A los que han sido educados en los libros clásicos de nuestros historiadores, desde la fundación de la República, les resulta sorprendente enterarse que durante los trecientos años en los cuales estuvo vigente el Imperio Español en América, se hizo una obra civilizadora extraordinaria. Lo mismo que se muestran extrañados al enterarse de los esfuerzos de la Ilustración por fomentar obras culturales formidables como la Expedición Botánica en la Nueva Granada, obras de infraestructura, así como la reforma educativa que se extiende por nuestra región con becas para los más capaces que se forman para el servicio de la corona.
Tal como ocurre en el Colegio de San Bartolomé, donde se aplica el plan de Estudios que trae de Madrid a Francisco Antonio Moreno y Escandón -criollo granadino de los más brillantes de su tiempo, quien muere al servicio de la corona como presidente de Chile -para sustituir las enseñanzas teológicas de la Compañía de Jesús, que los liberales ilustrados consideran caducas-.
Cuando se avanza en la lectura de los documentos de los historiadores venezolanos y granadinos se observa la tendencia a confundir la propaganda política que utiliza Simón Bolívar y sus compañeros de lucha con la historia real. No se sopesa la naturaleza de la guerra que se libra en lo político y la propaganda por la Independencia, para atraer a las masas irredentas, de indígenas y trabajadores del campo, que, inicialmente, se muestran fieles a la corona o indiferentes. La obra de gobierno en lo estatal, jurídico y político, a favor de las libertades locales en los cabildos y al amparo del derecho así como en pro de la cultura se opaca por cuenta de la guerra a muerte que se libra en esta parte del Continente.
Son las diferencias con la guerra de independencia de las 13 Colonias del Norte, en gran medida una contienda de caballeros, mientras que en Venezuela y la Nueva Granada, participan algunos de los antiguos esclavos a los que el Libertador Simón Bolívar les ofrece la libertad por sus servicios a la causa. En particular por cuanto los jefes realistas como Boves ya les habían dado la libertad a los esclavos que se sumaban a la guerra de exterminio, puesto que, como recuerda Arturo Uslar Pietri, les ordenan volver del combate con las lanzas coloradas, teñidas de sangre. Es el inicio informal por cuenta de los realistas y las montoneras venezolanas de la crudelísima guerra a muerte, que con el tiempo teñirá de sangre el suelo de la Capitanía.
Guerra a Muerte
Con posterioridad y en medio de la tormenta, abrumado por los ataques de los realistas que derrumban la Primera República de Venezuela, Bolívar predica la Guerra a Muerte, el exterminio de españoles y canarios. En su mente pesa con cierta obsesión la poca simpatía que le produce el cuadro que conoce de la revolución francesa en Haití, donde los antiguos esclavos exterminaron o expulsaron a sus amos.
En las costas de Venezuela el contacto con Haití, era frecuente. Algunos de los jefes criollos y pardos se dejaron llevar por ese ejemplo de corte revolucionario y sangriento a la francesa. No se le escapaba al gran hombre que los terratenientes criollos fuesen tratados de la misma forma que los franceses en Haití y exterminados. Por lo que afina un discurso libertario de romántica elocuencia y apela a la Guerra a Muerte, para acabar con sus enemigos más peligrosos. Eso explica el fusilamiento del famoso Piar. Lo que no debe confundir a los que revisan la historia, pues no se trata de sumarse a la revolución devastadora al estilo de Haití, sino de contenerla por medio de la espada.
Los burgueses en Francia hacen la revolución contra la aristocracia, los esclavos en Haití contra sus amos. Bolívar libera sus esclavos en Venezuela y se declara su Libertador y capitán. En él se da la dualidad de defender la supervivencia de la aristocracia mantuana y sus privilegios, al mismo tiempo que apuesta a la democracia con un Estado fortalecido.
Los que intentan hacer la genealogía de la guerra de liberación de Venezuela y América se encuentran con versiones que pasan de denigrar los 300 años del Imperio Español a exaltar la República, sin entender que nuestra historia -desde sus orígenes- comprende todos los periodos, siendo un siglo más largo el de la duración del Imperio Español en América. Con esa retórica amañada y caótica, es imposible que los jóvenes y las gentes imparciales entiendan el proceso histórico americano.
Los héroes llaneros
No es posible esclarecer en profundidad la guerra de Independencia y celebrar el Bicentenario sin conocer a los actores principales. En este caso se trata de los llaneros. Son los que en Venezuela persiguen a los ricos terratenientes y sus familias hasta el exterminio bajo la enseña realista. Los llaneros venezolanos son racial y de manera telúrica de la misma estirpe de los de la Nueva Granada. El Bicentenario de la Creación de Colombia la Grande y de la Batalla de Boyacá no figuraría en la historia sin el concurso de esos hombres rudos, valerosos y por los que corre la sangre mezclada de indómitos caribes, de guerreros negros y de aventureros blancos.
Sobre estos hombres violentos e indómitos que se mueven en briosos corceles, es preciso recordar las impresiones del redescubridor de América, el barón Alexander von Humboldt, como lo hizo con particular agudeza Laureano Vallenilla Lanz. Sin su concurso guerrero, los letrados y leguleyos de esos tiempos nunca habrían terminado sus discusiones bizantinas, como el afán de imitar a otros, durante lo que en su momento denominó Don Antonio Nariño, “la patria boba”, aplicable a la verborrea de los politiqueros de la Independencia en casi toda Hispanoamérica.
Humboldt considera que ese tipo de hombre americano de los pastos o llanos es equivalente históricamente a los mongoles que a caballo azotaron a sus vecinos asiáticos y a Europa. Y qué si hubiesen conocido el caballo para la llegada de los primeros exploradores españoles a América, habrían cambiado el curso de la historia, quizá hasta producir un fenómeno a la inversa de azote de otros pueblos.
Los implacables llaneros son los conmovedores héroes anónimos del Bicentenario. Capaces de los mayores sacrificios, fieles hasta la muerte y acaudillados por el Libertador Simón Bolívar (que los educa en el Ejército), al campo que se inclinaran sonreía la victoria.
Bolívar quiso hacer de Santander un jefe llanero. Páez se insubordina, lo reta y clava su espada en la tierra pero el astuto granadino renuncia a la confrontación. Los fieles llaneros escriben la historia con sangre, siguen a Bolívar, lo mismo que a Sucre por la fría cordillera de los Andes en busca de la gloria para liberar Ecuador, dar la Batalla de Ayacucho en el Perú e independizar el resto de América.