El 15 de marzo de 2011 estalló la guerra civil en Siria. Facciones rebeldes se lanzaron a una lucha sin cuartel con el objetivo de sacar del poder al presidente del régimen, Bashar al Asad. Han pasado trece años desde el inicio de una conflagración bélica que le ha costado la vida a más de medio millón de combatientes y civiles, al punto que este conflicto ya se contabiliza entre los más mortíferos de las últimas décadas.
La guerra en Siria ha sido, claramente, una de las más complejas y convulsas en lo corrido de este siglo, porque no solo han terciado los ejércitos locales, sino que fuerzas internacionales terminaron participando en distintas fases de las hostilidades, en medio de un pulso geopolítico entre occidente y Rusia, ya que esta última siempre ha sido uno de los principales apoyos del régimen. De allí que se cuenten por decenas de miles los combatientes sirios, pero también de origen iraní, kurdos y varias otras naciones árabes.
A ello se suma, que esta confrontación terminó imbuida en el desdoblamiento trasnacional del extremismo radical yihadista, al tiempo que ha estado bajo permanente controversia por las denuncias de utilización de armas de guerra prohibidas por las convenciones de Ginebra y el Derecho Internacional Humanitario.
Como si fuera poco, son varios los millones de sirios que han tenido que huir del país y hoy están disgregados por países vecinos y gran parte de Europa. La población local, a su turno, sobrevive en medio de un clima permanente de violencia, abandono y pobreza.
Lo más grave de todo lo anterior es que con el pasar de los años y la variación del escenario geopolítico tanto en esa convulsa región como en otras latitudes, la urgencia de buscar una salida negociada al conflicto ha ido perdiendo terreno. Por el contrario, la de Siria comenzó a ser una especie de guerra olvidada en la que la cantidad de muertos y heridos, las múltiples denuncias sobre violaciones de los derechos humanos, así como la destrucción del país (incluyendo monumentos históricos de primer nivel) dejaron de ser prioridad para la comunidad internacional.
Hoy por hoy, el gobierno de Bashar al Asad ha recuperado el control de buena parte de su territorio al sur y el centro, pero en el norte extensas zonas siguen en manos de las fuerzas rebeldes.
Así las cosas, con los ojos puestos en los conflictos de Ucrania y Gaza, la guerra en Siria pasó a un segundo plano, aunque mantiene sus altos niveles de muertes y heridos.