Con casi 25 grados de temperatura y una asistencia superior a los tres cuartos del aforo, la Monumental Plaza de Toros de Manizales abrió sus puertas para el inicio de la sexagésimo quinta versión de su feria taurina.
Se lidió un muy bien presentado encierro de la ganadería de Armerías, propiedad de don Rafael Moscoso Hurtado, encaste Parladé, con el que se las vieron, en su orden, Santiago Fresneda “Gitanillo de América”, el mexicano Diego San Román y el manizalita Andrés Bedoya.
En primer lugar saltó a la arena el astado de nombre Cerillero, castaño listón marcado con el número 462, que pesó 434 kilos, de aceptable juego, pese a las dificultades que acusó por su falta de fuerza. Gitanillo, más a base de ganas que de la técnica que aún no asimila, ejecutó una tibia faena a la que incorporó muletazos bullidores. Estoconazo delanterillo pero en lo alto, para dar la primera vuelta al ruedo de la Feria.
Asomó luego Alborotado, número 449 de 394 kilos, otro burel de buena nota en su juego. Diego San Román, con oficio y derrochando experiencia, se deleitó desde que se abrió de capa. Ejecutó cinco verónicas a pie junto; lástima: nos privó del valor que tiene ver cargar la suerte. Quite por gaoneras y una faena ejecutada con gusto y sapiencia. En la última tanda dejó trompicar demasiado la muleta y finalizó con estocada atravesada y descabello. Silencio al de Querétaro.
El tercero de tarde fue Galopo, castaño requemado que salió a brindar las bondades de su nobleza, fijeza y el recorrido justo para que Andrés Bedoya, torero de la casa, estuviera a la altura de su compromiso. Muletazos de factura en tandas ligadas y corriendo bien la mano, aunque al final de la faena el toro se estrelló con el coletudo y, por efecto instintivo, lo prendió por la cara posterior del muslo derecho. Estoconazo hasta la badana: Toro al destasadero y torero a la enfermería. Iván Giraldo, subalterno suyo, recibió la primera oreja de la Feria.
En la lidia del cuarto novillo reinaron el desconsuelo y por momentos el enfado. Aquí quien lo intentó fue el azabache, que no pudo descifrar el propósito del Gitano. El bogotano dejó ir una buena posibilidad de brillar en la corrida.
El toro se llevó todos los muletazos al destasadero, mientras era aplaudido. Gitanillo, los pitos.
Apareció luego Luchador en reemplazo de Bambuquero, novillo que fue cambiado sin razón. No hubo suerte. El carifosco fue reservón. San Román, con inteligencia, metió la muleta en sus belfos para tirar de él con una fuerza que llegó a los tendidos y elevó su ánimo.
La faena no podía ser reposada ni estética, pero sí alcanzó para que el mexicano derrochara pundonor a cántaros. Estocada atravesada y descabello, que no fueron óbice para dejar buena impresión en la concurrencia. Vuelta.
Checalito cerró la tarde en manos de Gitanillo, ante la cornada que marginó a Andrés Bedoya.
Como los cuatro primeros, el novillo dio señales inequívocas de posibilitar una actuación decorosa. El lío es que eso exigía saberle hacer las cosas, para no terminar desarrollando malas ideas, cómo sucedió. Otra infortunada y pitada salida del espada.
Esta tarde, corrida blanca con toros de Paispamba para Luis Miguel Castrillón, el peruano Joaquín Galdós y el antioqueño Juan de Castilla.