El viernes, un día después del brutal atentado en las Ramblas que dejó 14 muertos y más de 120 heridos, más de 30.000 personas lanzaron un mensaje de unión y paz. Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, dijo que la región nunca renunciará a su esencia: democracia, libertad y multiculturalidad, en un duro mensaje contra los extremistas
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El terrorismo islámico eligió la ciudad que representa todo lo opuesto a sus dogmas fundamentalistas. El jueves, usando con sevicia la táctica- ya vieja, ya conocida- del camión, un joven de 22 años arrolló a los transeúntes que paseaban por Las Ramblas, Barcelona, atentando contra el lugar más emblemático de la ciudad.
A diario, miles de personas transitan por allí. Son de todas las nacionalidades, razas y religiones. Para los terroristas era el escenario perfecto para lograr una embestida en masa y, de paso, atentar contra la esencia misma del lugar: el multiculturalismo, la democracia y la libertad.
El atentado dejó 14 muertos y 120 heridos en una ciudad que, según los organismos de inteligencia y los centros de pensamiento, estaba en el ojo del yihadismo internacional desde hace años.
Josep Lluís Trapero, comisario jefe de la policía de Cataluña, explicó que 12 personas podrían ser parte de una célula terrorista regional. De ellas, cuatro fueron abatidas y una –el conductor del camión- seguía sin conocerse su paradero. Su nombre es Younès Abouyaaqoub, de 22 años. Nació en Marruecos pero tiene residencia española. El resto de terroristas –al menos los que se han identificado- también tenían esa edad o menos. El Estado Islámico (EI) o Daesh (acrónimo en árabe) reivindicó el atentado.
El día del atentado, Xavi Tuneu, un ingeniero de 29 años que ha vivido toda su vida en Cataluña, le dice a EL NUEVO SIGLO que “estaba en mi casa y recibí la noticia en el teléfono, me lo comentó un amigo. Acto seguido encendí la radio y tv y empecé a escuchar las noticias. La sensación fue de tristeza total. Esto había pasado en Barcelona, mi ciudad”.
El brutal atropello dejó 126 heridos de 35 nacionalidades, lo que demuestra el espíritu multicultural de la ciudad, visitada por millones de turista y en la que viven numerosas personas de varias nacionalidades, como Daniela Marín, una pereirana que reside en la ciudad.
“Estaba en mi casa, yo vivo por la Sagrada Familia, como a 25 minutos de las Ramblas. En Bogotá yo viví mucho tiempo, acá hay una reacción diferente (en los atentados), no sólo en la sociedad, sino en los organismos. Todos se organizan en un minuto”, le contó a este Diario.
Non tic
“Cataluña-y Barcelona- es un lugar de paso en el extremo occidental del Mediterráneo. Como pasa en la orilla opuesta, un lugar con una identidad compleja, diversa y fuerte”, así la describe Enric Jardí, un diseñador gráfico al que Cambio 16 le preguntó: ¿qué es para ti Cataluña?
Los catalanes se identifican por ser, ante todo, tolerantes. Tolerantes a la diversidad, a la religión, a la raza. Al menos, eso queda claro tanto en las palabras de Jordí como en los discurso de Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña (la gobernación).
Al ser un enclave en el Mediterráneo, rodeado de Francia, Aragón, Valencia y, al frente, de África, el sentido de las cosas es más abierto a la interpretación. Por tal motivo, todo se democratiza, todo se vota, todo se consulta. El resultado al final, como diría el excandidato a la presidencia de Francia, Alain Juppé, es una “diversidad feliz” ¿Hasta hoy?
Sólo un día después, tras una difícil madrugada con un tiroteo entre los organismos de seguridad –los Mossos de Squadra- y los yihadistas en Cabrils, al norte de Barcelona, el rey Felipe VI, Carles Puigdemont y Mariano Rajoy se reunieron en la plaza Cataluña para homenajear a las víctimas, pese a las diferencias políticas por el referendo que las autoridades catalanas celebrarán el 2 de octubre.
Con ellos, 30.000 personas reivindicaron el sentido de este pueblo: paz, bienvenida, diversidad, contrario al discurso de odio que esperan los terroristas para justificar sus dogmas.
“Todas la personas de bien de todas las civilizaciones, religiones y condiciones sociales están preocupadas por las víctimas”, dijo Puigdemont y añadió “Cataluña es y será una tierra de paz y tierra de bienvenida. Y no dejaremos que una minoría cambie nuestra manera de ser”.
El discurso del máximo líder de Cataluña, en medio del dolor, es un llamado a doblegar el terror con la reivindicación de las génesis de un pueblo que ha sabido convivir con diferentes razas, religiones y nacionalidades.
