Noriega dejó un Panamá en bancarrota y vuelve | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Diciembre de 2011

 

Vuelve extraditado a un Panamá reconciliado y en pleno boom económico, el ex dictador Manuel Antonio Noriega.
 
El Panamá de hoy es un opuesto al país en bancarrota y atravesado de odios que dejó hace 20 años al ser derrocado por una invasión militar de Estados Unidos.
 
Noriega, que será alojado en una celda individual bajo condenas por asesinatos y torturas que suman 60 años, no pasa de generar curiosidad para vastos sectores de una población joven (27 años promedio) y para la cual Noriega nunca fue otra cosa que un personaje de libros de historia.
 
"El Panamá actual, al de aquella época de Noriega es un Panamá 180 grados diferente", dijo Felipe Chapman, socio director de la firma de asesoría económica y financiera Indesa.
 
Nuevo El Dorado para empresas comerciales y financieras, base de uno de los principales
puntos de conexión aérea de la región, nueva sede de organismos de Naciones Unidas para América Latina... "Panamá es el Dubai de las Américas", resumió el presidente Ricardo Martinelli hace poco en Francia.
 
Hoy Panamá crece 10% por año y su endeudamiento apenas supera el 43% de su Producto Interno Bruto. El país amplía el Canal, construye su metro, tiene un desempleo reducido y firma convenios de transparencia para dejar detrás el estigma de paraíso fiscal.
 
Por el contrario en 1989, al final del norieguismo, el PIB se derrumbaba 13% de un año al siguiente y la deuda era mayor que la producción total anual, la inversión se había detenido y el desempleo superaba 16%. Con los bancos cerrados, la población debía apelar al trueque para subsistir.
 
"Ahí se vio la mayor creatividad del ser humano para salir adelante", dijo Chapman sobre un país al borde de la quiebra que a duras penas podía pagar a sus funcionarios.
 
Un factor económico clave para los panameños: el 31 de diciembre de 1999 el canal interoceánico pasó a sus manos como resultado del Tratado Torrijos-Carter, después de estar bajo soberanía estadounidense durante 85 años.
 
Desde su reversión, el canal aportó en regalías a la caja del gobierno más de 6.600 millones de dólares, de ellos 1.000 millones en el último período fiscal (concluido en septiembre), una cifra nunca soñada para una economía basada en servicios, turismo y comercio.
 
"Ha quedado demostrado que Panamá es un ejemplo claro de que ha podido prosperar mucho más con una democracia que con un régimen autocrático", aseguró Chapman.
 
Los cambios atañen también al aspecto político. "Panamá es un país reconciliado", dijo el analista Jaime Porcell, al recordar que "tirios y troyanos" han podido alternar en el poder desde 1989 sin traumas ni mayores incidentes.
 
Entre los presidentes de la post invasión hay furibundos opositores al período militar que se alternaron con otros surgidos del Partido Revolucionario Democrático (PRD, socialdemócrata y que sostuvo a los militares).
 
Guillermo Endara, el opositor a Noriega que asumió su cargo en una base militar estadounidense, fue relevado por Ernesto Pérez Balladares, del PRD. Cinco años después volvería al gobierno una crítica del 'Ancient Régime', Mireya Moscoso, a la que sucedería en 2004 Martín Torrijos, el hijo del general Omar Torrijos.
 
La reconciliación también fue transversal: el actual presidente Ricardo Martinelli, un empresario exitoso, trabajó tanto para el gobierno de Pérez Balladares como para el de Moscoso.
 
"Ya no tenemos esa división ni esos odios", dijo Mario Rognoni, amigo del ex dictador y ministro de Comercio en la etapa final del régimen.
 
Sin embargo, "no todo es color de rosas" ya que la economía "marcha bien, pero no así la
distribución de las riquezas", dijo Porcell al recordar que Panamá es uno de los países con peor distribución de la riqueza en América Latina y donde pese a la pujanza uno de cada tres habitantes es pobre.
 
Son los problemas cotidianos (inflación, corrupción, inseguridad) los que más preocupan hoy a los panameños que poco interés han mostrado en el regreso de quien condujo sus destinos --a los de sus padres-- con mano de hierro.
 
AFP