El mundo vive una ola conservadora que está afectando la libertad de la educación y lo peor, hace que enseñar algunos temas se convierta en un delito. El caso reciente más preocupante es la cercana aprobación de una ley que convertiría en un delito con hasta tres años de cárcel, la enseñanza de la educación sexual a menores de 18 años.
Eso quiere decir que los jóvenes polacos no tendrán educación sexual durante su educación escolar, un área que es fundamental para informar a los estudiantes sobre su cuerpo, la prevención, la planificación, la prevención de enfermedades de trasmisión sexual y la construcción de relaciones sanas.
La Ley en palabras de la directora de Amnistía Internacional de Polonia, Draginja Nadazdin, es retrógrada, fomenta el miedo, la ignorancia, pone en peligro a la juventud y crea un efecto disuasorio entre docentes, activistas e incluso padres que quieran hablar con los chicos de sexo.
La situación de las libertades en Polonia se ha agravado con la llegada al poder del partido Ley y Justicia (Pis) un movimiento considerado ultraconservador y católico que piensa que dar libertades y conocimiento es igual al libertinaje. El mismo partido, presentó un proyecto de Ley que propone una campaña homófoba que pretender equiparar a las personas de la comunidad LGTBI con los pedófilos. La esperanza de que el proyecto sea negado es que el partido de gobierno perdió por dos escaños las mayorías en el senado del país. Sin embargo, evidencia que existe una sociedad polarizada entre los que quieren una Polonia más cerca a los ideales de la Unión Europea y otra, que quiere hacer de la educación un delito.
No es un caso aislado
La ola ultra conservadora avanza en otros países. Turquía, una de las economías emergentes de hoy, uno de los países más visitados en el mundo y donde existió durante seis décadas un proyecto de secularización también retrocede en el tema de libertades mientras que el gobierno se acerca más al islam. Lo último, es una propuesta para prohibir la enseñanza de la teoría de la evolución en las clases de biología a menores de 16 años.
El argumento es que puede confundir a los niños con las explicaciones religiosas de la creación de la Tierra. Es decir, estamos llegando a concepciones medievales cuando se pensaba que el mundo interconectado nos abriría la mente y nos permitiría entrar en la sociedad del conocimiento global.
Varios países del norte de África y del Cercano Oriente viven la misma situación. Desde sus independencias, después de la Segunda Guerra Mundial, llegaron líderes carismáticos y laicos que prometieron alejar el fundamentalismo religioso de la sociedad. Pero a la vez, se aferraron al poder y construyeron gobiernos muy corruptos, son los casos de Túnez, Argelia, Egipto, Libia, Siria, Líbano e Irak, entre otros. Así dejaron un vacío en las responsabilidades sociales con la población, quienes terminaron abrazando el islam y con ello, la religión terminó con el control de la alfabetización y de la educación básica y superior.
Por eso, es comprensible que estas apuestas ultra conservadoras avancen de forma acelerada en la región. Ciudades como El Cairo, Damasco, Beirut, Túnez o Argel que hace 30 años eran centros culturales de la diversidad, cada día restringen más las libertades individuales, cada vez se señala de forma peligrosa a las mujeres que no se cubren con velos y poco a poco se van convirtiendo en sociedades cerradas y alejadas de la diversidad.
¿Y Colombia?
Colombia y la región tampoco son la excepción. En países como el nuestro y en Brasil han llegado partidos de gobierno que pretenden con leyes, prohibir la enseñanza de la política en la escuela e incluso no hemos podido reglamentar un programa de educación sexual, ni de convivencia ciudadana en las escuelas por el temor a la valoración, la posición de la iglesia y de los grupos fundamentalistas de diferente ideología.
Es responsabilidad de todos separar la fe de la educación y darle a esta última el carácter académico, formativo y secular que requiere para una sociedad informada, crítica y responsable.
*Experto en educación
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