“Los catalanes se identifican por ser, ante todo, tolerantes. Tolerantes a la diversidad, a la religión, a la raza”
En el homenaje a las víctimas, un pequeño grupo de falangistas y nacionalistas de ultraderecha intentaron entrar a la Boquería, el mercado central de las Ramblas. Sus carteles tenían frases como: “STOP: la islamización de Europa” o “Europa Cristiana”. Al cabo de unos minutos, fueron silbados, abucheados y encarados por la mayoría de los manifestantes.
Su incitación al odio fue comparado con el extremismo de los yihadistas. El catalán, el latino o el musulmán –todos viven en Barcelona- les dijeron: no tenemos miedo y paz (pau, en catalán).
Miedo
El uso de un vehículo para herir al mayor número de personas sin generar sospechas en los organismos de seguridad es casi imposible de evitar. Expertos tras el ataque en Londres explicaron que el uso de estas “armas letales” es muy difícil de monitorear, casi imposible.
“Los ataques sencillos con vehículos y cuchillos han aumentado recientemente porque son fáciles de planear y los más difíciles de impedir para los servicios de seguridad", le dijo Alan Mendoza, director del centro de reflexión británico Henry Jackson Society, a la AFP en Abril.
Daesh ha demostrado que el uso de armas –fusiles, pistolas- no es adecuado para lugares de alta concurrencia. En Niza, Berlín, Londres y Barcelona, un vehículo, casi siempre grande, ha arrollado centenares de personas, matando a varias de ellas.
Según Yves Trotignon, un ex miembro de las unidades antiterrorista de Francia, en diálogo con la AFP “cuanto más sencilla sea la acción, menos preparativos operacionales, de compra de material, de armas, de explosivos; es más complicado detectarlo, porque el comportamiento es menos sospechoso”.
El viernes, un día después del atentado, una serie de bolardos de hormigón han sido puestos en las aceras de varias ciudades de Cataluña para evitar posibles ataques con vehículos, según La Vanguardia.
Estos bolardos hacen parte de la contraofensiva ciudadana ante futuros ataques. Cataluña es el epicentro del yihadismo en España. En cualquier momento, como en París o Londres, radicales islamistas pueden obsesionarse con un nuevo ataque.
Un informe del Real Instituto Elcano, de 2012, dice que en Cataluña se arrestaron un 33% de los terroristas en España. Barcelona, la ciudad más grande de la región, tuvo el 28,6% de esas detenciones, convirtiéndola en un potencial objetivo.
En 2010, la embajada de Estados Unidos en España dio a conocer un informe que denunciaba el alto flujo de inmigrantes legales e ilegales que llegaban a la ciudad. Por las difíciles circunstancias en las que se encontraban, “desde el norte de África (Marruecos, Túnez y Argelia) así como de Pakistán y Bangladés” hacían de Cataluña “un imán para reclutar terroristas”.
Pero esto no es nuevo. La región siempre ha sido un foco del terrorismo internacional por su privilegiada ubicación: está cerca a Francia, queda sobre el Mediterráneo y sirve de puerta de entrada a Europa.
En 2001, meses antes del ataque a las Torres Gemelas, se reunieron en la comunidad autónoma Mohamed Atta, un terrorista que lideró los aviones que se estrellaron en
en Nueva York y Washington, con el yemení Ramzi Binalshibh, encargado de la coordinación entre el liderazgo de Al Qaida. Dice Marc Marginedas, en El Periódico, de Barcelona, que incluso el terrorismo en la ciudad se remonta a los años de la guerra en Argelia.
No hay que ceder
Los organismo de inteligencia pueden subir los niveles de alter al máximo nivel, llamar a la comunidad a que se abstenga de visitar sitios concurridos y pedirle que monitoree en la calle cada movimiento sospechoso. Así se frustren muchos atentados –sin duda-, algunos al final se termina efectuando, casi siempre.
Los catalanes sabían que algo iba a pasar. “Era un suceso que a nivel local se intuía que podía pasar. Había pasado en Paris, Niza, Londres, grandes centros turísticos europeo. Era cuestión de tiempo que pasara en Barcelona”, cuenta Xavi Tuneu, un ingeniero catalán.
La pregunta que se hace el ciudadano, con el miedo a un posible ataque, es: ¿cómo reaccionar luego del ataque? El odio guía a unos cuantos, pero en el caso de Barcelona el llamado ha sido a reivindicar el sistema de valores que los terroristas buscan desestabilizar.
En este proceso de sindéresis, la sociedad catalana ha diferenciado entre el Islam y los radicales yihadistas; entre los más de veinte millones de musulmanes en Europa y un puñado de terroristas; entre el fanatismo y la civilización.
“No dejaremos que un minoría cambie nuestra manera de ser”, así define Puigdemont el sentido de civilidad catalán.
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