En un nuevo entorno internacional, la integración de los bloques comerciales abre nuevos mercados. La Organización Mundial de Comercio que ha abierto un foro para periodistas como antesala a la reunión de diciembre en Buenos Aires, proyecta nuevas fórmulas de integración.
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Las negociaciones de mega-acuerdos preferenciales de alcance interregional ocupan hoy un lugar central en la agenda de las relaciones comerciales internacionales y Latinoamérica no es ajena a ello. La atención de quienes tratan de entender el futuro del comercio internacional está más concentrada en lo que serían, en un plazo aún incierto, los acuerdos que surjan de tres frentes negociadores: el Trans-Pacific Partnership, TPP, el Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership, TTIP, y el Regional Comprehensive Economic Partnership, RCEP.
Se trata de negociaciones comerciales que se insertan en un marco de incertidumbre respecto de su evolución, que se manifiestan especialmente en los casos del TPP y del TTIP. Tienen que ver con resistencias que se observan en algunos de los protagonistas, especialmente los Estados Unidos y la Unión Europea. Pero también con incertidumbres más amplias respecto de la propia evolución del sistema comercial internacional global y con la de algunas de sus principales regiones, dijo Félix Peña, analista de Universidad Tres de Febrero de Buenos Aires.
En ambos casos, las tendencias a la fragmentación y confrontación parecen por momentos estar predominando sobre las de cooperación y convergencia, dijo.
Otras negociaciones
Hay, por cierto, otras negociaciones comerciales internacionales relevantes, tales como las de la UE con la India y con el propio Mercosur. Pero las antes mencionadas concentran una mayor atención por el hecho de abarcar a los EU, a la UE y a un grupo aún no definitivo de países de Asia y del Pacífico. Sumados representarían una parte significativa del producto y del comercio mundial.
Por lo demás, quienes impulsan el TPP y el TTIP parecen aspirar a que el contenido de los acuerdos que se logren fije, en adelante, los estándares para las principales reglas de juego del comercio mundial del futuro. Es decir, persiguen objetivos que incluyen, pero a su vez trascienden, al plano del impulso cuantitativo del comercio actual.
El hecho que, en su momento, la Conferencia de Bali no haya restablecido la expectativa de una negociación multilateral global que pudiera concluirse en un tiempo razonable -a través de la actual Ronda de Doha o de algunas de las variantes que se han planteado en el marco de la OMC-, fue considerado como uno de los incentivos para avanzar a través de los mega-acuerdos interregionales.
Sin embargo, es factible argumentar que el tiempo que demandan estas negociaciones de alcance parcial, debilita el esfuerzo político y técnico que requeriría desatar algunos de los principales nudos que traban las negociaciones multilaterales globales. Y, a su vez, lo que está apareciendo con cierta nitidez es que los principales nudos son similares en todos los frentes, tanto en el multilateral global como en el interregional.
Latinoamérica
¿Cuáles son hoy algunos de los principales incentivos para procurar una mayor articulación productiva y coordinación de las respectivas estrategias de negociaciones comerciales internacionales entre los países de la región?
Esta es una de las preguntas que deberían ocupar un lugar importante en el debate que se deberá continuar desarrollando en los países de América Latina. Tiene que ver con una cuestión fundamental para las relaciones entre países que comparten una región geográfica, que es la de los factores que impulsan hacia la cooperación y la integración. Y tiene que ver, en particular, con los efectos que pudieran producirse si es que la región -o al menos varios de sus países más relevantes, tales como los que son miembros del Mercosur y de la Alianza del Pacífico- pudiera dejar de tener un papel de protagonismo activo en el diseño de la arquitectura del sistema de comercio internacional del futuro. Tal diseño es el que muy probablemente será influenciado por los avances institucionales que, eventualmente, resulten de los varios mega-acuerdos preferenciales interregionales que se están negociando en la actualidad.
No ser parte significativa del proceso de creación de nuevas reglas del juego del comercio mundial, puede tener costos significativos para los países de la región o, al menos, para los que se quedan marginados.
Entre otras prioridades, tal estrategia debería comprender las acciones concertadas en el frente de la OMC, en el de las negociaciones de acuerdos interregionales -incluso respecto de aquellos en las que no participen- y en el de la región más inmediata en la cual se insertan el Mercosur y la Alianza, sea ella la del Sur Americano o la de Latinoamérica en su conjunto.
Señaló el experto que conciliar lo diverso en un contexto de fuertes cambios internacionales es un desafío que enfrentan los países latinoamericanos a la hora de construir un espacio regional de cooperación e integración, especialmente si, a la vez, procuran desarrollar una inserción competitiva en los mercados mundiales. Es ello más cierto aún si es que los respectivos liderazgos políticos, empresariales y sociales aspiran a asegurar condiciones para un razonable grado de gobernabilidad (paz y estabilidad política, desarrollo productivo y cohesión social), tanto en el plano global como en el regional.
Múltiples son los planos en los que el factor diversidad incide en las relaciones comerciales internacionales. Por cierto que la dimensión económica y el grado de desarrollo de un país ocupan un lugar relevante.
Pero también inciden, entre otras, las diferencias culturales, ideológicas, religiosas, étnicas y de capacidades tecnológicas. Comprenderlas e incluso apreciarlas, es una condición indispensable para navegar en un mundo de modernidad mestiza.
Tan pronto se incluye en el análisis y en la acción el factor de dinámica de cambio, la tarea de aceptar la diversidad como parte ineludible de la realidad internacional se torna más compleja y quizás apasionante.
Se requiere un sólido esfuerzo en cada país de la región para definir y actualizar sus estrategias de inserción comercial internacional. Países que saben lo que quieren y lo que pueden, especialmente si lo hacen a través de una fuerte participación social, están en mejores condiciones de procurar puntos de equilibrio en sus respectivos intereses, al dialogar y negociar con los otros países de la región.
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