El avance de las tropas del general Pablo Morillo se centra en el ataque a los principales fuertes y puertos de Venezuela y la Nueva Granada, la toma de ciudades, líneas de abastecimiento y en aislar unas fuerzas de otras en esos inmensos territorios, al igual que en tomarse los ríos principales para combatirlas por separado e ir minando su poderío, mostrando que ningún lugar de la geografía por lejano que fuese podría quedar fuera de su alcance. En alguna forma le debemos dar la razón al Libertador, cuando enfrentado al coronel Castillo y Rada y un sector de políticos y oficiales venezolanos y granadinos que en Cartagena y otras zonas desafían su autoridad, plantea que de haberlo seguido la tropa de la ciudad amurallada el curso de la guerra habría tenido un resultado adverso para los realistas.
A su vez, el coronel Manuel del Castillo Rada, no solamente no creía en Bolívar, opinión que compartía con Santander, sino que escribe un ácido panfleto contra el futuro Libertador, negando sus capacidades, por cuanto lo que los distingue es su obsesión por ¨la guerra a muerte, el robo, la inmoralidad, y el despotismo habrían sido su divisa¨. Diatriba que en Venezuela y en la Nueva Granada era alimentada por elementos de la más diversa condición, tan notables como Pedro Gual. Hasta lo censuran por sus devaneos femeninos.
Por sus grandes aciertos políticos y militares posteriores, es evidente que los políticos cartageneros adversos a Bolívar lo perdieron, provocan su renuncia al mando, y frustran el futuro político de Cartagena, la principal ciudad de la Nueva Granada, que sacrifica lo mejor de su clase dirigente y su población, hasta quedar casi que postrada y en la miseria, tras su heroica defensa durante el sitio de la ciudad por la flota de guerra española.
Fuera de eso es oportuno recordarles a los historiadores y cronistas que dudan de la voluntad del Libertador para liberar a Venezuela y la Nueva Granada, como su ambiciosa estrategia libertadora se evidencia desde que sale de Barrancas, al igual que las repetidas oportunidades anteriores en que había manifestado su colosal objetivo.
El 24 de diciembre de 1814 se dirige a Custodio García Rovira, del triunvirato federal granadino, donde le dice con entera franqueza: “Crea Ud., amigo, que si deseo que se me autorice de un modo amplio en lo relativo a la guerra, es porque estoy determinado a tomar Santa Marta, Maracaibo, Coro y volver por Cúcuta a libertar el sur hasta Lima, si es posible, pero para esto se necesita que todo marche uniformemente y que no se haga nada fuera del plan que me he propuesto, pues en la unidad consiste la mejor parte de nuestros buenos sucesos. Por tanto, yo debo tener conocimiento de todas las existencias, y ordenes relativas a la guerra. Tengan Uds., la pena de buscar los elementos, que yo los emplearé de un modo glorioso al actual gobierno y a la buena causa”. Como se ve, los tiempos y la estrategia de Bolívar son muy distintos a los de los letrados de hoy en día y los estrategas de escritorio. Su objetivo desde Cartagena es grandioso y comprende su intervención en América para impedir que en la región subsistan los enclaves coloniales españoles.
Avance victorioso
En tanto, el general Pablo Morillo, tiene la misión contraria de restablecer el antiguo régimen, lo que intenta por todos los medios militares a su alcance con una decisión sombría que consigue sembrar el pánico entre los independentistas de la más diversa condición, incluso en el resto de Hispanoamérica. Avanza victorioso desde Venezuela, lo mismo que desde Cartagena y el Pacífico, derrotando aquí y allí los restos de los ejércitos de la patria boba, que estaban preparados para hostigarse entre sí y no para librar un combate formal contra tropas regulares que habían estado en la guerra para liberar a España y Europa de la garra del emperador Napoleón Bonaparte.
En Venezuela los veteranos llaneros y realistas de la guerra social, salidos de la entraña popular, dejan a su paso regueros de cadáveres insepultos, seres vejados y torturados; les cortan las orejas a los enemigos y algunos las coleccionan como prueba de su odio irreductible contra los criollos que abominan y deben destruir, por lo que no es de extrañar la respuesta de Bolívar y de Briceño Méndez, de la guerra a muerte.
Por el contrario, es de reconocer que Morillo practica la guerra dentro de los manuales clásicos reconocidos, así que los prisioneros que son condenados a muerte, reciben un juicio en el cual pueden defenderse y algunos son absueltos. Es tal el movimiento envolvente que despliega Morillo en los llanos, desde Venezuela hasta Casanare y en la parte granadina en persecución de los independentistas, que deben correr al galope para no ser alcanzados y perder la vida o ir a prisión. Algunos se salvan por cuenta de los ocho meses de crudo invierno que inundan la región.
Morillo, en informe al rey Fernando VII le explica la situación: “Nos vimos detenidos, por un mar sin término. Nos hicimos conducir por la zona más elevada, llegando el agua hasta la cincha de los caballos. Era imprudencia seguir adelante, pues hasta Guadualito hay 9 días de jornadas iguales, nadando en los caños, para lo cual cada jinete del país suele llevar cuatro caballos”.
De la guerra a muerte al armisticio
Así que el tormentoso invierno llanero salva los restos diezmados del ejército granadino. La dimensión de la terrible derrota y la persecución a la que son sometidos los efectivos del ejército granadino a cargo de Santander, une a los sobrevivientes de estas fuerzas y les levanta la moral para la lucha, dado que tienen tan cerca el terrible ejemplo de las depredaciones y horrores que sufren en Venezuela los partidarios de la independencia por cuenta de las tropas y milicias victoriosas de los realistas, así como las ejecuciones en suelo granadino, donde por fortuna se libra la guerra convencional, dado que el general Antonio José de Sucre y el general Pablo Morillo, en noble gesto civilizador concertado con el Libertador, dan término a la denominada guerra a muerte mediante el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra.
La confrontación en la Nueva Granada es la de una guerra clásica, mientras en Venezuela se combate en el infierno de horribles matanzas, alimentadas por el odio social visceral y racial.