LOS detractores de Simón de Simón Bolívar, abundan y aparecen y reaparecen a cada aniversario o efemérides en la que se recuerda al ilustre hijo de Caracas, casi desde que da los primeros pasos en su ciudad natal, dado que, por la temprana muerte de su padre y la orfandad insustituible de la madre, las disputas con algunos de sus familiares preocupados por la suerte de su herencia, despiertan habladurías y consejas.
Los adocenados biógrafos en su mayoría no conciben que un joven impenitente, nervioso y audaz, que no hace los estudios académicos normales, ni sigue las pautas disciplinarias de los más, pueda convertirse en el mañana en un gran hombre que rivaliza con los grandes personajes de los diversos siglos y la antigüedad. Por esos tiempos la psicología no se desarrollaba como hoy, ni se tenían los antecedentes de la escuela de Viena de Otto Wenininger, sobre el genio y la genialidad, ni las investigaciones psicológicas de Sigmund Freud o los aportes de Carl Yung sobre los arquetipos y el inconsciente colectivo, ni el esclarecedor estudio de Mauro Torres sobre la humanidad palpitante de Bolívar.
Así que no pocos de los que escriben o hablan sobre Bolívar suelen caer en la trampa de las suposiciones y versiones interesadas o novelescas sobre su personalidad. Por lo mismo es conveniente recordar a algunos de sus detractores y su mostrar su ponzoña, comenzando al azar por el escrito del alemán Kasimir Edschmid, El Mariscal y la Dama, donde el autor pretende encarnar a Bolívar y sus aventuras con las féminas de la época, que corresponden a un supuesto diario apócrifo del personaje. Se vale de ese elemento ficticio para decir toda suerte de groserías y atribuirle al personaje los peores instintos y vulgar proceder. Lo cual riñe con la personalidad caballeresca y galante del gran hombre.
Es un texto soez que descubre una personalidad vulgar del que escribe y no aparta nada que valga la pena sobre Bolívar, puesto que se trata de una simple falsificación de la historia. Pese a lo cual, se da la coincidencia que varios de los calumniadores profesionales de Bolívar lo citan, como si la ficción del escrito correspondiera a la realidad. Lo que demuestra que esos resentidos cuando no pueden ultrajar con hechos a los grandes personajes de la historia se valen la vil calumnia. No valdría la pena ni mencionar ese novelón procaz y sin valor literario, de no ser por la pretensión de embaucar a los parroquianos desprevenidos que se ocupan de su lectura y dan como cierto el diario de Bolívar.
Entre las obras que han sido más difundidas en las que se execra al Libertador y fundador de Colombia se cuentan Memorias de Jean Bautiste Bousingaut, donde inventa escenas grotescas con Manuelita Sáenz, que aunque son desmentidas por las gentes de la época sirven a los detractores de Bolívar para enlodar su nombre. En uno de los capítulos hace referencia a su contacto con el general Obando, del que dice que se parecían físicamente. Lo retrata como uno de los caudillos bárbaros más sanguinarios de su tiempo, en tanto describe a su mano derecha, el famoso criminal Zarria. Sobre el asesino de Sucre asevera que se le presentó a su casa cuando estaba de viaje por Popayán. Por entonces, dice: la mujer de Sarria tenía de amante a un buen y simpático muchacho, esto no tenía nada de extraordinario, conociendo las costumbres de la región. El comandante hizo el simulacro de partir para una expedición que debía durar varios días, pero la misma noche de su partida de Popayán, se introdujo silenciosamente en su casa y encontró a su esposa, quien dormía el sueño de la inocencia en los brazos de su querido amigo: el despertar fue emocionante, la dama huyó y entonces Zarria hizo coger al joven por cuatro de sus soldados y le dijo: “no temas nada, no te voy a hacer sufrir, te voy a castrar”. Dicho eso operó al infeliz, metió sus testículos en una botella de aguardiente y los envió a la señora Zarria. (Memorias de Bousingeut Tomo II página 281. Biblioteca Centenario Colcultura).
Con Santander
En algunos textos sobre el vicepresidente Santander se pretende mostrarlo como un par y contradictor de Bolívar, desde cuando el personaje arriba a la Nueva Granada, lo que es inexacto. El entonces sargento Santander se tropieza con Bolívar en Cúcuta, bajo las órdenes del coronel Castillo y Rada, los une la opinión de no creer que el caraqueño con un par de centenares de milicianos mal armados pueda liberar a Venezuela, más teniendo en cuenta que lo precedía la mala fama de cuantos le atribuían haber perdido la base de Puerto Cabello, que da al traste con la Primera República de Venezuela, así como el incidente de la entrega del generalísimo Francisco de Miranda a los realistas.
Varios de los que escriben sobre Santander, lo ensalzan por cuestiones de partido y denigran de Bolívar. Es el caso contradictorio de Pilar Moreno de Ángel, quién, en su biografía del vicepresidente critica a Bolívar por sus amores con Manuelita Sáenz, en tanto exalta a Santander por lo mismo con la señora Ibáñez, pese a escribir una documentada obra. Lo cierto es que éste, superado el desencuentro con Bolívar que estuvo a punto de fusilarlo al ver que las fuerzas neogranadinas eran arrasadas por el general Pablo Morillo, sigue el dictado del Libertador de buscar refugio en los llanos, donde se acerca al gran hombre y consigue ganarse su confianza, lo mismo que presta notables servicios a la Independencia. Siendo por mucho tiempo de los que más lo exaltan y se desviven por cumplir sus caprichos y ganar su voluntad, con tanto éxito que lo encumbra a la vicepresidencia.
Por largos años sus ideas fueron las de Bolívar, que seguía a rajatabla, hasta que por estar el gran hombre fuera del país, en el gobierno del Perú, se amaña con el poder y resuelve enrocarse en el mismo, conspirando con suma habilidad contra la Gran Colombia. Y hasta decide por la eliminación del Padre de la Patria en el intento septembrino, siendo juzgado por conocer del caso y condenado por el general Urdaneta a muerte, ejecución que es condonada por el Libertador a petición del Mariscal Sucre.