Al terminar este escrito se registraban en Colombia más de 37.000 muertes. Un promedio cercano a los 130 decesos diarios y más de 1.100.000 casos, mostrando cuan cerca puede estar el Covid-19, si no es que ya nos golpeó.
Pero ese “escalofrío” de pensar en tantas vidas perdidas parece durar poco cuando las cifras se convierten en un reporte más del noticiero. ¡No son cifras del precio de la divisa…! Son 37.000 personas y sus familias que perdieron el equilibrio de su entorno.
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Las estadísticas parecen compensar esa realidad, con la enorme cantidad de personas que se recuperan o que nunca padecieron el menor síntoma.
Entre estos dos escenarios surge el dilema de transmitir el mensaje del manejo del riesgo para una situación que se extenderá en el tiempo.
La decisión individual se mueve entre la posibilidad de pertenecer a la mayoría de casos leves (96%) que padecen o se recuperaron de la enfermedad desde la seguridad de su casa o contarse entre el (4%) de pacientes que requieren cuidados en un hospital o simplemente no sobreviven.
Ese primer escenario podría explicar y hasta alentar los comportamientos inseguros a partir de la dificultad para la apropiación de medidas de autocuidado, desafiando a las normas o conservando las habituales normas cortesía o expresiones de afecto que promueven el contagio indiscriminado.
Por otro lado, los reportes de consecuencias severas o fatales impiden asumir la “nueva normalidad”, comprometiendo intereses colectivos sin la certeza de mantenerse fuera de la ruta del Covid-19, incluso sin salir de casa.
Exposición al riesgo
En forma simple mas no simplista, es posible equilibrar la toma decisiones frente al manejo de la pandemia tomando acciones individuales que involucran el cambio de hábitos y la identificación de situaciones de exposición al riesgo, que se pueden controlar.
Con la intención de darle un sentido práctico al concepto de exposición al riesgo, es necesario mencionar que incluso actividades cotidianas implican peligros que no advertimos o que, conocidos se asumen y se controlan.
En Estados Unidos, por ejemplo, mueren cerca de 350 personas al año por accidentes en la ducha, 5.000 personas murieron en 2015 por asfixia mientras comían; en 2019 murieron en Colombia 6.329 personas en accidentes de tránsito (1) y se calculan un promedio de 100 muertes al año a causa de un rayo (2) y no por eso, las personas dejan de bañarse, comer, conducir o salir a la calle.
Lo anterior prueba que diariamente se toman decisiones que involucran algún nivel de riesgo. Sin embargo, es posible contar con elementos para admitir o mitigar tales riesgos en función de los resultados.
En este escenario, se avizoran avances científicos en tratamientos y vacunas, anuncios que deben recibirse con esperanza, pero con prudencia; por la probabilidad de no tenerlos disponibles en el corto plazo.
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Las farmacéuticas que han anunciado grandes avances en la efectividad de la vacuna aún tienen que demostrar entre otros aspectos su seguridad, consistente en que los beneficios sean sustancialmente mayores a sus riesgos, para utilizar una básica definición.
Aún con la respuesta acelerada de las agencias regulatorias, al final del año podría haber una “producción de 120 millones de dosis para 60 millones de personas” (3) (4), sin detrimento de los anuncios de otros desarrollos con logros similares.
También están disponibles pruebas diagnósticas para Covid-19 cuya utilidad es relativa y su resultado negativo no otorga el permiso para omitir las medidas de autocuidado.
Todo lo anterior sitúa a la humanidad ante la disyuntiva de esperar que los avances de la ciencia lleguen a todas las personas o asumir los comportamientos seguros -que poco se han modificado desde el inicio de la pandemia- y considerar otros factores que construyen entornos seguros frente a la certeza de una distribución priorizada en función de la vulnerabilidad individual. (ver recuadro)
Asumir esta “nueva normalidad” con precaución, autodeterminación y control social ante la convicción de que solo las acciones individuales cambiarán el curso de esta emergencia sanitaria, ciertamente contribuye a disminuir los efectos en la pérdida de vidas o años de vida saludable, libertades o empleos, así como la profundización de brechas sociales que generan más inequidad.
Apropiación
De esta manera, se reitera que el control en esta fase de la pandemia por Covid-19 ya no depende de las medidas restrictivas, ni de la cantidad de camas hospitalarias para recibir enfermos y tampoco de aislar la población a toda costa.
Lo que resta es apropiar conocimientos, practicar y difundir comportamientos que permitan retomar la interacción social con responsabilidad y solidaridad, desestimulando la participación en entornos que aumenten el riesgo de propagación del Covid-19.
Tal nivel de conciencia tendrá impacto incluso en la distribución de los recursos disponibles para proteger la salud y el bienestar de las personas más vulnerables que enfrentan barreras en la materialización de sus derechos por cuenta del acceso desigual a beneficios, información y en últimas, oferta institucional extendida en tiempos de pandemia.
Para finalizar, es posible aprovechar con compasión, la visión de futuro que nos llega de Europa y sus rebrotes permitiendo cambiar el curso de la pandemia desde el compromiso personal por cuidarnos y cuidar nuestros entornos -familia, trabajo, comunidad- con la absoluta certeza del poderoso efecto colectivo que conlleva la decisión del autocontrol y del ejemplo que permite exigir nuestros derechos desde el cumplimiento de los deberes.
- https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/balance-muertos-y-heridos-en-accidentes-de-transito-en-colombia-en-2019-446400
- https://www.unisabana.edu.co/menu-superior-2/enlaces-rapidos/alerta-de-tormentas/el-fenomeno-de-los-rayos-en-colombia/
- https://www.pfizer.com/news/press-release/press-release-detail/pfizer-and-biontech-share-positive-early-data-lead-mrna
- https://investors.modernatx.com/news-releases/news-release-details/mode…
* Asesora en salud pública del Despacho del Procurador General de la Nación y Gerente COVID-19