La noche del 5 de febrero de 1887 los ojos líricos del mundo estaban puestos en la Scala de Milán por el estreno de una nueva ópera, basada en “Otello”, la tragedia de William Shakespeare. Giuseppe Verdi, el compositor, no decepcionó. Escribió una obra maestra. Que es una de las más difíciles de todo el repertorio, hay que estar a la altura del drama original, lo que no es poca cosa, y contar para el rol protagonista con un tenor heroico, capaz de afrontar el que debe ser el papel más exigente del repertorio italiano ¡y actuarlo!
Los grandes Otellos, a lo largo a lo largo de los 130 años transcurridos desde el estreno milanés, se cuentan en los dedos de la mano: Francesco Tamagno para cuya voz se escribió la ópera, Giovanni Martinelli, Leo Szlezak, el chileno Ramón Vinay fue el primero en grabarla, Wolfgang Windgaseen cómo no, Jon Vickers que la hizo con Karajan. Mario del Monaco fue un grandísimo Otello en cierto momento de su carrera y luego no tan bueno por su exageración vocal e interpretativa. Naturalmente, en los 80’s y 90’s Plácido Domingo.
En las últimas décadas muchos tenores se han probado en la piel del personaje pero no han dado la talla. Otello de Verdi y Tristán de Wagner son los roles más exigentes y difíciles de todo el repertorio lírico. Lo demás son historias.
Pues bien, la noche del pasado miércoles ocurrió algo similar a ese 5 de febrero de 1887. Los ojos del mundo estaban fijados en el escenario del Covent Garden, la Royal Opera House de Londres, porque se iba a producir el esperado debut del tenor alemán Jonas Kaufmann en Otello. El Covent Garden, en cierta medida, es el teatro talismán de Kaufmann.
Esperado porque él es hoy por hoy el primer tenor del mundo. Con una característica de versatilidad que no ocurría en el mundo lírico desde finales del siglo XIX cuando reinaba Jean de Rezke, que era el primero con la ópera italiana, la francesa y la alemana. Las expectativas se acrecentaron porque una severa afección en la garganta lo mantuvo alejado de la escena entre finales del año pasado y principios de este, y un par de cancelaciones en las últimas semanas alcanzaron a generar «pánico lírico».
Lo cierto es que como en 1887 los grandes diarios del mundo desplazaron sus periodistas para cubrir el acontecimiento.
Efectivamente, apenas unos minutos después de las 8.00 de la noche, el Covent Garden, que estaba con el lleno hasta la bandera, presenció la entrada triunfal del Otello de Kaufmann en el Exultate, que dice uno de los comentaristas del evento, se oyó con «tono broncíneo y resonó por toda la sala».
Parecen coincidir todos los observadores en el hecho de que, una vez más, la inteligencia del tenor alemán se ha puesto al servicio de un personaje legendariamente complejo, y que su extraordinaria encarnación del moro parece ser apenas el anuncio de lo que vendrá en el futuro.
Alaban también el contundente Yago del barítono italiano Marco Vratogna y la frágil Desdémona de la italiana María Agresta. Coinciden en aplaudir la dirección musical de Antonio Papano y el desempeño de la orquesta y el coro de la casa.
No hay consenso con la producción de Keith Warner con decorados de Boris Kudliĉka y vestuario de época de Kaspar Gardner, encuentran demasiados clisés de esos que son lugares comunes de la puesta en escena contemporánea.
Pero esos asuntos no desvelan a nadie. Al fin y al cabo los ojos estaban puestos en Kaufmann, que no decepcionó, sino que demostró que, efectivamente, a sus 47 años entra a formar parte de la galería de los “grandes Otellos”.