EL NUEVO SIGLO comparó el promedio de los indicadores de aprobación de los cinco últimos periodos de Gobierno nacional, que como se sabe en realidad son solo tres mandatarios
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Mucho se ha dicho acerca de las cifras de popularidad que exhibe el presidente Iván Duque, pero no está de más comparar esos guarismos con los de sus más recientes antecesores.
En promedio, los distintos estudios estadísticos de este mes señalan que el 24% de los colombianos aplauden la gestión, mientras que el 70% la cuestionan.
Por supuesto, estas calificaciones reflejan un ambiente social conflictivo, en el que la oposición no le reconoce al Jefe de Estado ningún logro significativo, mientras que algún sector del establecimiento también lo critica por considerar que la respuesta a las protestas ha sido débil.
Por las mismas fechas de 2015, el reelegido presidente Juan Manuel Santos ya registraba cifras que luego se vieron reflejadas en el plebiscito del año siguiente: en promedio, 42% aplaudía y 52% rechiflaba su gestión signada por el proceso de paz.
Cuatro años antes la situación era muy distinta. En diciembre de 2011, en promedio, los sondeos reportaban que solo 24% apoyaba, mientras la desaprobación alcanzaba el 67%. El contexto era de un país literalmente inundado en 2010 con damnificados atendidos muy lentamente, del estallido en octubre de 2011 de las protestas estudiantiles que lograron echar atrás el proyecto de reforma a la educación superior y de los primeros conatos de paro agrario que se manifestarían meses después (cuando el Mandatario sostuvo que “el tal paro agrario no existe”).
Es menester reseñar las cifras de Álvaro Uribe (que, en promedio, registró en diciembre de 2003 favorabilidad de 80% con desfavorabilidad de 15% y en noviembre de 2007 aprobación de 78% y desaprobación de 20%), pero resulta evidente que se trata de un caso sui géneris.
¿Qué hay detrás del fenómeno?
Como en cualquier hecho social, los análisis pueden llevar a interpretaciones de muy variadas características.
En 2014, Alejandra Ortiz (del Politécnico Grancolombiano) y Miguel García (de la Universidad de Los Andes), publicaron en la Revista de Ciencia Política, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, un artículo titulado Porque te quiero te apoyo acerca del estilo de gobierno y aprobación presidencial en América Latina.
Ortiz y García afirmaron en su texto que “encontramos evidencia contundente de que existe una relación directa entre estilo de gobierno personalista y aprobación presidencial. Los promedios de aprobación presidencial en países con presidentes personalistas son más altos que los de países gobernados por mandatarios con otro estilo de gobierno. Igualmente, evidenciamos que el personalismo opera como un mediador en la relación entre evaluaciones de la economía y aprobación presidencial. Así, en contextos personalistas, los ciudadanos cuyas evaluaciones de la economía nacional son positivas aprueban más generosamente la labor del presidente, que en países donde un buen manejo de la economía no se acompaña de un estilo de gobierno personalista”.
Para Ortiz y García, “este último resultado debe llamar la atención sobre la capacidad del estilo gobierno personalista para construir apoyo político. En algunos casos se ha sobredimensionado el poder de la personalidad de los líderes, al suponer que los ciudadanos ignoran indicadores objetivos como el estado de la economía, o los niveles de violencia o corrupción. No obstante, los resultados muestran que, aunque existen efectos positivos del estilo de gobierno personalista sobre la aprobación presidencial, los ciudadanos no dejan de considerar en sus evaluaciones de la gestión presidencial el desempeño económico. La exoneración total de la responsabilidad por el mal desempeño de la economía no se logra con la estrategia personalista, aunque esta funcione como amortiguador”.
“En síntesis”, escribieron Ortiz y García, “este trabajo muestra que la aprobación presidencial depende tanto de factores de nivel individual relacionados con las percepciones ciudadanas de la gestión del Ejecutivo como de los contextos políticos. Así, ignorar el estilo de Gobierno al momento de entender el respaldo popular a la labor de un presidente implica desconocer una dimensión fundamental de la realidad política latinoamericana, donde la construcción de un vínculo emocional con el electorado ha sido la ruta de muchos presidentes para legitimar y consolidar sus proyectos políticos”.
“No descuide la economía”
El encuestador Jorge Londoño escribió en 2001 para la revista Dinero que les sugería a los presidentes electos tener “un plan de gobierno claramente establecido” antes de los comicios e implementar “las medidas más impopulares en los primeros seis meses (después, la opinión se las cobra doble); no descuide la economía en ningún momento, es su mejor seguro y también el nuestro. La popularidad de las guerras es efímera, no caiga en la trampa”.
Pero ya mirando el asunto más cercano y local, el también encuestador Carlos Lemoine le dijo hace poco a CNN que “la baja popularidad del Presidente está muy centrada en la juventud”, destacando que “ha fallado en el simbolismo” porque no ha logrado “construir un símbolo de lo que será su orientación en el Gobierno”.