Vivimos en un mundo donde el consumismo va ligado a nuestras elecciones cotidianas, y nosotros como consumidores tenemos responsabilidad de los diferentes impactos ambientales negativos asociados tales como la contaminación del aire y agua, generación desmesurada de residuos e impacto en la biodiversidad entre otros. Este consumismo desenfrenado ha llevado a la sobreexplotación de los recursos naturales, la generación masiva de residuos y la degradación de los diferentes ecosistemas presentes en nuestro planeta, según el informe presentado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura entre el 2015 y 2020 se deforestaron diez millones de hectáreas al año.
El consumismo masivo tiene relación con la obsolescencia programada, lo cual se refiere a los productos diseñados con la finalidad de saciar una necesidad pero que sea desechado lo más rápido posible; y con la obsolescencia percibida, que se traduce como una estrategia que busca generar en el consumidor la necesidad de cambiar el producto con base a las nuevas tendencias del mercado, para obtener una validación de su entorno social. En consecuencia, a este tipo de obsolescencias que llevan el descarte rápido del producto nuevo adquirido, se contribuye al agotamiento de recursos naturales y a la actual crisis ambiental.
El deseo constante de adquirir productos en tendencia conduce a una extracción masiva de recursos naturales. Esto debido al modelo económico lineal que ha regido al mundo durante muchos años, el cual inicia en la extracción de las materias primas, la transformación de estas a nuevos productos, la distribución hacia el consumidor, quien en última instancia somos todos nosotros, implica una demanda alta de recursos, siendo esto último algo insostenible para nuestro planeta.
En la fabricación de nuevos productos, el uso de materiales no sostenibles agrava el deterioro ambiental, puesto que se usan desde plásticos de un solo uso hasta maderas no certificadas contribuyendo a la contaminación de la superficie terrestre afectando a la flora y fauna presente en tierra y océanos en donde según estudios por la fundación Ellen MacArthur, se estima que para el 2050 habrá más plásticos que peces en el mar; mientras que la tala insostenible de bosques contribuye a la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.
En cuanto a la producción y transporte de bienes para saciar las necesidades de un mercado consumista, usualmente la cadena de suministro global genera altas cantidades de carbono, cada eslabón de la cadena implica procesos de quema de combustibles fósiles que contribuyen significativamente al cambio climático. Simultáneamente esta quema no solo afecta la huella de carbono, sino que también contamina el aire que respiramos.
A pesar de estos desafíos, existe la posibilidad de aportar a la solución de los diferentes problemas descritos anteriormente. Hay empresas que han demostrado que es posible saciar las demandas del mercado consumista haciendo uso de prácticas sostenibles, sumado a esto, el consumidor deberá empezar a buscar y exigir productos amigables con el ambiente, e informarse del proceso de producción y transporte de los productos antes de su consumo, para así asegurarse que está aportando adecuadamente a la solución de la crisis climática que afrontamos, lo cual se ve reflejado en el informe de Euromonitor International el 64% de los consumidores intentó tener un impacto positivo en el ambiente a través de sus acciones cotidianas en 2023.
Sin embargo, estas medidas no solucionan el problema de la explotación desenfrenada de recursos, puesto que para disminuir la extracción de materias primas debe cambiarse la cultura consumista y empezar a educar a las personas sobre el impacto ambiental asociado a cada compra de un nuevo producto, con la intención de asumir la responsabilidad del daño ambiental mundial.
En conclusión, el poder elegir no solo radica en la acción individual; como colectivo, debemos inspirar una transformación en la cultura consumista que está agotando los recursos naturales de nuestro único hogar. Si queremos subsistir como humanidad debemos tomar decisiones informadas y sostenibles, donde cada elección cuenta para así tener un futuro prometedor para nosotros y las próximas generaciones.
* Docente del departamento de Ingeniería Química y Ambiental de la U. América.