Esto es de no creer. Pero es la verdad.
Por esas casualidades de la vida, tuve la oportunidad de ver, el sábado pasado, el interior de la Plaza de Toros al filo de las 3:45 cuando la banda atacó las conocidas notas del pasodoble de El gato montés de Manuel Penella para acompañar el Paseíllo en la temporada de toros de Bogotá. Dejo en claro que no soy anti taurino. Pero, también es verdad que la Santamaría estaba escasísima de público. De acuerdo, era una novillada. También se corre peligro de muerte yendo a la plaza, pues le sale a uno un anti taurino, más furioso que un miura y lo pasa al papayo.
Pero estaba casi desocupada la Santamaría.
Una hora más tarde, a las 4:45, en la Catedral Primada no cabía un alfiler. El público llenó por completo las bancas de la iglesia y cuando no quedó un solo lugar libre empezó a apostarse en las naves laterales hasta formar una multitudinaria de herradura que se cerraba en la puerta principal.
¿Cuántos miles de personas hubo en la Catedral?
Francamente no tengo idea. Pero sí más que los que escasamente rodeaban el albero de la Santamaría.
Algo serio debe estar pasando cuando a la altura del décimo de los 17 recitales con la obra completa de Bach para órgano, este siga convocando una multitud mayor que la de los toros. Algo, pero no creo que algo tan serio esté despertando la inquietud de la entidad patrocinadora de la serie, que es el Ministerio de Cultura. Porque sí, la Ministra Garcés estaba presente y también el director del Museo Nacional. Pero nadie más. Ay, cómo le aburre la Cultura a la burocracia cultural…
Algo debe estar ocurriendo si algo tan complejo como la obra de Bach para órgano convoca multitudes.
No quiero pasar por alto que se trata del más grande compositor de todos los tiempos, que oír órgano al interior de una catedral es una experiencia casi metafísica, que la selección de los intérpretes ha sido impecable hasta la fecha y que la manera cómo se han organizado los programas es una maravilla de ingenio e inteligencia. Pero eso no explica satisfactoriamente el fenómeno.
Ulf Norberg, magistral
Mejor lo digo sin rodeos. De los conciertos realizados a la fecha, el de Ulf Norberg ha sido el que más ha conmocionado los cimientos de la Catedral Primada.
También, de todos, el que ha desatado la reacción más emotiva de parte del público que ovacionó de pies al organista sueco, quien luego de un programa absolutamente extenuante para él, se sentó de nuevo en la consola para tocar la Totentanz de Guy Bovey, con un control casi metronómico del ritmo y dándole cabida, poco a poco, a la intensidad y al colorido con una registración intensa y colorida, como si de un Bolero de Ravel para órgano se tratara.
Sí. Creo que de todos, a la fecha, el mejor.
Lo que diferenció la actuación de Ulf Norberg de sus antecesores es que parece haber sido el único que ha dado la sensación de dominar por completo el instrumento de la Catedral. Ninguno de sus antecesores ha conseguido un sonido y una digitación tan limpia, transparente, conmovedora y variada. Ninguno ha lidiado ese órgano y la acústica de la Catedral como él.
Desde luego que se trata, justamente, de un artista decidido, osado, que como los toreros de la Santamaría no tiene miedo de ir al trapo. Cada una de las obras de su programa fue una faena original, con la entrega que se espera de los grandes artistas.
Su programa, como varios de los anteriores, fue una mezcla de Preludios corales y Libres. Un programa atractivo, pero riesgoso. Varios Preludios sobre el mismo tema, por ejemplo. También una obra de peligrosa complejidad, las Variaciones canónicas BWV 769. La Fantasía en Do mayor, BWV 570 para abrir el recital y el Preludio y Fuga en Re mayor, BWV 532 para cerrarlo.
Como en la lidia, el sueco hizo de cada una de las interpretaciones una faena inolvidable. Cómo pasar por alto la forma como trabajó, compás por compás, las Variaciones, las delicadezas de algunos Preludios o ese final inmenso e inteligente de la Fuga.
De paso, definitivamente despejó cualquier tipo de duda sobre el instrumento y demostró que efectivamente está en la condición de llenar por completo, óigase bien, por completo, hasta el último rincón de la Catedral.
Cauda
Me preguntaba el sábado si alguno de los protagonistas de la polémica generada en torno a la restauración al órgano catedralicio estaría presente el pasado sábado. Porque cada uno de los euros invertidos ya se recuperó con eso que denominan Inversión social en cultura.
También me pregunto si los organizadores de Ópera al parque y demás espectáculos por el estilo, que musicalmente son tan de poca monta musical, lo habrán hecho…