A 15 años de masacre se bendijo Cristo de Bojayá | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Viernes, 8 de Septiembre de 2017
Redacción Web

La madrugada del 2 de mayo de 2002, se registró uno de las peores barbaries que ha vivido el país, cuando un centenar de civiles, de ellos 43 niños, murieron al interior del templo de Bellavista de Bojayá, en el Chocó, como consecuencia de un cilindro-bomba lanzado guerrilleros del frente 58 de las Farc, al mando de Iván Márquez.

Fueron 72 horas de horror para los pobladores de esta región del medio Atrato chocoano, quienes temían desde días atrás una ola violenta, tras la llegada a la zona de 200 paramilitares que levantaron campamento en las afueras del pueblo. Una alerta temprana emitiò entonces la Defensoría del Pueblo.

El 1 de mayo se iniciaron los combates entre  los paramilitares al mando de alias “El Alemán” y los guerrilleros comandados por Iván Márquez, en Vigia del Fuerte y posteriormente se trasladaron a Bellavista.  Por ese motivo, los habitantes comenzaron a refugiarse en la Iglesia, en la casa cural y en la casa de las Misioneras Agustinas. Durante los enfrentamientos, que continuaron todo el día y parte de la noche, la población albergada en los refugios ascendió a un número aproximado de 1.200 personas. Esas personas, unidas en oración y escondiéndose como podían oían el silbido de las balas. Creían estar en un refugio seguro porque era la Casa de Dios.

Sin embargo, al otro día, el fatìdico 2 de mayo, a las 10:00 de la mañana, dos guerrilleros instalaron un lanzador de pipetas​  o "cilindros-bomba" en el patio de cemento de una casa de Pueblo Nuevo, situada a una distancia aproximada de 400 metros de la Iglesia con el objetivo de provocar el repliegue paramilitar. Media hora después, iniciaron el lanzamiento de estas armas no convencionales y la primera de ellas  cayó en una casa civil ubicada aproximadamente a cincuenta metros de la Iglesia,  ocasionando daños materiales. La segunda, aterrizó en el patio trasero del puesto de salud sin estallar.

Los guerrilleros de las Farc insistían en su estrategia de lanzar estas pipetas cargadas con metralla y fue así como una tercera, a las 10:45 de la mañana, estalló al atravesar el techo de la iglesia e impactar en el altar. La explosión causó entre 74 y 119 muertos y alrededor 98 heridos, un porcentaje significativo de ellos menores de edad y todos ellos civiles, ajenos al conflicto. 

Enseguida sobrevino un incendio del templo y los supervivientes a la masacre escaparon de allí, algunos internándose en la selva y los otros jugándose la vida, ya que con banderas blancas atravesaron el fuego cruzado para alcanzar el río y desplazarse a Vigía del Fuerte.

Entre tanto, una cuarta pipeta que no llegó a explotar cayó detrás de la casa de las Misioneras Agustinas, una vez había huido buena parte de los civiles sobrevivientes.

Del templo, entre las cenizas y los cuerpos de las víctimas de este ataque de las Farc, apareció la imagen del Cristo negro protector del poblado. Pero ni ésta se salvó de la demencial violencia. La imagen perdió sus brazos y piernas y esquirlas de metralla impactaron su cuerpo. Y es precisamente esa imagen, símbolo de la barbarie de Bojayá  es la que bendece el Papa Francisco en Villavicencio y ante quien pedirá, una vez más, que cese la violencia y los conflictos, no sólo en Colombia sino en el mundo.

Una de las sobrevivientes de esa masacre, hace 15 años, es Luz Marina Cañola y fue ella quien llevó a la capital del Meta al mutilado Cristo para presentárselo al Papa y rendir, una vez más, homenaje póstumo a los familiares, amigos y vecinos que perdió en esa tragedia.