Bajo una fuerte presión, Irán y las grandes potencias concluyen esta semana en Viena una complicada negociación que podría fructificar en un acuerdo histórico sobre el programa nuclear iraní y una normalización de las relaciones con Occidente.
Después de un año de intensas negociaciones ha llegado el momento de la verdad. Los diplomáticos, que se reunirán el martes, tienen hasta el 24 de noviembre, ni un día más, para acercar posiciones.
La cuestión viene de lejos. Desde 2002, el grupo 5+1 (Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania) sospechan que la República Islámica quiere dotarse de la bomba atómica, pretextando un programa nuclear civil. El régimen de Teherán lo ha desmentido con firmeza en todo momento.
Desde entonces, la tensión llevó incluso a amenazas de guerra y al miedo a una confrontación con Israel, única potencia nuclear (oficiosa) de Oriente Medio, y con los países árabes del Golfo. Occidente impuso además numerosas sanciones a Irán por el enriquecimiento de uranio, un material susceptible de ser empleado en la fabricación de la bomba atómica.
Gracias a unos contactos secretos entre Estados Unidos e Irán, Teherán y el grupo 5+1 acordaron a fines de 2013 negociar un acuerdo que garantice por fin la naturaleza pacífica del programa iraní, a cambio de un levantamiento de las sanciones que pesan en la economía de la República Islámica.
Fecha límite
La recta final de estas negociaciones es, en palabras del secretario de Estado norteamericano John Kerry, "la mejor ocasión que hemos tenido jamás de resolver este problema pacíficamente". Un fracaso, en cambio, sería "un escenario peligroso para el mundo entero", según el negociador iraní Abbas Araghchi.
Un eventual acuerdo abriría la puerta a una normalización de las relaciones entre Irán y Occidente, y a una posible colaboración con Washington ante los conflictos en Irak y Siria, países en los que Teherán tiene un papel fundamental.
Dicho acuerdo reduciría también el riesgo de proliferación nuclear en Oriente Medio. Y también le permitiría a Irán reactivar su economía, recuperando su lugar entre los principales productores mundiales de petróleo.
En definitiva, hay tanto en juego que Washington y Moscú han dejado de lado sus diferencias a propósito del conflicto ucraniano para favorecer un acuerdo sobre el programa nuclear iraní.
Varios puntos en suspenso
Pero para alcanzar ese acuerdo habrá que resolver una serie de "cuestiones importantes", según el canciller francés, Laurent Fabius.
Los negociadores deberán zanjar primero la cuestión de las capacidades de enriquecimiento de uranio que podrá conservar Irán después de un acuerdo.
El núcleo de este debate son las centrifugadoras en servicio en las distintas instalaciones iraníes. El número y el tipo de esas máquinas permiten determinar precisamente el tiempo que necesitaría Irán para dotarse de la bomba.
Otra cuestión clave es el reactor de agua pesada de Arak, capaz de producir plutonio, otro material que permite acceder a la bomba atómica junto con el uranio altamente enriquecido.
Igualmente deberá zanjarse el régimen de inspecciones que le impondrá la ONU a Irán, y el ritmo del levantamiento de sanciones.
A propósito de este último punto, una fuente occidental reprocha a Irán "querer todo de inmediato, lo cual no es nada realista".
Como un cubo Rubik
Las partes dieron a entender en primavera que se había alcanzado un acuerdo a propósito del reactor de agua pesada de Arak.
Pero la negociación es "como un cubo Rubik", según un negociador estadounidense. "Mientras no haya un acuerdo sobre todo, no hay acuerdo sobre nada".
Muchos analistas, como Mark Fitzpatrick, un experto del instituto IISS, no esperan un acuerdo definitivo el próximo día 24. Según ellos, Irán y el grupo 5+1 tienen más opciones de concluir un "acuerdo interino" que permita prolongar las conversaciones, como ya se hizo en julio.
La fórmula, no obstante, sería arriesgada. Varios congresistas norteamericanos amenazan ya con adoptar nuevas sanciones contra Irán, si la negociación en Viena no llega a buen puerto.
Y en Teherán, 200 diputados del ala dura exigen un acuerdo que defienda "vigorosamente" los intereses del país./AFP