A todos ellos les han hecho honores y conmemoraciones por su sacrificio, pero sigue el riesgo para muchos galenos al ser el primer escalón de los contagiados
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“Miren cómo despedimos a un hijo. Miren cómo ya no tendremos a quien abrazar en busca de consuelo. Yo sé que él muere como un héroe pero ya no estará conmigo; ya no lo podré abrazar. Nunca más va a estar conmigo; nunca más, nunca más”, dijo el pasado 12 de abril Sandra Rojas, la madre del primer médico del país que perdió la batalla contra el Covid-19, el médico general, Carlos Fabián Nieto.
La escena era desgarradora y todo colombiano que tuvo oportunidad de verla la recordará con un nudo en la garganta. No era para menos: el cuerpo de Carlos Fabián Nieto, un hombre de 33 años, una edad a la que nadie se debería morir, saliendo en una carroza fúnebre de la Clínica Colombia en donde trabajaba. Tras doce días, finalmente había perdido la batalla contra el Covid-19. Murió en donde trabajaba y las personas que lo despedían no solo eran colegas: también eran amigos.
En una escena dantesca, mientras el carro salía del parqueadero en una calle de honor que le hicieron otros miembros del sector de la salud, se alcanzaron a escuchar aplausos sobrios en medio de un silencio estremecedor y de la cantidad de gente que había. Aplausos suaves y murmullos de despedida que se perdieron en los tapabocas, para una persona que estuvo los últimos días de su vida en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) donde trabajaba, donde siempre quiso trabajar.
Constituyéndose tal vez como una de las imágenes más duras, tristes e indelebles que le quedarán a Bogotá y a Colombia (pues fue el primer médico del país en perder la batalla contra el coronavirus) para la posteridad de lo que fue y de cómo se vivió esta pandemia, los colombianos difícilmente olvidarán la estremecedora escena: una carroza fúnebre con una sencilla insignia escrita en letras doradas sobre un pendón purpura: “Aquí va un héroe, Doctor, Carlos Fabián Nieto Rojas”, quien hoy descansa en Jardines de paz.
Casi al mismo tiempo la muerte visitó a William Gutiérrez, un anestesiólogo y jefe de la UCI del Centro Médico del Olaya, quien falleció en el Hospital Militar de Bogotá, también por contagio del Covid-19. Gutiérrez era médico militar y coronel retirado de la Fuerza Aérea Colombiana. Desde hacía varios días se encontraba en la UCI del Hospital Militar en la ciudad de Bogotá.
Su muerte, además, fue sujeto de una indagación preliminar que abrió la Fiscalía, pues al parecer está relacionada con la supuesta llegada de un médico de Brasil que se reunió en repetidas ocasiones con médicos del Olaya, lugar en donde trabajaba el anestesiólogo. William salió del Hospital con honores militares, como lo sueñan la mayoría de los soldados de este país, por su parte estuvo acompañado por su familia hasta el final.
Adiós Miguelito
Durante el fin de semana, exactamente un mes después de que el país despidiera al doctor Nieto, la Capital perdió a su tercer galeno. Se trataba del doctor Miguel Barragán Nocua, quien se desempeñaba como médico general en el CAPS Chircales de la localidad Rafael Uribe Uribe y el domingo, la Secretaría Distrital de Salud notificó su fallecimiento.
El doctor Barragán había sido diagnosticado con Covid-19 y estaba siendo atendido en el Hospital universitario San Ignacio. La entidad lamentó profundamente la partida de este profesional, quien siempre fue un trabajador comprometido, carismático y durante años, entregó lo mejor de sí por la salud y el bienestar de los habitantes de Bogotá.
Miguelito, como le decían sus vecinos del Barrio Usatama, estaba en sus 50’s y fue despedido por toda la comunidad, el día que ya no pudo mantener su lucha contra el Covid-19 en casa y tuvo que salir para la clínica.
“Suerte Miguelito que te recuperes pronto”; “doctor acá lo esperamos pronto”; “usted es un ganador, tranquilo”; “fuerza Miguelito aquí te esperamos, ánimo, ánimo”; “vamos doc, que vuelva pronto”; “Dios te bendiga y te regrese pronto”, gritan varias voces a una plazoleta mientras una ambulancia aguarda con luces intermitentes mientras dos personas, completamente protegidas con escafandras azules de tela y de latex sacan al Doctor en un especie de urna plástica por la entrada de su edificio.
Mientras la ambulancia se va, los aplausos crecen, inundando la atmósfera y apagando el silencio del barrio. Esas personas, que el pasado 30 de abril despidieron al doctor Miguelito deseándole un pronto regreso, hoy se preguntan si los habría escuchado. Anoche, no obstante, encendieron una vela por su vida y por su sacrificio a las 8:30 de la noche.
“Todos los de la manzana le aplaudieron. Los vecinos dicen que su esposa también está contagiada pero oficialmente no sabría si eso es cierto”, le dijo a EL NUEVO SIGLO Carolina*, una vecina que también hace parte del personal de la salud en la ciudad y dijo que detrás de estas muertes hay un ambiente permanente de miedo entre todas las personas que trabajan en el sector de la salud.
“El miedo es tenaz. Yo soy terapeuta y uno llega a bañarse, a lavar la ropa. Y no son solamente los médicos: son las personas del aseo, los vigilantes, las personas de la cafetería (…). Hay mucha gente que va a trabajar a diario a los hospitales con mucho miedo”, precisó Carolina.
Dando la cara
No hay un muerto que valga más que otro. Durante los últimos meses el mundo ha tenido que entender, de muy mala gana, que la muerte es una visitante frecuente que se presenta y se presentará ante todos por igual. Sin distingo de raza, de nacionalidad, de color y de estrato, ante los ojos de la muerte todos somos lo mismo.
No obstante, durante la pandemia global del Covid-19, el personal de la salud y los médicos que día a día acuden a sus lugares de trabajo a prestar servicios que de una manera bastante literal salvan vidas, han sacado la cara por el resto de la humanidad, pues no han dejado de trabajar, a pesar del inmenso riesgo que ello representa.
Por eso y el sacrificio diario que han hecho durante estos meses aciagos de enfermedad e incertidumbre, quienes han fallecido en el cumplimiento de su deber y de su juramento hipocrático mediante el cual juraron respetar y poner a disposición de los enfermos sus habilidades, el mundo ha rendido honores a los miembros de la salud que han perecido en la batalla contra el Covid-19.
Entre el fallecimiento del doctor Nieto y la muerte del doctor Barragán, el Instituto Nacional de Salud (INS) confirmó que en Colombia la cifra del personal de la salud contagiado por Covid-19 ascendió a 678; de ellos, 10 han muerto y 287 ya se encuentran recuperados.
Informó que en las instituciones de Bogotá es donde más casos se presentan, a su vez, los auxiliares de enfermería son quienes más contagios han presentado, con 227 casos. Le siguen los médicos, con 146 casos, los enfermeros con 100, el personal administrativo con 35, así como los técnicos en farmacia y terapia respiratoria, cada uno con 24.