En los últimos 26 meses fueron hurtados en Colombia 22.716 vehículos, muchos de ellos utilizados para el trabajo. Una gran cantidad de los propietarios de esos automotores afronta dificultades económicas porque no estaban asegurados y ello implicó, entonces, que perdieran en plena crisis pandémica su única fuente de ingresos.
Pedro (nombre cambiado para proteger la identidad del afectado) es una de las miles de víctimas de las redes especializadas en el hurto de automotores. Son bandas criminales muy organizadas que tras los robos llevan los automóviles, camionetas y camiones a países vecinos, los someten al sistema de “gemeleo” o, incluso, ubican a los propietarios para cobrarles millonarias sumas por devolverlos. Y, claro, también está la conocida ‘opción’ de desguazarlos y venderlos por partes en el mercado negro en diferentes ciudades.
Este conductor manejaba un furgón que logró comprar con los ahorros derivados de su trabajo en una fábrica que, paradójicamente, cerró sus puertas debido a las dificultades económicas generadas por la pandemia de covid-19.
“Era un furgón de segunda, pero como sé de mecánica lo arreglé y lo dejé como nuevo. Con los acarreos en Bogotá y en municipios vecinos hacía lo del arriendo, lo del mercado, servicios públicos y, por supuesto, conseguía el dinero para sostener el estudio de mis dos hijos, así estén en colegio oficial”, dijo el conductor en diálogo con EL NUEVO SIGLO.
Precisó que cuando descargaba un trasteo en el barrio San Francisco, en el sur de la ciudad, y esperaba el pago del flete, “en un abrir y cerrar de ojos, varias personas se subieron a la cabina, prendieron el carro y se lo llevaron sin que pudiera reaccionar, impactado por la sorpresa del momento y el temor a ser herido”.
“Pensé que había perdido no solo el furgón sino mi vida, la de mi compañera y la de mis hijos… No se puede imaginar la angustia y la impotencia que se siente no tener a qué echarle mano y cómo responder en la casa”, expresó.
Agregó que “no tenía seguro, pues con lo poco que ganaba no alcanzaba para pagarlo…”.
Resignado a su suerte, Pedro instauró la correspondiente denuncia, aunque “… mis amigos me decían que era perder el tiempo porque la Policía no hacía nada. Toqué muchas puertas para buscar empleo y no obtuve ninguna respuesta. Sin embargo, un amigo de la infancia que era vendedor ambulante me ayudó para empezar a vender cosas en la calle”.
“Es difícil, muy difícil subsistir así… No sé cómo hacen los miles y miles de vendedores. Se gana poquito y se aprende a valorar cada peso para que alcance para el arriendo y las necesidades del hogar”, señala.
Por fin… Una buena noticia
Sin embargo, como reza el dicho: “Dios aprieta pero no ahorca”. Unos meses después, Pedro, ya como vendedor ambulante en plena pandemia, recibió una llamada de la Policía. Era un funcionario de la División de Automotores de la Sijín. “… Me pedían que fuera a una dependencia para reconocer mi furgón, pues habían recuperado varios vehículos y capturado a varias personas”, relató el conductor, entre emocionado e incrédulo.
“Me fui de inmediato y ahí estaba mi camioncito… No lo podía creer… Lo más grave es que uno de los capturados resultó ser un conocido. Luego recibí amenazas de muerte para que no me apareciera en la Policía ni en la Fiscalía ni mucho menos en el juzgado”, narró.
Pese a sentir temor por él y su familia, el propietario del furgón sirvió de testigo en el caso y gracias a él y otras víctimas de esta banda no solo condenaron a los capturados sino a otros integrantes que seguían libres.
“Ahora estoy en otra ciudad, por fortuna con toda mi familia… La Policía me protegió en todo momento durante el juicio… Estoy levantando cabeza nuevamente y trabajando mucho porque la idea es comprar otro furgón, claro más nuevo”, precisó.
Cuando recuerda todo lo que le pasó, dice que gracias a Dios ya quedó atrás. Aun así asegura que hoy tiene más cuidado y cuando está en calle no “da papaya”, solo hace viajes a conocidos y personas referenciadas, e incluso ya compró un seguro contra todo riesgo…
Finalizó diciendo que gracias a la Policía puso recuperar a su “cuajo” -como le llama a su furgón- y pide a quienes han estado en su misma situación “confiar en las autoridades y nunca perder la esperanza, porque Dios y la Virgencita siempre socorren”.
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Cifras del delito
Carlos Andrés Pineda Osorio es el presidente ejecutivo de la Asociación del Sector Automotriz y sus Partes (Asopartes). Le indicó a EL NUEVO SIGLO que el hurto de vehículos disminuyó el año pasado 14% pero continúa siendo un delito de alto impacto.
Explicó que en el 2020 se registraron 10.644 robos de automotores y en 2021 10.629 casos. En los dos primeros meses de este año ya van 1.443 hurtos, de acuerdo con los reportes de la Policía. El año pasado, la Policía recuperó 3.077 automotores hurtados.
El dirigente gremial afirmó que el hurto de automotores no solo afecta el patrimonio de conductores y propietarios, sino que pone en riesgo su vida.
El presidente de Asopartes pidió a las autoridades ser creativas para enfrentar a las redes criminales que con distintas herramientas tecnológicas logran desactivar los GPS o rastreadores electrónicos instalados en los vehículos para facilitar su ubicación en caso de hurto.
“Realmente en Colombia todos los temas de penalización, legislación y permitir la venta de repuestos usados sin saber su procedencia, no han permitido que estos fenómenos disminuyan a mayor velocidad. Hay que tener mayores posibilidades de vigilancia y control alrededor de la tecnología”, agregó.
Las modalidades
¿Cómo se roban los carros? Según la Policía, la modalidad de halado es la más frecuente y ocurre cuando los criminales “levantan” el vehículo del lugar donde se encuentra estacionado sin ninguna vigilancia. También está el asalto o atraco, que se caracteriza por el uso de la fuerza, la intimidación y hasta los asesinatos a sangre fría. Igual está el llamado abuso de confianza, que es cuando se presta o alquila un vehículo y nunca lo regresan.
Son múltiples los casos en donde los delincuentes utilizan piedras, otros objetos o líquidos que lanzan al automóvil o los parabrisas para obligar a los conductores a parar o reducir la velocidad. También se taponan vías con troncos y piedras. Incluso, hay criminales que cuelgan tarros y varillas a los automotores para que hagan ruido y obliguen al inocente conductor a detenerse, y allí atracarlo. Falsos accidentes o el truco de la llanta pinchada, son otras alternativas en este modus operandi. El uso de llaves maestras o la escopolamina, también están a la orden del día.
Los departamentos con la mayor afectación son Cundinamarca, Valle, Antioquia, Cauca, Atlántico, Cauca y Norte de Santander.