Los datos de junio pasado de Migración Colombia indican que en Bucaramanga, capital del departamento de Santander, hay más de 40.140 migrantes venezolanos. Esta es la décima ciudad con mayor número de ciudadanos venezolanos que han salido de su país en busca de una nueva vida y oportunidades.
Y de acuerdo con el censo más actualizado del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), realizado en 2019 y publicado en febrero de 2020, la población de habitantes de calle de la capital santandereana es de unas 1.450 personas. Pero en total son unos 1.960 habitantes de calle que deambulan y duermen en el área metropolitana de la ciudad.
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Estos datos reflejan una situación agravada por las medidas de confinamiento del coronavirus (COVID-19) y la recesión económica desencadenada en el mundo, pues un buen número de ciudadanos venezolanos, muchos en situación irregular, se desplazaron hasta las ciudades fronterizas en un intento de regresar a su país.
Por ello surge una iniciativa llamada Corporación Hambre Cero Colombia, cuyo propósito es brindar alimentos al mayor número de personas en estado de vulnerabilidad.
Judy Grisales, directora y fundadora de esta corporación, le cuenta a la Agencia Anadolu sobre su labor, que inició en marzo a la par de las medidas de aislamiento que decretó el Gobierno para evitar la propagación del coronavirus.
“En marzo nos reunimos con Mónica Torres y Carlos Guarín y coincidimos con este tema, lo que venían pasando muchas personas vulnerables por el confinamiento (…) Por eso unimos fuerzas y creamos esta red de responsabilidad humanitaria”, dice Grisales.
Pero ellos tres no trabajan solos, pues según afirma Judy, detrás de ellos hay más de 20 voluntarios en Bucaramanga y benefactores en otras ciudades que realizan donaciones para seguir auxiliando a las comunidades necesitadas. Incluso, han recibido el apoyo de la Defensa Civil y la de miembros de la Policía.
“Es una red de solidaridad humanitaria de la sociedad civil que entendiendo la labor, nos aportan insumos para dar alimentos”, recalca.
Grisales indica que todos los viernes y martes de cada semana, sin falta, llegan hasta diferentes puntos de Bucaramanga y su área metropolitana para abarcar la mayor población posible.
“Todos los días, en todo momento, llegan miles de venezolanos a esta ciudad. Hasta hoy hemos ayudado a miles de personas cada semana, no sólo migrantes. Hay días que hemos compartido con 1.500, hasta 2.000 personas, entregando alimentos de calidad y mercados”, añade.
El propósito de Hambre Cero Colombia es entregar alimentos “nutritivos y completos”. Pero adicionalmente, han ayudado a mujeres, incluidas migrantes extranjeras y locales, con emprendimientos, guardería, insumos como pañales, leche en polvo y ropa para bebé, algunas medicinas y vitamina C para los menores, juguetería e incluso apoyo emocional para fomentar “la salud mental y el bienestar físico y social de las comunidades”.
“No existe frontera si de avanzar se trata”, afirma Grisales, al recalcar que “el hambre en época de crisis aumenta. Sumado a la actual crisis, enfrentamos retos como la pobreza y el cambio climático, que sin duda han motivado un enfoque más humano”.
Esta iniciativa empezó entregando 13 mercados. Pero con el apoyo de la Fundación La Posada del Peregrino, pasaron a beneficiar a 100 familias con mercados semanales. Incluso ya trabajan con huertas urbanas para proveer más alimentos.
Además de la población venezolana que ha llegado a esta ciudad, la iniciativa humanitaria ha atendido a otros sectores vulnerables, como migrantes internos colombianos, incluso familias enteras, que llegan hasta esta zona del país en busca de “más oportunidades”.
“La historia de Colombia y las circunstancias del país muchas veces nos hacen desconocer que hay una población en situación vulnerable que nos precede desde hace mucho tiempo, hay prostitución, drogadicción, habitantes de calle en muchas de las ciudades del país”, dice Grisales.
La vocera de Hambre Cero Colombia explica que durante todos estos meses han tratado de cumplir con las normas sanitarias para evitar contagios. No obstante, recalca que la humanidad se ha sobrepuesto a cosas “mucho más grandes”.
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“Hay cosas mucho más nocivas para la humanidad, como es el desamor, la corrupción, el VIH-SIDA, la diabetes o el cáncer, que son enfermedades crónicas de alto costo que diariamente matan a muchas personas. Es más la gente que muere de hambre que por coronavirus, o más la que muere por falta de atención en un servicio sanitario que por el mismo virus. Esa es mi motivación”, concluye.
Finalmente, Judy Grisales invita a otros a “ponerse en primera línea” para ayudar a personas en vulnerabilidad, pues según asegura, “no se puede hablar de paz sin bienestar”.
En julio pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía que “con el aumento del hambre y la persistencia de la malnutrición, el logro del hambre cero para 2030” era “dudoso”.
Las previsiones del informe ‘El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo’ señalaban que la pandemia de COVID-19 podría provocar, para finales de 2020, “un aumento de 130 millones en el número de personas afectadas por el hambre crónica en todo el mundo” y que “es posible que, con el recrudecimiento del hambre aguda en el contexto de la pandemia, esta cifra aumente aún más en ocasiones”.
Y más específicamente en Colombia, el DANE alertó el viernes pasado que el hambre ha aumentado en el país durante la pandemia del coronavirus y que “1,4 millones de hogares pasaron a consumir dos comidas o una al día”.