Desde el mismo momento en que fue elegido por el colegio cardenalicio para ser el portador del anillo del pescador, el papa Francisco anunció su intención de promover reformas en la Iglesia Católica para hacerla no sólo más cercana a la feligresía sino capaz de encarar los desafíos de una sociedad globalizada y multicultural, especialmente en lo que se refiere al concepto de la familia moderna.
Carismático y conciliador, el Pontífice de origen argentino ha aplicado cambios estructurales en El Vaticano, al tiempo que su discurso de humildad y sencillez ha impactado a toda la cristiandad, reavivando así la fe de quienes profesan la religión más extendida a nivel mundial.
Su condena abierta a los casos de abusos sexuales, la petición de perdón a las víctimas y su llamado a que los responsables sean castigados drásticamente, han logrado recuperar en poco tiempo la imagen de una Iglesia tiempo atrás cuestionada. Su mandato a dejar de lado los lujos en iglesias e instituciones católicas, optando por la austeridad y la prioridad en el apoyo a los más desvalidos, también han calado fuertemente en la feligresía.
Esta semana obispos y cardenales de todo el mundo se reunieron en el Vaticano para analizar el documento que contendrá las reformas que impulsa el papa Francisco dentro de la Iglesia en materia del tratamiento a los divorciados que se vuelven a casar, la familia moderna, la homosexualidad y a las convivencias. Todos fueron objeto de profundos análisis durante el Sínodo, que ayer produjo un documento final. Esa plataforma será de nuevo sometida a discusión con las bases católicas en todo el mundo, antes del Sínodo de octubre del 2015 tras el cual el Papa podría aprobar las reformas.
Francisco quiere una Iglesia doctrinalmente fuerte y que, sobre esa base, sepa leer la realidad actual y guiar a sus millones de fieles. Todo hace indicar que va por el camino correcto.