Ha ocurrido en la segunda semana de diciembre, en el ocaso de 2017. La noticia ha tenido como epicentro la ciudad de Montgomery, la capital del Estado de Alabama; un acontecimiento que no ocurría desde 1992: un candidato demócrata, Doug Jones, gana la posición que estaba en juego en el Senado en Washington. Pero la novedad y el simbolismo van más allá: el derrotado -Roy Moore- es un confeso personaje integrante del republicanismo extremo, un pura sangre radical, que desde luego tenía el respaldo entusiasta y beligerante de Trump.
De tal suerte se desarrollaron los acontecimientos en Alabama, que esta victoria se ubica en la perspectiva de ser un auténtico llamado de atención al inquilino actual de la Casa Blanca. Es de reconocer que el triunfo no fue holgado. Nada que ver. Jones se hace con el cargo senatorial por un 1.5 por ciento de ventaja, cerca de unos 20,000 votos. Pero Alabama es un estado sureño, de talante férreo y concentrado en lo republicano, en lo conservador. De allí la advertencia a Trump. La derrota ha llegado en lo que siempre se consideró un mercado cautivo, su coto de caza.
Es probable que el triunfo de Jones sea producto de un voto castigo. Es decir que él como candidato no ganó directamente las preferencias, sino que las mismas fueron producto de votos contra Moore. Se habría votado demócrata con la intención de bloquear al personaje del conservadurismo extremo.
Los antecedentes de Moore, entre todo esto, son por demás dicientes. Allá por el año 2003, tal y como lo documenta Amanda Mars, Roy Moore era juez y se había ganado el sobrenombre de La Roca. Eso había ocurrido a raíz de que siendo presidente del Tribunal Supremo de Alabama, había hecho colocar en el vestíbulo del edificio judicial un monumento en el cual estaban grabados en granito, los Diez Mandamientos. El objeto no era insignificante. De eso daban cuenta sus dos toneladas y media de peso.
Ante ello, la justicia federal le pidió retirarlo, situación que enfrentó la oposición inquebrantable de Moore. La razón del petitorio era que existe división entre Estado y religión. Total, Moore prefirió irse del cargo en una actitud típicamente numantina: me quiebro pero no me doblo.
No obstante, en 2013 volvió al puesto. Lo que en esta ocasión afectó sus convicciones fue la legalización del matrimonio gay. Esto rebasó a un radical de hueso colorado, de allí que habría ordenado a los jueces que no emitieran licencias a las parejas del mismo sexo; el resultado fue que lo expulsaron.
A esos antecedentes, por si no se contara ya con suficiente evidencia, debe agregarse que nuestro personaje ha sido acusado de haber incurrido en problemas de acoso sexual contra mujeres. Algo que como fuego pertinaz, está incendiando el pasto seco de las praderas en la capital estadounidense y que amenaza con acorralar en su guarida al jefe de la manada, al mismísimo Trump.
Entre los detalles pintorescos de todo esto, emerge que el anciano Roy Moore haciendo gala de estar en forma a sus 70 primeros abriles, llegó a votar el 12 de diciembre pasado, a caballo, con sombrero ajustado a la sien y barbiquejo. Es aficionado también a las armas, con lo que no deja lugar a duda de su planteamiento de vaquero: simple, llano, intransigente.
En efecto, Moore es un jinete de la fe. Tiene ese pensamiento lineal y superficial de los que ven las cosas sencillas, pan, pan y vino, vino; de los que no dudan nunca. Van por el mundo despotricando con base en conceptos simplistas, son violentos con los contradictores. Desafortunadamente para quienes desprecian pensamiento y conocimiento, las cosas en la vida son complicadas, de matices. Se trata de lidiar con textos y contextos, como se le atribuye decir a Jorge Luis Borges (1899-1986) en su vasta obra literaria.
Cuando Moore se enteró de su derrota se lanzó a no reconocer los resultados, a hacer un llamado a sus seguidores y a clamar que el desenlace tenía “que venir de Dios”. No obstante, luego se dedicó a coadyuvar a la invocación metafísica recogiendo fondos para establecer procesos de reconteo de votos. Sus posiciones se relacionan con reiterar que: “Actualmente ya no reconocemos la verdad universal de que Dios es autor de nuestra vida y de nuestra libertad. El aborto, la sodomía y el materialismo han arrebatado el lugar de la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad”.
A esas posiciones, aun viéndolas con cierto beneficio de inventario, es de reconocerles que puntualizan males que hoy en día tenemos, pero que los mismos son agravados precisamente por personajes como Moore. Un ejemplo a la mano con seres de similar pelaje es Trump. El mandatario niega -por ejemplo y contra toda evidencia científica- el calentamiento global, con ello profundiza y extiende efectos y causas de la sexta extinción mundial de flora y fauna, el Antropoceno. Si no se desean ver ni aceptar estas verdades, menos se espera que se actúe en consecuencia.
Los extremismos y simplismos de Moore pueden recordar una máxima asociada a la ortodoxia del cristianismo neo-pentecostal, que es pan de cada día en las congregaciones: “Mas no te olvides que Jehová tu Dios es un Dios celoso. Que no acepta las representaciones de otros dioses. Tiene un millón de manos, y en la punta de cada dedo un castigo”.
Por otra parte, los resultados con todo lo ajustados que pueden estar, también constituyen un reconocimiento a Doug Jones. Se trata de un demócrata que no ha dado mayores muestras de extremismos. Al contrario, se le recuerda por su valiente posición -jugándose la vida ante copiosas amenazas de muerte- cuando en 2000, procesó a dos miembros del tenebroso Ku-Klu-Klan a raíz un atentado perpetrado contra una iglesia baptista de Birmingham que mató a cuatro niñas negras el domingo15 de septiembre de 1963.
La película Selma (2014) documenta el hecho en el contexto de irracionalidades sangrientas en esos duros años de segregación racial en Alabama. Como se sabe, el Ku-Klux Klan es una organización de supremacismo blanco, fundada en Tennessee, Estados Unidos, la Nochebuena de 1865, luego de la derrota del Sur en la Guerra Civil (1861-1865) sus sangrientos expedientes son ampliamente conocidos.
El triunfo de Jones, demuestra que incluso en el Sur, los intransigentes de Trump pueden ser derrotados. Se trata de la conducción del Estado, de la separación de fe y de gobierno. Se trata de una apuesta por la inclusión social. En esta ocasión se rechazó una visión teocrática de líderes específicos.
Gente como Moore defiende que la Biblia debe prevalecer sobre la Constitución y las leyes; son ellos quienes creen que un musulmán nunca puede ocupar cargos públicos en Estados Unidos, dadas las bases cristianas sobre las que este país ha sido fundado; reiteran que ciertos pecados son simplemente bestialismo, algo que contribuyó a provocar, según ellos, los ataques del 11 de septiembre de 2001.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario. El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.