ahora la prioridad debe ser aterrizar por fin la estrategia de reunificación, abriendo puertas a dirigentes que migraron a La U y Cambio Radical, con el fin de asegurar posibilidad de volver a la Casa de Nariño en cuatro años.
Reacomodo azul
El Partido Conservador tiene en estos momentos tres grandes situaciones internas que resolver. La primera, sin duda alguna, que la confección del nuevo Directorio partidista no sólo refleje las mayorías del sector santista que se impuso en la contienda presidencial, sino que dé cabida a los senadores y Representantes más votados en marzo pasado. Desde ya está claro que el margen de acción del hoy presidente del Directorio Omar Yepes y la excandidata Marta Lucía Ramírez para ser interlocutores con el Gobierno es prácticamente nulo.
Es más, si algo quedó claro en la reunión días atrás entre el presidente Santos y la bancada conservadora que respaldó su reelección, es que el Mandatario va a gobernar con quienes lo apoyaron. Ese es un mensaje que en la renovación del Directorio y la convención partidista de agosto próximo tendrá consecuencias a la hora de definir los nuevos liderazgos.
Otro de los asuntos que trasnocha a más de un dirigente y congresista azul es la forma en que desde los otros partidos de la coalición de Unidad Nacional se ha tratado de debilitar la participación y cuotas de poder del conservatismo en el Gobierno, bajo la tesis de que la colectividad institucionalmente no respaldó en bloque a Santos. Si bien varios congresistas admiten que hubo una división, también advierten que hay quienes en La U y los liberales están sobredimensionando el escenario movidos por un claro interés burocrático e incluso para cerrarle el paso a que el conservatismo tenga turnos en las presidencias de Senado o Cámara en el cuatrienio que comienza, o pierda la Procuraduría cuando Alejandro Ordóñez termine su segundo periodo.
Nadie está planteando salirse de la Unidad Nacional ni mucho menos aliarse con el uribismo en el Congreso, aunque sí hay muchos coqueteos desde esa orilla, pero es claro que la bancada azul teme ser subvalorada por el resto de la coalición.
Y similar a lo que pasa en otras colectividades, ya hay quienes consideran que debe proyectarse una estrategia seria y medible de cara a los comicios regionales del próximo año, para evitar que el uribismo trate de sonsacarle líderes y votos a nivel departamental y municipal, tal como pasó en la campaña parlamentaria y presidencial.
Ajustes en Cambio
De acuerdo con las indagaciones hechas por EL NUEVO SIGLO en fuentes de esta colectividad, hay dos asuntos que generan cierta alerta en sus toldas. En primer lugar, que desde la misma coalición se está diciendo que ese partido ya tiene Vicepresidente (a través de Vargas Lleras) y, por lo tanto, debería mantenérsele su actual cuota ministerial, que es apenas la cartera de Vivienda.
Para Cambio esa visión rompe el acuerdo Vargas-Santos en torno a que éste tendrá bajo su responsabilidad toda la ejecución en materia de infraestructura, una tarea que debe abarcar, por lo menos, de dos a tres ministerios, incluyendo Transporte y Vivienda de entrada. De allí que haya nombres como los de Néstor Humberto Martínez en el sonajero para otras carteras.
También se considera que Cambio, al ser el único de los cuatro partidos de la coalición que creció en curules en el Senado, debe tener turno en la presidencia, pero esa aspiración se complica pues La U quiere la primera y tercera legislatura, en tanto que liberales y conservadores pelean por la segunda y cuarta.
Igual se dice que Cambio no debería elegir un jefe único del partido, pues esta es la función natural de Vargas Lleras como segundo a bordo del Gobierno, desde donde podrá manejar la bancada y otros temas del día a día político. Así las cosas, hay quienes en este partido sostienen que esos nuevos liderazgos emergentes, como los de los Char, Germán Varón, Rodrigo Lara o Antonio Guerra, hay que canalizarlos en la organización de las elecciones regionales, en donde la meta no es otra que aumentar número de cargos departamentales y municipales.
Armazón uribista
En las toldas del expresidente Uribe han sido tres los temas predominantes tras el guayabo por la pérdida de la contienda presidencial. El primero ha estado dirigido a empoderar al excandidato Oscar Iván Zuluaga, pues hay sectores que sostienen que debe ser él el jefe de la oposición al Gobierno, no sólo para descargar en algo las tareas del exmandatario, que ahora deberá concentrarse en su labor como líder de la bandada parlamentaria, sino porque, quiérase o no, con más de seis millones de votos está ya ubicado en el partidor presidencial para 2018. Por eso se le designó como presidente de esa facción política, que ahora busca transmutarse de un movimiento significativo de firmas a un partido oficial y estructurado.
En segundo lugar es claro que la contienda presidencial dejó ciertas heridas internas que es necesario ir superando. También hay distintas ópticas respecto a qué clase de oposición se hará a Santos, pues para algunos congresistas y dirigentes debe ser diaria y sin tregua en todos los aspectos (más aún estando a 15 meses de comicios regionales), y para otros muy puntual y sin estar a todo momento en el ‘frente de batalla’ político para no desgastarse ni perder impacto.
También hay preocupación sobre cómo cumplir las promesas de avales a candidatos a gobernaciones, alcaldías, concejos y diputados, muchos de los cuales se dieron pensando en que Zuluaga ganaría la Casa de Nariño y que gran parte de la dirigencia uribista nacional y regional iría al Gobierno. Fallida la campaña presidencial, más de uno de esos dirigentes ahora está pensando postularse a los comicios del próximo año, lo que implicaría echarse para atrás en muchos compromisos de avales hechos antes del 15 de junio.
El tercer aspecto que tiene pensando a más de un dirigente uribista se refiere a cómo actuará la bancada en el Congreso. Para algunos parlamentarios y dirigentes la idea es que haya unidad de acción y que Uribe sea un director de orquesta estricto, mientras que otros parlamentarios consideran que debe existir un margen de acción y libertad relativas para que cada quien se posicione políticamente lo más posible sin estar a la sombra del jefe.